Meditación para el primer sábado – 5o Misterio Glorioso – La Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo

Publicado el 04/01/2016

Meditación para el primer sábado

 

5o Misterio Glorioso

La Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo

 

Alegrías de la Pascua

Preanuncio de nuestra gloria en el Cielo

 

Introducción:

 

Atendiendo al pedido de Nuestra Señora en Fátima, vamos a dar inicio a nuestra devoción reparadora del Primer Sábado, en desagravio a las ofensas cometidas contra el Inmaculado Corazón de María. Esta reparación consiste en la confesión y comunión, en la recitación de un rosario y en la meditación de los misterios del Rosario. Recordemos que para quien practica esta devoción, Nuestra Señora prometió gracias especiales de salvación eterna.

 

Hoy meditaremos el 5o Misterio Glorioso, la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. Es el misterio esencial de nuestra Redención, cuyas alegrías y ‘aleluyas’ se extienden por cincuenta días. Se trata de un período de júbilo, para significar el pasaje de la vida anterior, marcada por la culpa original, para la vida nueva, traída por Jesús, abriendo las puertas del Cielo, que estaban cerradas para la humanidad.

 

Composición de lugar:

 

Hagamos nuestra composición de lugar. Imaginemos una mañana de domingo resplandeciente, un cielo luminoso, una temperatura amena, la naturaleza alegre y exuberante. En este escenario, un sepulcro en la roca abierto, al cual nos aproximamos ansiosos. Dentro de él, algunos tejidos puestos en el suelo. El sudario que estaba sobre la cabeza de Jesús, en un lugar aparte, doblado. (Jn. 20, 6-7)

 

Oración preparatoria:

 

Padre nuestro, Ave María y Gloria.

 

Evangelio de San Juan (20 1-9): “1 El primer día de la semana, María laMagdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. 2 Echó a correr y fue donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto». 3 Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. 4 Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; 5 e, inclinándose, vio los lienzos tendidos; pero no entró. 6 Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio los lienzos tendidos 7 y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no con los lienzos, sino enrollado en un sitio aparte. 8 Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. 9 Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.”

 

“Sagrada Biblia (Versión Oficial de la Conferencia Episcopal Española)”.

 

I – Las alegrías de la Pascua del Señor

 

Delante del misterio que meditamos hoy, el mayor sentimiento que debe ocupar nuestras almas, e inundarlas de esperanza consoladora, es la felicidad de poderconsiderar con inmensa alegría la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.

 

1- Las pérdidas que Jesús sufrió en la Pasión

 

Como nos enseña San Alfonso María de Ligorio, Nuestro Señor perdió en su dolorosísima Pasión las cuatro especies de bienes que el hombre puede poseer en esta tierra. Perdió sus vestidos, hasta la extrema desnudez. Perdió su reputación por los desprecios más abominables. Perdió la salud robusta y floreciente que tenía, por los malos y más crueles tratos. Perdió, por fin, la vida, por una muerte atroz e infamante en lo alto de la Cruz.

 

2- Gloriosa reconquista de todo lo que perdió

 

Sin embargo, al resurgir glorioso de la muerte y salir triunfante del fondo del sepulcro, Jesús, glorificado, recibe nuevamente todo lo que perdió. El que era pobre, aquí hecho riquísimo y Señor de toda la tierra. El que era considerado gusano y oprobio de los hombres, aquí coronado de gloria. El que hasta hace poco era un varón de dolor y sufrimiento, aquí dotado de una fuerza nueva y de una vida inmortal e impasible. Y el que había sido muerto, aquí resucitado por su propia virtud, con su cuerpo glorioso.

 

3 – Rindamos nuestro homenaje a Cristo Resucitado.

 

Cristo resucitado se volvió esperanza viva y triunfante de todos los justos que adormecen en el Señor. Detengámonos un instante para tributar nuestro homenaje. Hagamos un acto ardoroso de fe en la Resurrección y aproximémonos de Él para besar en espíritu sus cinco llagas glorificadas. Alegrémonos con Él por haber salido victorioso del sepulcro, vencedor de la muerte y del infierno, y digamos con todos los santos: “El Cordero que fue inmolado por nosotros, es digno de recibir el poder, la divinidad, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la bendición para siempre”.

 

II – Preanuncio de la gloria reservada a los bautizados.

 

Alegrémonos con Jesucristo, pero también quedemos alegres por nosotros mismos, porque la resurrección de Nuestro Señor es la certeza de la nuestra, si, al menos, como dice San Pablo, primero renunciamos interiormente al apego y amor a las cosas terrenas: “Si morimos como Él, con Él también viviremos” (2 Tim 2,11).

 

1 – Resucitados con Cristo, desapeguémonos de lo que nos desvía del Cielo.

 

El Salvador nos obtuvo una vida nueva, infinitamente mas valiosa que la humana: la participación en la propia vida divina. Y este tesoro merece ser tratado con especial cariño, dirigiendo nuestro amor en el rumbo cierto, como nos recomienda el Apóstol. Así, una vez muertos para los vicios y resucitados como Cristo, orientemos nuestra preocupación para lo que viene de lo alto y no para las cosas concretas, que desvían los ojos y el corazón de nuestro destino eterno. Como los difuntos, que al dejar esta Tierra no se ocupan más de sus antiguos quehaceres. ¡Cuánta nerviosismo, fruto del egoísmo y de la vanidad! ¡Cuánta ilusión con el mundo, los elogios, la repercusión social! ¡Cuánta atención a la salud y al dinero! Preocupaciones que al no ser observadas con el debido cuidado, podrán arrastrarnos y cubrir nuestros horizontes, pues constituyen una falta contra el Primer Mandamiento, tan poco considerado en nuestro examen de conciencia.

 

No basta preguntarnos: ¿Qué hice? Es necesario buscar en nuestro subconsciente, por qué lo hice, para tener un perfecto conocimiento de nuestros pecados y seguido de verdadero arrepentimiento.

 

2- Nosotros también resucitamos

 

La Resurrección de Cristo nos inunda de esa dulce esperanza: ¡nosotros también resucitamos! Por el poder divino, retomaremos el mismo cuerpo que ahora tenemos, pero hermoso y resplandeciente como el sol. Podemos decir con Job: “Yo se que mi Redentor vive y que el último día surgiré de la tierra, y seré nuevamente revestido de mi piel, y en mi propia carne veré a mi Dios. Esta esperanza mía, está depositada en mi pecho” (Jo 19,25).

 

III – Bajo la protección de María, aguardemos confiados nuestra Resurrección

 

Después de nuestra resurrección, la contemplación de Dios nos cumulará de inmensa alegría, de paz y de consolación, que jamás acabarán. Si bien nuestros ojos carnales no fueron hechos para ver a Dios, en este estado de gozo espiritual, el cuerpo acompañe al alma debido a la entrañada unión existente entre ambos. Como afirma San Pablo, por un don divino, trasparecerán en el exterior las maravillas puestas en el interior: “Cuando Cristo, vuestra vida, aparezca en su triunfo, entonces, vos apareceréis también con Él, revestidos de gloria” (Col 3,4). La resurrección producirá en cada Bienaventurado, una tan grande transformación que no nos reconoceremos más.

 

El futuro que nos aguarda, es tan superior a cualquier expectativa que no somos ni siquiera capaces de idear como será: “Cosas que los ojos no vieron, ni los oídos oyeron, ni el corazón humano imagino, tales son los bienes que Dios tiene preparado para aquellos que Lo aman” (I Cor 2,9).

 

1- Nuestra Señora nos recibirá junto a su Divino Hijo

 

Unidos a María Santísima y bajo su maternal amparo debemos confiar plenamente en nuestra resurrección. Ella, la Virgen Fiel, fue la única que conservó impertérrita la certeza y la fe en la resurrección de Jesús, cuando todos se habían dejado postrar, después de la muerte cruel del Redentor en lo alto del Calvario, por la duda, por el miedo y el desánimo. Nuestra Señora, sin embargo, que permaneciera de pié junto a la Cruz, “de pié” conservó en su alma inmaculada la certeza de la Resurrección durante los tres días que antecedieron a la gloriosa mañana de la Pascua. Ella creyó y esperó, y no fue confundida en su fe. María, que, por la voluntad divina, nos precedió en el Cielo en cuerpo y alma, nos ha de recibir resucitados, junto a nuestro adorable Salvador.

 

Súplica final

 

Pidamos, entonces, a Jesucristo, Nuestro Señor, que nos conceda, en su infinita misericordia, la plenitud de la vida sobrenatural conquistada por su Muerte y Resurrección. Y le decimos, junto con San Alfonso María de Ligorio:

 

“Mi amabilísimo Jesús, os doy gracias porque por vuestra muerte adquiristeis para mi el derecho a poseer la bienaventuranza eterna. Por vuestra Resurrección, aviváis mi esperanza de resurgir, como Vos, glorioso en el ultimo día, para estar unido a Vos y a vuestra Madre Santísima, glorificándoos y amándoos para siempre.

 

Es verdad que en el pasado os ofendí con mis pecados. Pero ahora, me arrepiento de todo corazón y Os pido, por vuestra Resurrección y por los ruegos de María, que no me dejéis caer más en la tentación, mas libradme del mal. Amén”.

 

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“Caballeros de la Virgen” es una Fundación de inspiración católica que tiene como objetivo promover y difundir la devoción a la Santísima Virgen María y colaborar con la “La Nueva Evangelización” , la cual consiste en atraer los numerosos católicos no practicantes a una mayor comunión eclesial, la frecuencia de los sacramentos, la vida de piedad y a vivir la caridad cristiana en todos sus aspectos. Como la Iglesia Católica siempre lo ha enseñado, el principal medio utilizado es la vida de oración y la piedad, en particular la Devoción a Jesús en la Eucaristía y a su madre, la Santísima Virgen María, mediadora de las gracias divinas. Sus miembros llevan una intensa vida de oración individual y comunitaria y en ella se forman sus jóvenes aspirantes.

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