Anécdota del Dr. Plinio en la Constituyente

Publicado el 10/19/2019

El Dr. Plinio en Río de Janeiro

durante su legislatura

como Diputado en 1934

Al final, las enmiendas católicas fueron aprobadas y entraron en la Constitución, inclusive dos enmiendas más que inicialmente no estaban en nuestro programa y fueron presentadas durante los trabajos de la Asamblea Constituyente. Ellas fueron: la promulgación de la Constitución en nombre de Dios y el establecimiento de los efectos civiles del matrimonio católico.

 

¡Todo eso significaba una victoria católica sin nombre! Y el panorama católico en Brasil estaba ampliamente cambiado. La Iglesia aparecía como una potencia en nuestro país y las leyes brasileñas habían perdido, no toda, pero sí una buena parte de esa mala cara laicista que las caracterizaban anteriormente.

 

Nuestra Señora se quiso servir de mí como instrumento para lanzar la idea de la Liga Electoral Católica y hacer andar las negociaciones para su realización, utilizándome como uno de los propulsores del movimiento mariano que estaba en la raíz de la victoria de la LEC.

 

Entre tanto, a medida que iba siendo votada la Constitución, la Constituyente iba llegando a su fin, tanto así que ella aprobó un artículo diciendo que seis meses después de aprobada la Constitución, se disolvería. Y el problema para mí iba quedando cada vez más agudo bajo dos puntos de vista.

 

Primera pregunta, en cuanto a la Causa Católica: ¿Después de la Constituyente habría otro congreso con elección de diputados católicos, o se cerraría la LEC y todo volvería a ser como antes?

 

Segundo interrogante: ¿Si hubiese elecciones para diputados católicos, mi nombre sería incluido en esa lista? Si no, podría significar para mí la miseria, y con la miseria la pérdida de mi prestigio entre los congregados marianos. Si eso llegara a suceder, todo el impulso que yo venía dándole al movimiento católico, en el sentido de hacerlo contrarrevolucionario y de realizar los ideales que yo tenía a favor de la Iglesia, quedaba comprometido. Era, por tanto, mi apostolado el que quedaba comprometido, como también mis posibilidades de sobrevivir.

 

Entonces la pregunta aguda continuaba siendo: “¿Usted tiene coraje de aceptar todo, incluso el fracaso de su apostolado y no quedar como un hombre en procura de una carrera y que abandone la Causa Católica para ser un mero político?”

 

A pesar de los convites recibidos, Nuestra Señora me ayudó a optar por no abandonar la Causa Católica.

 

Estado de espíritu de Doña Lucilia

 

Cuento ahora un pequeño episodio para tener idea del estado de espíritu con el que Doña Lucilia acompañó mi elección y toma de posesión. El día de la instalación de la Constituyente fue de una gran solemnidad en Río de Janeiro, pues las ceremonias de la vida pública en aquel entonces se hacían con mucha más solemnidad que hoy.

 

Asistentes a la instalación de la Asamblea Constituyente. En destaque de izquierda para

derecha: Dr. João Paulo, Doña. Lucilia y Doña Rosée. Padre, madre y hermana de Dr. Plinio.

Mi madre era una señora enferma y no podía quedar mucho tiempo de pie. La llevé hasta la tribuna reservada a los familiares de los diputados, pero no pude acompañarla exactamente hasta su lugar porque la sesión ya iba a comenzar. Entonces, descendí corriendo al lugar reservado para los diputados y me puse de pie en el corredor central mirando la tribuna de los familiares procurando ver si ella estaba convenientemente acomodada. Cuando la vi sentada y mirándome la saludé y me fui a mi lugar.

 

Terminada la sesión, me dirigí al hotel con ella, mi padre y mi hermana. En la noche, después de la cena, antes de irnos a dormir, ella me dijo, espontáneamente, lo siguiente: “Tuve mucho placer en que fuera electo diputado y en asistir a la posesión. Sin duda, a su edad, es una cosa muy honrosa, con muchas posibilidades de prestarle servicios a la Religión. No tiene la menor idea de mi alegría de verlo como diputado católico”.

 

Se veía que ella no habría gustado, ni siquiera un poco, de que yo hubiese sido un diputado político.

 

“Pero lo más significativo fue el hecho de que en aquella hora de su posesión, se acordara de mí y verificara que yo hubiera encontrado lugar. Aquello me reveló de su parte un sentido del deber y un tal aprecio que yo ahora recuerdo eso”.

 

Los que se encuentran aquí en este auditorio pueden percibir cómo todas las preocupaciones políticas, de grandeza terrena quedaban para ella debajo de la Religión, de los vínculos afectivos y de otras cosas. No sé si serían muchas las madres que pensarían de esa manera. v

 

(Extraído de conferencia de 22/06/1973)

 

 

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