Ángeles proféticos

Publicado el 05/16/2019

Ciertamente hay un Ángel de la Guarda específico para cada vocación. Y así como hubo espíritus angélicos actuando en la creación del canto gregoriano, también deben existir Ángeles que estimulan dones naturales en quien posee una vocación profética.

 


 

Muchas veces el lenguaje de la Escritura, de la Iglesia, de la Liturgia se dirige a Dios pidiéndole directamente alguna cosa. Otras veces, rogamos a Dios, pero tomando en consideración a Nuestro Señor Jesucristo, es decir, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad encarnada. A veces pedimos por intermedio de los Santos, de los Ángeles y principalmente de Nuestra Señora.

 

Cadena de intermediaciones hasta Dios

 

Esos pedidos son hechos tomando en consideración que Dios actúa, en un inmenso número de casos – si no siempre – a través de intermediarios.

 

Anunciación del Ángel

a María – Museo de San

Marcos, Florencia, Italia

Cuando analizamos más detenidamente, vemos que esos intercesores están colocados, ellos mismos, en una línea de intermediación. De manera que, por ejemplo, rezamos a nuestros Ángeles de la Guarda, pero de hecho, actúan bajo la dirección de otros Ángeles más altos.

 

La cadena de intermediaciones hasta llegar a Dios es tan inmensa que no podemos escoger de modo totalmente lógico este o aquel intercesor, porque el número es demasiadamente grande para poder tenerlo enteramente presente. Entonces actuamos de acuerdo con ciertas apetencias internas del alma que, en la mayor parte de los casos, creo que son mociones de la gracia. Así, por ejemplo, nos dirigimos a nuestros patronos, o a un Santo que practicó especialmente una virtud que nos cuesta ejercitar, o, por el contrario, a un Santo que tuvo una particular facilidad en practicar cierta virtud; admiramos eso y se la pedimos a él, o recurrimos a nuestro Ángel de la Guarda, o aun a alguna persona fallecida de nuestra familia, en cuya virtud confiamos.

 

Es un panorama tal, que solo por esas mociones interiores, la persona, de hecho, puede escoger un procedimiento cercano a aquel que Dios quiere.

 

No se trata aquí de no hacer la voluntad del Creador. Porque si Él quiere que tanteemos en la penumbra, procediendo así estaremos haciendo su divina voluntad. En consecuencia, el problema de quien tantea en la penumbra no es saber cómo tantear cada vez como Dios desea sino, sobre todo, este: “Ya que la Providencia quiere que ande tanteando, me resigno a tantear. A pesar de que yo pueda no tantear bien, estaré haciendo lo que Dios quiere, incluso cuando me equivoque, porque Él me puso en la penumbra”.

 

Por eso, debemos actuar con el espíritu libre y confiado, conforme al impulso interno que tengamos, pidiendo ora una cosa, ora otra, desde que todo esté en la dirección de hacer la voluntad de Él, que es condición de todo bien.

 

Tener la mayor libertad posible dentro de la línea de los Mandamientos

 

Así, cuando un religioso ruega algo por medio de su Superior, o del Ángel de la Guarda, o de Nuestra Señora, soy propenso a creer que se mueve todo un engranaje sobrenatural, si es que se puede usar una palabra tan vulgar como “engranaje” para designar una realidad tan magnífica como es la interacción de todos los servidores de Dios, hasta llegar a los pies de su trono.

 

Comprendería que se hiciese una oración así: “Oh! vosotros a quienes yo no conozco, en el Cielo, pero por cuyo intermedio Dios quiere ser especialmente servido en esta ocasión, yo os pido que…”. Ya sea Ángel, sea Santo canonizado, o sea un alma santa que está en el Paraíso.

 

O entonces, si Dios quisiese la especial intercesión de una persona que no conozco, puedo pedir a mi Ángel de la Guarda que, por medio del Ángel de la Guarda de esa persona, la lleve a rezar por mí. Con toda apertura, con todo el espíritu filial, debo caminar así.

 

En materia de vida espiritual, soy muy propenso a que se tenga la mayor libertad posible dentro de la línea de los Mandamientos, naturalmente. Es decir, en aquello que no contraríe a Dios, tener mucha apertura.

 

Santa Teresita del Niño Jesús usaba esta expresión: “dis au juste que tout est bien!” – “Dígale al justo que todo está bien”. O sea, si está siguiendo el buen camino, viva tranquilo, no se complique ni se incomode.

 

Yo me inclinaría a pensar que Dios habitualmente – y tal vez siempre – no actúa directamente. Y que cuando rezamos directamente al Creador, nuestra oración debe pasar por los caminos de las intermediaciones hasta llegar a Él. Entonces pedimos a Dios porque sabemos que es el Donador de todos los bienes, pero lo correcto sería suponer que todas las gracias pasan por un número incontable de intermediarios, que ni siquiera sabemos bien quiénes son.

 

Cada vocación tiene su Ángel de la Guarda, y a veces es un Serafín

 

Para tener una idea, consideremos lo siguiente: ¿cada uno de nosotros, hasta Adán, ¿cuántos antepasados tiene? ¡Son incontables!

 

Entre tanto, si no conocemos la lista de todos nuestros antepasados hasta Adán, nuestros ancestros que estén en el Cielo, muy probablemente sí tienen conocimiento de todos sus descendientes. ¿Cuántos de nuestros antepasados estarán en el Cielo? ¿Cuántos se encontrarán en el Purgatorio? ¿Cuántos no estarán ni en el Cielo ni en el Purgatorio…? No lo podemos saber. Entre tanto, los que se salvaron ¿no rezan de modo especial por todos sus descendientes? Yo creo que sí.

 

Ahora bien, en la línea de esa descendencia, algunos tienen más realce y otros menos en los planes divinos. Naturalmente, los ancestros amarán más a aquellos con mayor importancia en los designios de Dios, y, por tanto, rezarán especialmente por éstos.

 

¿No sería algo muy razonable hacer una oración especial para pedir a nuestros antepasados que recen por nosotros? A mí me parece muy razonable, así como también rezar para que salgan del Purgatorio aquellos que allá estuviesen, a manera de un deber anexo a la obligación de honrar a padre y madre.

 

¿Y qué decir del recurso a los Ángeles?

 

Todos tenemos nuestros Ángeles de la Guarda. Hay ciertamente un Ángel de la Guarda específico para cada vocación. No me espantaría que fueran espíritus de la categoría de un Arcángel e incluso de un Serafín, según las condiciones especiales de cada vocación. Pues bien, ¿no sería razonable que recemos al Serafín que, a los pies de Nuestra Señora, está más especialmente rogando por nosotros, y pedir que él y toda la cohorte de los espíritus angélicos de él dependientes, recen continuamente por nosotros para que realicemos nuestra vocación? A mi modo de ver, en este abandono en que nos encontramos, si no recurrimos a los espíritus celestes privamos a nuestra lucha de elementos de defensa incomparables.

 

El canto gregoriano y el polifónico

 

¿Qué relación tiene eso con el profetismo? ¿En el espíritu de los que poseen una misión profética, hasta qué punto los Ángeles inspiran aquello que ellos deben pensar? ¿Cuál es el papel del Ángel y cuál el del profeta en la ejecución de una determinada misión terrena?

 

Tomen el canto gregoriano. No hubo un “Cristóbal Colón” del canto llano, que haya descubierto esa “América” del mundo sonoro… Existieron, sin duda, grandes compositores, muchos de ellos anónimos. Si bien probablemente en su gran mayoría no hayan sido canonizados, la fuente del canto llano corresponde a un movimiento de santidad dentro de la Iglesia.

 

El ministerio de los Ángeles, por Gustavo Doré

A pesar de no confundirse con la santidad, ese movimiento constituye una cierta forma de virtud, que puede estar en el conjunto de las virtudes de un santo y hacer un bien enorme. ¡No hay palabras para expresar el bien que el canto llano ha hecho! Pero, por algún designio de la Providencia, tal vez los mayores hombres de ese estilo de música, quedaron en el anonimato.

 

Entonces, alguien podría decir: “Tal santo no sabía canto gregoriano, mientras que tal otro era el ´rey del canto llano´. ¿Alguno de los dos no fue santo?”

 

Respondo: No, son formas de virtudes especiales. Como, por ejemplo, uno es gran filósofo, otro es un excelente artista, etc. Son dones naturales que Dios hizo iluminar por la gracia. En esos casos, la santidad consistía también en hacer valer aquel don, natural y sobrenatural, recibido de Dios. Si no hiciesen valer eso, no serían santos. Pero no quiere decir que todos los santos deberían haber tenido ese don.

 

Parece que en el nacimiento del gregoriano entró una acción angélica. Porque en él hay una cierta forma de belleza superior a la imaginación humana.

 

Esa acción angélica se hizo sentir en cuanto Ángeles actuando sobre hombres probablemente con talentos afines. Y de la conjugación del talento afín con la acción del Ángel brotó una belleza que el talento humano solo, nunca daría. De manera que al escuchar ciertas músicas del canto llano – en mi opinión, también del polifónico – decimos. “No es posible; ¡esto no lo compuso un hombre!” Entró una acción angélica.

 

Entonces, así como podemos imaginar Ángeles de las melodías celestes y terrenas, ¿no podríamos conjeturar Ángeles que actúan estimulando dones naturales y reflexiones en quien tiene una vocación profética? ¿Ángeles, ellos mismos, teniendo por naturaleza y por gracia mucha cosa de profético, y que serían Ángeles proféticos, patronos de aquellos que deben ejercer una misión profética? Mucho me complace esa hipótesis.

 

(Extraído de conferencia de 4/10/1986)

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