La convivencia entre los ángeles

Publicado el 10/17/2017

align=”justify” style=”color: #990000; border: 0px none; margin: 14px 0px; padding: 0px; font-family: ‘Trebuchet MS’,Georgia,Helvetica,sans-serif; font-size: 16px; font-weight: bold;”>EL relato de los ángeles superiores a los inferiores

 

Los ángeles están dispuestos en jerarquía perpendicularmente. Cada superior ve más, quiere con más fuerza, ama con más ardor, combate con más eficacia, su alabanza tiene más resonancia, su presencia más calor, su misión más gloria que el inferior.

 

align=”justify” style=”color: #990000; border: 0px none; margin: 14px 0px; padding: 0px; font-family: ‘Trebuchet MS’,Georgia,Helvetica,sans-serif; font-size: 12px; font-weight: bold;”>Ángel con turíbulo – Catedral

de Bolzano, Italias

El verdadero gráfico de los ángeles no sería una pirámide que apoya su base en otra pirámide y así por delante. La perspectiva sería un hilo de espíritus puros que llegaría hasta un lugar donde nadie llega, ni siquiera ellos mismos: el trono de Dios.

 

Y en el ápice – ¡tan en el ápice que no sé ni qué decir! – está Nuestra Señora. Nuestro Señor Jesucristo es la segunda Persona de la Santísima Trinidad encarnada. Su naturaleza humana está ligada a la divina por la unión hipostática. Nuestra Señora es una mera criatura. Ella está en una cumbre en relación con los ángeles, que cantan maravillados sin poder entender enteramente.

 

Pero ellos, a lo largo de ese hilo esplendoroso, tienen secciones. Una es la de los Serafines, otra la de los Querubines, después la de los Tronos, de las Dominaciones, de las Potestades, de los Principados, de los Arcángeles y de los Ángeles. Estos últimos son denominadores comunes entre los cuales hay jerarquías.

 

Cada ángel ve a Dios cara a cara, sin embargo los más elevados le hacen un relato a los inferiores sobre el Omnipotente de lo que no les fue posible ver. El más alto le dice al inferior, con amor y solicitud: “Príncipe, hermano mío, vi tal cosa y tal otra cosa.” Y el que recibe la noticia le cuenta al que está abajo: “A ti, Príncipe, hermano mío…”, y así sigue el mensaje, la información celestial. Cada uno de los que habla con el de más abajo cuenta lo que los ángeles más elevados le dijeron y lo que él mismo vio de Dios.

 

De tal manera que, cuando llega a la base – ¡cuán por encima de nosotros! –, esta recibe un caudal de comunicaciones, de incitamientos, de estímulos, de ennoblecimientos, y canta la gloria de las jerarquías superiores como un modo de cantar a Dios. Y todos los afectos, todos los respetos que bajan, suben a modo de acción de gracias y de alabanza.

 

Es la convivencia eterna entre los ángeles en la que, a pesar de ver a Dios cara a cara, cada ángel es la razón de ser de una alegría enorme para el otro, y la corte angélica nada en sus alegrías eternas.

 

align=”justify” style=”color: #990000; border: 0px none; margin: 14px 0px; padding: 0px; font-family: ‘Trebuchet MS’,Georgia,Helvetica,sans-serif; font-size: 16px; font-weight: bold;”>Vivir es sentir saudades de las cumbres

 

Debemos recordar de paso, que existen lugares vacíos en esa corte, y serán almas de criaturas humanas las que llenarán esos lugares. Y existe, por ejemplo, la tesis indeciblemente simpática de que San José hace parte del coro de los Serafines. ¡Él está en lo más alto, de lo más alto, de lo más alto, que
pueda existir, pues es el esposo de la Santísima Virgen!

 

Así, esos lugares vacíos son llenados por gente de la plebe de la Creación ennoblecida por los planes de Dios, por la Iglesia Católica y por la gracia. Y en la Tierra, a lo largo del tiempo, los designados para eso – tal vez todos los hombres, no se sabe bien cómo es esa distribución –, están siendo promovidos
para que obtengan el trono que los espera en el Cielo, según los planes de Dios.

 

* * *

 

Nunca percibí en concreto nada que me diese la impresión más especial de un ángel ayudándome, pero si sé que ellos auxilian, y les agradezco desde lo más profundo de mi alma. Tengo certeza de que nuestros Ángeles de la Guarda tienen como preocupación especial elevar nuestras almas al deseo de las cosas celestiales. No es una mera ansia de llevar una buena vida en el Cielo, sino un deseo de conocer las cosas celestiales, incluso independiente de la felicidad que el Paraíso concede. De tal modo que Santa Teresa – bien española en su santidad – le decía a Dios: “¡Que aunque no hubiese Cielo yo te
amara y aunque no hubiese infierno te temiera!” Así es como debemos concebir el Paraíso.

 

align=”justify” style=”color: #990000; border: 0px none; margin: 14px 0px; padding: 0px; font-family: ‘Trebuchet MS’,Georgia,Helvetica,sans-serif; font-size: 12px; font-weight: bold;”>28: El Dr. Plinio en septiembre de 1991

Para considerar bien las cosas del Cielo, necesitamos observar las cosas de la Tierra, creadas por Dios a la manera del Cielo. Ante todo la Iglesia Católica y después los diferentes seres materiales.

 

Es menester que tengamos una conformación de alma por la cual, mediante una selección bien realizada, conozcamos lo que debemos conocer, mirando siempre hacia lo que eso conduce de más alto.
Ese es el movimiento de nuestra alma hacia el Cielo.

 

Tengo la certeza de que el Ángel de la Guarda de cada uno de nosotros nos ayuda especialmente
a eso.

 

Un alma angeliforme, consonante con su Ángel de la Guarda, es aquella que en cada circunstancia procura lo más elevado y vive a la procura de lo más elevado.

 

Así, debemos entender que nuestros Ángeles de la Guarda quieren eso de nosotros, y que sólo nos hacemos unos con ellos si toda nuestra vida estuviere orientada hacia lo más alto. Para que el alma sea así es necesaria evidentemente la ayuda de los ángeles. Yo le agradezco desde el fondo de mi alma a mi Ángel de la Guarda, a Nuestra Señora y a Dios Nuestro Señor, de quien parte todo el bien que la Santísima Virgen distribuye. Vivir no es comer, beber y dormir, pasear vegetar. Vivir es sentir esas saudades de las cumbres.

 

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1) Del francés: Bella Época. Período entre 1871 y 1914, durante el cual Europa experimentó profundas transformaciones culturales, dentro de un clima de alegría y de brillo social. Ver Dr. Plinio, No. 172, p. 29-31.

(Revista Dr. Plinio, No. 223, octubre de 2016, pp. 24-30, Editora Retornarei Ltda., São Paulo – Extraído de una conferencia del 6.12.1980).

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