¿Los ángeles existen? ¿Cómo son?

Publicado el 09/28/2015

Un reciente libro didáctico publicado por los Heraldos del Evangelio nos introduce en el conocimiento de una de las más hermosas obras de Dios: el mundo angélico.

 


 

La creencia en la existencia de los ángeles se fundamenta en la Sagrada Escritura. En efecto, es frecuente encontrar pasajes de la Biblia que mencionan a los ángeles. Nos gustaría recordar algunos de esos versículos más significativos para ilustrar la veracidad de la existencia del mundo angélico.

 

Uno de los primeros es la narración de la expulsión de Adán y Eva del Paraíso, donde Dios puso querubines para custodiar la entrada: “Echó al hombre, y a oriente del jardín de Edén colocó a los querubines y una espada llameante que brillaba, para cerrar el camino del árbol de la vida” (Gn 3, 24). Otro pasaje bastante conocido es el de Abrahán cuando se preparaba para sacrificar a su hijo: “Pero el ángel del Señor le gritó desde el Cielo: ‘¡Abrahán, Abrahán!’. Él contestó: ‘Aquí estoy’. El ángel le ordenó: ‘No alargues la mano contra el muchacho ni le hagas nada. Ahora he comprobado que temes a Dios, porque no te has reservado a tu hijo, a tu único hijo’ ” (Gn 22, 11). También hay otro episodio en el que son salvados tres jóvenes arrojados al fuego de un horno por Nabucodonosor: “Pero el ángel del Señor descendió al horno con Azarías y sus compañeros y sacó la llama de fuego fuera del horno; formó en el centro del horno una especie de viento como rocío que soplaba, y el fuego no les tocó en absoluto, ni les hizo daño ni les causó molestias” (Dn 3, 49-50). E igualmente un ángel protege a Daniel: “Mi Dios envió a su ángel a cerrar las fauces de los leones, y no me han hecho ningún daño, porque ante Él soy inocente” (Dn 6, 23).

 

Pero la acción angélica no se restringe únicamente a beneficiar a individuos. También el pueblo elegido fue favorecido, como se puede ver en este pasaje del Éxodo, cuando los hijos de Israel huían de Egipto: “Se puso en marcha el ángel del Señor, que iba al frente del ejército de Israel, y pasó a retaguardia. También la columna de nube, que iba delante de ellos, se desplazó y se colocó detrás” (Ex 14, 19). Asimismo por medio de un ángel Gedeón fue incumbido de librar al pueblo de la opresión de los madianitas: “Se le apareció el ángel del Señor y le dijo: ‘El Señor esté contigo, valiente guerrero’. Cuando Gedeón reconoció que se trataba del ángel del Señor, dijo: ‘¡Ay, Señor mío, Señor, que he visto cara a cara al ángel del Señor’ ” (Jz 6, 12.22). Esta lamentación se debe al hecho de que existía la creencia de que la visión de un ángel significaba la muerte de la persona que la tenía.

 

A veces, el pueblo elegido carecía no de protección, sino de punición por sus vicios. Y eran los ángeles los encargados por Dios de castigar al pueblo. Cuando el rey David, por vanagloria, ordenó hacer un censo, atrajo sobre el pueblo el castigo del Señor: “Dios lo desaprobó y castigó a Israel. Dios envió después un ángel a Jerusalén para asolarla; pero, cuando estaba asolándola, el Señor lo vio, se arrepintió del castigo y dijo al ángel exterminador: ‘¡Basta ya! ¡Retira tu mano!’. El ángel estaba junto a la era de Ornán, el jebuseo. David alzó los ojos y vio al ángel del Señor erguido entre la tierra y el cielo, con la espada desenvainada en la mano, apuntando hacia Jerusalén. David y los ancianos, cubiertos de sayal, cayeron rostro en tierra” (1 Cro 21, 7.15-16).

 

Importantísimo papel en la obra de la Redención

 

En el Nuevo Testamento la acción angélica se manifiesta todavía más intensa. San Juan, en el Apocalipsis (visión simbólica y resumida de la Historia, en la cual es guiado por ángeles) los cita 72 veces.

 

Los ángeles tienen un importantísimo papel en la obra de la Redención. Es a un ángel al que Dios confía el encargo de anunciar la Encarnación del Verbo a la Santísima Virgen: “En el mes sexto, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: ‘Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo’. Ella se turbó grandemente ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquel.

 

“El ángel le dijo: ‘No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin’.

 

“Y María dijo al ángel: ‘¿Cómo será eso, pues no conozco varón?’. El ángel le contestó: ‘El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer será llamado Hijo de Dios. También tu pariente Isabel ha concebido un hijo en su vejez, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible’. María contestó: ‘He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra’. Y el ángel se retiró” (Lc 1, 26-38).

 

La protección del Niño Jesús fue confiada a un ángel: “El ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: ‘Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto; quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo’ ” (Mt 2, 13). Los ángeles fueron los primeros heraldos de la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, al anunciarla a las Santas Mujeres: “Entraron en el sepulcro y vieron a un joven sentado a la derecha, vestido de blanco. Y quedaron aterradas. Él les dijo: ‘No tengáis miedo. ¿Buscáis a Jesús el Nazareno, el crucificado? Ha resucitado. No está aquí. Mirad el sitio donde lo pusieron. Pero id a decir a sus discípulos y a Pedro: Él va por delante de vosotros a Galilea. Allí lo veréis, como os dijo’ ” (Mc 16, 5-7).

 

Al principio de la Iglesia el auxilio visible de los ángeles fue indispensable para que los Apóstoles pudieran ejercer su ministerio, a pesar de las persecuciones: “De repente, se presentó el ángel del Señor, y se iluminó la celda. Tocando a Pedro en el costado, lo despertó y le dijo: ‘Date prisa, levántate’. Las cadenas se le cayeron de las manos, y el ángel añadió: ‘Ponte el cinturón y las sandalias’. Así lo hizo, y el ángel le dijo: ‘Envuélvete en el manto y sígueme’. Salió y lo seguía, sin acabar de creerse que era realidad lo que hacía el ángel, pues se figuraba que estaba viviendo una visión. Después de atravesar la primera y la segunda guardia, llegaron al portón de hierro que daba a la ciudad, que se abrió solo ante ellos. Salieron y anduvieron una calle y de pronto se marchó el ángel. Pedro volvió en sí y dijo: ‘Ahora sé realmente que el Señor ha enviado a su ángel para librarme de las manos de Herodes y de toda la expectación del pueblo de los judíos’ ” (Hch 12, 7-11).

 

¿Los ángeles existen? ¿Fueron creados por Dios?

 

No es difícil de constatar por la narración de las Escrituras el poder que los ángeles tienen sobre la naturaleza material.

 

Por su parte, el sagrado Magisterio de la Iglesia siempre ha sustentado la existencia de los santos ángeles. Basado en la Revelación y en la Tradición, la afirmó como verdad de fe, como lo atestigua actualmente el Catecismo: “La existencia de seres espirituales, no corporales, que la Sagrada Escritura llama habitualmente ángeles, es una verdad de fe. El testimonio de la Escritura es tan claro como la unanimidad de la Tradición”.1

 

El IV Concilio de Letrán proclamaba esta misma verdad hace muchos siglos: “Dios […] por su omnipotente virtud a la vez desde el principio del tiempo creó de la nada a una y otra criatura, la espiritual y la corporal, es decir, la angélica y la mundana, y después la humana, como común, compuesta de espíritu y de cuerpo”.2

 

Sin embargo, no han faltado los que negaran dicha enseñanza en nuestros días, ignorando veinte siglos de existencia de la Iglesia. Por eso, Pablo VI lo reafirmó en el Credo del Pueblo de Dios: “Creemos en un solo Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, Creador de las cosas visibles —como es este mundo en que pasamos nuestra breve vida— y de las cosas invisibles —como son los espíritus puros, que llamamos también ángeles”.3

 

Pero alguien podría preguntar: si los ángeles existen y fueron realmente creados por Dios, ¿por qué su creación no se menciona en el Génesis? Aunque contiene una descripción bastante pormenorizada de la Creación, al parecer los omite.

 

Esto que se presenta como un argumento convincente, San Agustín4 lo refuta con su característica simplicidad, al afirmar que los ángeles no fueron omitidos en la narración de la obra de los seis días, sino que fueron designados con la palabra luz. En efecto, si lo analizamos detenidamente constatamos la referencia a la creación de la luz en el primero y en el cuarto día (cf. Gn 1, 2-19). San Agustín interpreta la creación de la luz en el primer día como siendo la de los ángeles.

 

Así pues, queda clara e irrefutable la existencia de los santos ángeles. ¿Pero quiénes son? ¿Cómo son? ¿Dónde están? ¿Qué hacen? Cuántas preguntas deben estar surgiendo en la mente de nuestro querido lector… Dejemos a un lado, por unos momentos, nuestros quehaceres cotidianos y entremos en este mundo maravilloso a fin de conocerlo algo más.

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