El arquitecto del Big Ben

Publicado el 10/20/2017

Un artista genial y poco conocido proyectó la famosa torre símbolo de la puntualidad británica. ¿Quién fue él?

 


 

Entre los numerosos visitantes que acuden a la ciudad de Londres, no hay ninguno que no tenga como principal objetivo de su viaje conocer el edificio del Parlamento y contemplar de cerca la imponente Elizabeth Tower, o Torre del Big Ben, como se la conoce habitualmente.

 

Que en lo alto de ella se encuentra el reloj más famoso del mundo, símbolo de la puntualidad británica, es algo que nadie ignora. Sin embargo, pocos conocen que su esbelto diseño es fruto de la genialidad de un arquitecto católico que hizo de la propagación del arte cristiano un instrumento de evangelización: Augustus Welby Northmore Pugin.

 

Hijo de un aristócrata francés emigrado a Inglaterra durante la Revolución Francesa, nació el 1 de marzo de 1812 en Bloomsbury, un barrio del centro de Londres. Educado dentro de los cánones más estrictos del protestantismo —como él mismo afirmaba—, su formación religiosa estuvo marcada desde muy temprano por una serie de prejuicios contra la Iglesia, llevándolo a despreciar a la religión que años después abrazaría con sincero entusiasmo.

 

“Han visto mis ojos la salvación’”

 

Desde su adolescencia se dedicó ardorosamente al estudio del arte, destancándose enseguida por su singular talento. Siendo todavía muy joven, elaboró sus primeros proyectos conjuntamente con su padre, que era un renombrado ilustrador y teórico de la arquitectura medieval. Con tan sólo 19 años asumió importantes trabajos, como el diseño de muebles y piezas decorativas para el Castillo de Windsor, una de las residencias oficiales de la familia real británica.

 

A continuación, sus ojos se

fijaron en una inmensa

guirnalda

de flores doradas

La Anunciación – Catedral

de Núremberg

(Alemania)

También se dedicó con empeño al estudio de la arquitectura antigua. Y, precisamente, hojeando libros sobre los orígenes del arte cristiano fue cuando se encontró con un asunto que abrió un nuevo campo en sus pensamientos, y que ejerció una decisiva influencia en su conversión: la liturgia católica.

 

“¡Con qué placer empecé a escudriñar cada parte de esas construcciones gloriosas para cuyas celebraciones litúrgicas habían sido erigidas! Entonces descubrí que las ceremonias a las que solía asistir y admirar no eran sino un remanente frío y sin corazón de las glorias del pasado, y que las oraciones que en mi ignorancia había atribuido a la piedad de la Reforma, en realidad sólo conservaban fragmentos extraídos de los solemnes y perfectos ritos de la antigua Iglesia. […] En oposición a esto, consideré la Iglesia Católica; que existía con la sucesión apostólica ininterrumpida, que transmitía la misma fe, los sacramentos, y las ceremonias inmutables, sin alteraciones en todos los climas, lenguas y naciones”.1

 

En el período de 1832 a 1834 —años determinantes para su conversión— viajó por varios países, con el objetivo de conocer las principales construcciones góticas de Europa. Una de ellas le llamó la atención de un modo especial: la iglesia de San Lorenzo, en Núremberg. Al entrar en ella, Pugin se sorprendió con la magnificencia del edificio sagrado, considerado como uno de los ejemplares más bellos de la arquitectura gótica alemana.

 

Empezó por detenerse en apreciar las esbeltas columnas de la nave central, los vitrales y los altares laterales. A continuación, sus ojos se fijaron en una inmensa guirnalda de flores doradas, suspendida sobre el presbiterio. Y, absorto, contempló la hermosa imagen de la Virgen María colocada en el centro de ese enorme círculo floral, recibiendo del arcángel Gabriel el anuncio de que sería la Madre de Dios.

 

Movido por el fuerte sentimiento de admiración que sintió ante aquella representación, más tarde le confió a un amigo que “podía haber repetido el canto de Simeón sin ser irrespetuoso: ‘Ahora, Señor, puedes dejar ir a tu siervo en paz, según tu palabra; porque han visto mis ojos la salvación’ (Lc 2, 29-30)”.2

 

“Me convertí en un humilde, pero auténtico, miembro fiel”

 

Su encanto por el esplendor de la liturgia católica aumentaba cada día y no resistió mucho tiempo a la “fuerza irresistible de la verdad”, según sus propias palabras.

 

El deseo de revestir de belleza la casa de Dios fue una

de sus aspiraciones más constantes

Retratode Augustus Pugin, National Portrait Gallery

de Londres, y algunas de sus obras: exterior de la

catedral de Saint Aidan, Enniscorthy (Irlanda);

baptisterio y altar principal de la

iglesia de Saint Gilles, en Cheadle (Inglaterra);

e interior de la catedral de Birmingham (Inglaterra)

“Por más de tres años —explica— perseguí sinceramente el estudio de tan importante tema; y la fuerza irresistible de la verdad iba penetrando en mi corazón, entregué gustosamente mi falible juicio a las decisiones infalibles de la Iglesia y, abrazando de corazón y de alma su fe y disciplina, me convertí en un humilde, pero auténtico, miembro fiel”.3

 

En otra ocasión, Pugin manifestó con más claridad la influencia del arte cristiano en su conversión: “Aprendí las verdades de la Iglesia Católica en las criptas de las viejas catedrales de Europa. Busqué la verdad en la moderna Iglesia de Inglaterra y descubrí que desde su separación del centro de la unidad católica, poco de verdad había y ninguna vida. Así que sin haber conocido a ningún sacerdote, sólo a través de la misericordia de Dios, decidí entrar en su Iglesia”.4

 

De aquí en adelante, Pugin consagró lo mejor de su talento al servicio de la Iglesia, pues en su alma ya no existía distinción “entre su fe y su arte”.5 Su capacidad creativa se manifestó prodigiosamente en las catedrales católicas de Birmingham (Inglaterra) y Enniscorthy (Irlanda), en iglesias como la de de Saint Gilles, en Cheadle (Inglaterra), pero también en el diseño de utensilios sagrados, púlpitos o altares.

 

Revestir de pulcritud la Casa de Dios

 

El deseo de revestir de belleza la casa de Dios fue destacado por uno de sus biógrafos como una de sus aspiraciones más constantes. Y tan fuerte era ese deseo que el autor aplicó al arquitecto las palabras del rey profeta: “me consume el celo de tu casa” (Sal 68, 10).6

 

En su entusiasmo por las celebraciones litúrgicas, insistía que debían ser siempre realizadas con pompa y esplendor. Esto le llevó a regalar ricos ornamentos de oro y púrpura para que se usaran en la solemne ceremonia de inauguración de la iglesia de Santa María, en Derby.

 

Su radio de acción se extendió también al ámbito académico. Escribió varios libros sobre liturgia y arquitectura, gracias a los cuales es considerado uno de los teóricos más influyentes de la arquitectura británica del siglo XIX. Con tan sólo 25 años fue nombrado profesor de Historia Eclesiástica en Scott y publicó en seguida un glosario sobre la vestimenta y los ornamentos eclesiásticos. En su principal obra, titulada Contrastes, establece un paralelo entre las construcciones medievales y los edificios erigidos en su tiempo, señalando la superioridad de las primeras.

 

El proyecto de la Torre del Big Ben

 

El 16 de octubre de 1834 un incendio de enormes proporciones destruye casi todo el antiguo palacio de Westminster, cuyos orígenes se remontan al siglo XI. Para sustituirlo, la Cámara de los Lores decidió construir un nuevo edificio que sobrepasase al anterior en belleza y magnificencia. Pugin, que contaba con 24 años, fue uno de los elegidos para proyectarlo.

 

Fue bajo el signo del dolor

y del sufrimiento cristianos

que Pugin proyectó la Torre

del Big Ben

La construcción se prolongó muchos años y en 1850 aún faltaba el proyecto de la Torre del Reloj. En ese período, Pugin se vio afectado por una enfermedad que iba paulatinamente debilitando su fuerza física, pero no su genio creador. Aun encontrándose gravemente enfermo, Sir Charles Barry decidió encargarle el diseño de la torre.

 

Al sentir que le quedaba poco tiempo de vida, Pugin afirmó: “Debemos trabajar por la causa mientras tengamos aliento”.7 Y nunca, según le confió a un amigo, había trabajado tan arduamente como en la preparación de ese proyecto.

 

Muchas veces, al contemplar las paredes de las catedrales o estudiar los textos litúrgicos, Pugin meditaba sobre el admirable duelo de la vida y de la muerte. Ahora veía cómo esa batalla se libraba en su propio cuerpo. Unos días antes de fallecer hizo este testimonio de sí mismo: “He aprendido a amar a Dios en tan alto grado que la muerte no tiene nada de terrible ante mis ojos. Me siento resignado como si tuviera que hacer un viaje”.8 Con estas disposiciones entregó a Dios su alma el 14 de septiembre de 1852, tras haber recibido los últimos sacramentos.

 

Por lo tanto, fue bajo el signo del dolor y del sufrimiento cristianos que Pugin proyectó la Torre del Big Ben, legando a Inglaterra uno de sus símbolos más conocidos. En ella se conjugan fuerza y delicadeza, estabilidad y elevación. Serena y afable, representa la estabilidad de los valores perennes que jamás cambiarán.

 


 

FERREY, Benjamin. Recollections of A.N. Welby Pugin, and His Father Augustus Pugin; with Notices of Their Works. Londres: Stanford, 1861, pp. 103-104.

2 HILL, Rosemary. God’s Architect. Pugin and the Building of Romantic Britain. New Haven: Yale University Press, 2009, p. 126.

3 FERREY, op. cit., p. 104.

4 WILLIAMSON, Claude C. H. Great Catholics. Nueva York: Macmillan, 1939, p. 319.

5 HILL, op. cit., p. 4.

6 Cf. FERREY, op. cit., p. 109.

7 HILL, op. cit., p. 474.

8 Ídem, p. 481.

 

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