Los pastorcitos de Fátima

Publicado el 02/20/2017

¿Qué maravillas de la gracia se obraron en los corazones de Jacinta y Francisco con motivo de sus encuentros con la Santísima Virgen? El Dr. Plinio nos da la respuesta en el presente artículo.

 


 

Hay una ficha para comentar, de “La última aparición de Nuestra Señora en Fátima”, del Padre João M. de Marchi, IMC, en el libro: “Era una Señora más brillante que el sol”1:

 

No obstante, la verdadera directora espiritual de los niños fue esencialmente Nuestra Señora. Hablo de los niños: Jacinta, Francisco y Lucía.

 

La bondadosa Señora de la Cova da Iria tomó bajo su responsabilidad la realización de esta obra prima. Y como no podía dejar de ser, la llevó a cabo con pleno éxito. De sus prodigiosas manos salieron tres ángeles revestidos de carne, pero al mismo tiempo auténticos héroes. La materia prima era de una plasticidad admirable. Ni que decir la de la artista.

 

En su escuela, los tres serranitos dieron, en breve tiempo, pasos de gigante en el camino de la perfección. En ellos se verificaron, literalmente, las palabras de un gran devoto de María, el Beato Grignion de Montfort: “En la escuela de la Virgen, el alma progresa más en una semana que en un año fuera de ella”. La pedagogía de la Madre de Dios no tiene comparación. En dos años, la Santísima Virgen consiguió erguir a los dos hermanitos, Francisco y Jacinta, hasta las cumbres más elevadas de la santidad cristiana.

 

El retrato que la mano segura de Lucía nos traza sobre Jacinta es revelador: “Jacinta tenía un porte siempre serio, modesto y afable, que parecía manifestar la presencia de Dios en todos sus actos, propio de las personas ya avanzadas en edad y de gran virtud. Nunca le vi la levedad en demasía ni el entusiasmo propio de los niños por los adornos y los juegos (esto después de las apariciones). No puedo decir que los otros niños corriesen para estar junto a ella, como hacían para estar junto a mí. Esto tal vez se debía a que ella no sabía tantos cantos e historietas para enseñarles y entretenerlos, o porque la seriedad de su porte era muy superior a su edad. Si en su presencia algún niño, o incluso personas grandes, decían algo o hacían alguna acción menos conveniente, las reprendía, diciendo: “No hagan eso, que ofenden a Dios Nuestro Señor. ¡Y Él ya está tan ofendido! (…)

 

Francisco se sentía atraído por una vida de asceta y de contemplativo. Frecuentemente desaparecía de la vista de las dos niñas, manteniéndose en lugares yermos, y se quedaba pensando.

– ¿Qué estabas haciendo aquí hace tanto tiempo? Le preguntó Lucía.

– Estaba pensando en Dios, ¡tan triste por nuestros pecados! ¡Si lo pudiese consolar!

Jesús está muy triste y quiero consolarlo con oración y penitencia.

En otra ocasión decía: “Me gusta mucho Dios. Pero Él está muy triste por causa de tantos pecados. ¡No debemos cometer ni el más mínimo pecado!”

 

Un día en que Lucía cedió a la insistencia de sus amiguitas para tomar parte en diversiones propias de su edad, Francisco la llamó a un lado y le dijo muy serio:

 

– ¿Entonces, vuelves a esos juegos después de que Nuestra Señora se nos apareció?

– ¡Pues, me pidieron tanto…! – se excusaba Lucía.

Pero Francisco, lógico y severo le respondía:

– ¡Todos saben que Nuestra Señora se te apareció, por eso no deben extrañar que tú ya no quieras bailar…!

 

Aquí se trata de la danza portuguesa en la cual las personas se tocan con las manos y hacen las figuras de la danza campesina.

 

Los niños aprovechaban las entradas y las salidas de las escuelas para ir a visitar a Nuestro Señor, pasando largas horas al pie del Sagrario.

 

Sobretodo Jacinta y Francisco, que tenían la promesa de la Virgen de venirlos a buscar en breve para llevarlos al Cielo, y por esa razón se consideraban dispensados de las lecciones, se recogían más veces en la iglesia a hablar a solas con “el Jesús escondido”

.

Jesús escondido es el nombre con el cual llamaban a la Eucaristía.

 

Jacinta decía a Lucía:

– ¿Ya hiciste hoy muchos sacrificios? Yo hice muchos. También recé muchas jaculatorias.

 

Me gusta tanto Nuestro Señor y Nuestra Señora, que nunca me canso de decirles que los amo.

 

Cuando se los digo muchas veces, parece que tengo fuego en el pecho, pero no me quema.

 

En otra ocasión:

– Mira, Lucía, Nuestra Señora vino a vernos por estos días. Y vino a decir que va a buscar a Francisco dentro de muy breve para llevarlo al Cielo. Y a mí me preguntó si aún quería convertir más pecadores. Le dije que sí. Ella entonces me dijo que quiere que yo vaya a dos hospitales, pero no es para curarme. Es para sufrir más por amor a Dios, por la conversión de los pecadores, en desagravio por las ofensas cometidas contra el Inmaculado Corazón de María. Me dijo que tú no irías, que allá iría mi madre a llevarme y que después me quedaré sola.

 

Algún tiempo después, Francisco le dijo a Lucía:

– Me siento muy mal, me falta poco para ir al Cielo.

Lucía:

– Entonces ve y no te olvides de allá pedir mucho por los pecadores, por el Santo Padre, por mí y por Jacinta.

Francisco:

– Sí, voy a pedir. Pero pídele antes eso a Jacinta, que tengo miedo de olvidarme cuando vaya a Nuestro Señor, pues antes que nada lo quiero consolar.

 

En la obra de Nuestra Señora con los videntes de Fátima, un comienzo del triunfo del Inmaculado Corazón de María en las almas

 

Esta ficha tiene una gracia notable, pues nos indica una serie de aspectos grandes y pequeños de la obra de Nuestra Señora en esos tres niños.

 

Ante todo, debemos considerar el valor simbólico de la obra de Nuestra Señora en los niños. Se engañan los que imaginan que constituye una obra tan sólo sobre tres niños. Es una obra que transformó suavemente a esos tres niños de un momento para otro, por el simple hecho de las reiteradas apariciones de Nuestra Señora.

 

Inclusive, Nuestra Señora dijo que estaba molesta con uno de los niños, Francisco, que no oyó a Nuestra Señora por esa razón. Y por lo tanto puede ser considerado un convertido. Los tres mudaron extraordinariamente como consecuencia de las revelaciones.

 

Aquí tenemos algo parecido al Secreto de María. Es decir, una de esas acciones profundas de la gracia en el alma que se desarrollan sin que la persona se dé cuenta. Ella se va sintiendo cada vez más libre, más desinhibida para practicar el bien, y los defectos que la frenan y la unen al mal se van disolviendo. Y la persona crece en amor a Dios, crece en la voluntad de dedicarse, crece en la oposición al pecado, y todo eso se da maravillosamente dentro del alma.

 

De tal manera que el alma no traba las batallas grandes y metódicas de la ascensión admirable al Cielo, a la virtud, a la santidad, de aquellos que luchan de acuerdo con el sistema clásico de la vida espiritual, sino que Nuestra Señora las transforma de un momento para otro. Y si la obra de Nuestra Señora en Fátima fue así – especialmente con esos dos niños llamados a ir al Cielo –, bien podemos preguntarnos si esto tiene un valor simbólico, y si indica cuál va a ser la acción de Nuestra Señora sobre toda la Humanidad cuando Ella cumpla las promesas hechas en Fátima, y si es lícito prever el cumplimiento de las promesas de Fátima realizado a la manera de lo ocurrido con Jacinta y Francisco, más especialmente, como se considera en esta ficha.

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1) Cf. DE MARCHI, I.M.C., P. João. Era uma Senhora mais brilhante do que o Sol… Fátima: Edições Consolata. En la 7a. Edición (1978), el trecho resumido para el Dr. Plinio se encuentra en las páginas 251-267.

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