Comentario al Evangelio – 20º Domingo del Tiempo Ordinario – La fe todo lo alcanza

Publicado el 08/20/2017

 

– EVANGELIO – LA MUJER CANANEA

 

21 Al salir Jesús de allí, se retiró a la región de Tiro y Sidón. 22 En esto, una mujer cananea venida de aquellos contornos se puso a gritar: «¡Señor, Hijo de David, ten piedad de mí! Mi hija es cruelmente atormentada por un demonio». 23 Pero él no le respondió palabra. Acercándose sus discípulos, le suplicaban diciendo: «Atiéndela, pues viene gritando detrás de nosotros». 24 Él respondió: «No he sido enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel». 25 Pero ella se acercó, y postrándose ante él, le dijo: «¡Señor, ayúdame!» 26 Él le respondió: «No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos». 27 Pero ella le dijo: «Así es, Señor, pero también los perritos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos». 28 Entonces Jesús le dijo: «¡Oh mujer, grande es tu fe! Hágase como quieres». Y desde aquel instante quedó curada su hija. (Mt 15, 21-28)

 


 

Comentario al Evangelio – 20º Domingo del Tiempo Ordinario – La fe todo lo alcanza

 

“Verbum Domini manet in æternum”, la palabra de Dios permanece eternamente. El Evangelio de hoy sobre la fe de la cananea es –y siempre será– actual. ¿Cómo obtener lo que necesitamos y pedimos? ¿Cuál es la relación entre fe y oración? Los presentes comentarios son muy útiles para nuestra vida espiritual.

 


 

I – Introducción: Judíos y Cananeos

 

Los enemigos de Jesús estaban irritados en extremo con la predicación de una doctrina nueva, dotada con el poder de atraer y convertir. El Divino Maestro, en su infinita Sabiduría, decidió retirarse por un tiempo de la presencia de sus adversarios por razones diplomáticas, a fin de calmar sus ánimos exaltados. Era la actitud más indicada en tales circunstancias, según se deduce de lo contado por dos evangelistas (1). Atravesando la Galilea superior al noreste, se hallaba el territorio de Tiro y Sidón (en el Líbano de hoy), habitado por paganos de etnia cananea, muy hostiles a los judíos de entonces, según nos dice el famoso historiador hebreo Flavio Josefo (2).

 

Los intérpretes discuten si Jesús entró o no a esas ciudades fenicias. Algunos se guardan una buena porción de dudas, en vista del sentido vago de las expresiones utilizadas por ambos Evangelios cuando se refieren a ese viaje, pese a mencionar explícitamente la región. Otros argumentan en sentido opuesto, recordando que Elías ya había estado en esos parajes (3) preguntándose la inconveniencia de que el Divino Maestro entrara a tierras paganas, aun cuando no ejerciera su ministerio en ellas.

 

El fondo del asunto se vincula a hechos más antiguos.

 

Al volver del cautiverio en Babilonia, el pueblo judío tardó más de un siglo en reocupar Palestina (del 538 a. C. al 398 a. C.). En cierto período (aprox. el 458 a. C.), un segundo núcleo de retornados trajo consigo a una figura ejemplar, Esdras, que contaba entre sus varias iniciativas la de revitalizar las costumbres y preceptos prescritos por Moisés, de manera muy especial lo concerniente a casamientos mixtos. En esa ocasión, todas las mujeres cananeas fueron excluidas del pueblo judío junto a sus respectivos hijos (4). En un período posterior, Nehemías, otro profeta imbuido de santo celo, expulsó de Jerusalén a los comerciantes de la ciudad de Tiro, y tomó severas medidas para separar al pueblo elegido de los extranjeros (5).

 

II – Comentario al Evangelio

21 Al salir Jesús de allí, se retiró a la región de Tiro y Sidón.

 

Los cananeos eran, por lo mismo, un pueblo que los judíos no podían buscar de ningún modo. De eso arranca la perplejidad de algunos comentaristas, que buscan una explicación más cómoda para el contenido de este versículo. Mayor es el asombro si recordamos que el propio Jesús había prohibido a sus discípulos cualquier incursión en territorios paganos.

 

En realidad, el Divino Maestro ingresó a esas tierras para ocultarse y no para predicar. Pero, por el simple hecho de permanecer varias semanas allá, y sobre todo por la amplia difusión de su fama, no tardó en notarse su presencia. Según relatan Marcos (3,8) y Lucas (6,17), algunos habitantes de esa región ya habían asistido a la predicación de Jesús en Palestina. Además, es indispensable recordar hasta que punto el porte y grandeza del Hombre-Dios llamaban poderosamente la atención sobre su persona desde la primera mirada. Eso provoca la es cena que veremos enseguida.

 

Una mujer que rompe los erróneos esquemas vigentes

22 En esto, una mujer cananea venida de aquellos contornos se puso a gritar: "¡Señor, Hijo de David, ten piedad de mí! Mi hija es cruelmente atormentada por un demonio".

 

Los comentaristas subrayan el carácter inesperado de la aparición de esa mujer, como también su profundo respeto hacia el Maestro. ¿Por qué Mateo quiso acentuar que era "cananea"? Maldonado responde: "Crisóstomo hizo notar que el Evangelista dijo justamente que esa mujer era cana nea para que su fe se mostrara más admirable, dado que, en opinión de los judíos, los cananeos eran los más impíos de los gentiles" (6).

 

Sobre la virtud de esa mujer, dice la Glosa: "Gran fe se advierte en esas palabras de la cananea: cree en la divinidad de Cristo cuando lo llama 'Señor', y en su humanidad cuando le dice 'Hijo de David'" (7).

 

Algunos exegetas, admirados con esa proclamación, llegan a proponer la hipótesis de que -a esa altura- la cananea hubiera abandonado ya los cultos idólatras tan difundidos en Tiro y Sidón. Hija de padres paga nos, rodeada por dioses falsos, cuando sus relaciones sociales le imponían una visión equívoca sobre la religión, rompe con todos y adopta la verdadera fe. Su virtud es heroica en medio de la corrupción del mundo; su corazón es sincero y recto, libre de malicia y lleno de fervor. ¡Qué gloria para esa mujer, qué lección para los días de hoy!

 

Vivimos inmersos en un pavoroso relativismo, como afirmó nuestro Papa Benedicto XVI, gloriosamente reinante, en la Misa Pro Eligendo Romano Pontifice:

 

"¡Cuántos vientos de doctrina hemos conocido durante estos últimos decenios! ¡Cuántas corrientes ideológicas! ¡Cuántas modas de pensamiento!… La pequeña barca del pensamiento de muchos cristianos ha sido zarandeada a menudo por estas olas, llevada de un ex tremo al otro: del marxismo al liberalismo, hasta el libertinaje; del colectivismo al individualismo radical; del ateísmo a un vago misticismo religioso; del agnosticismo al sincretismo, etcétera".

 

Cada día nacen nuevas sectas y se realiza lo que dice san Pablo sobre el engaño de los hombres, sobre la astucia que tiende a inducir a error (Cf. Ef. 4, 14). A quien tiene una fe clara, según el Credo de la Iglesia, a menudo se le aplica la etiqueta de fundamentalista. Mientras que el relativismo, es decir, dejarse "llevar a la deriva por cualquier viento de doctrina", parece ser la única actitud adecuada en los tiempos actuales. Se va constituyendo una dictadura del relativismo que no reconoce nada como definitivo y que deja como última medida sólo el propio yo y sus antojos." (8).

 

El mundo actual recorre desde ha ce mucho un camino contrario al de la cananea, es decir, cada vez se paganiza más y huye del Salvador. En el fondo, atravesamos la peor crisis de fe ocurrida en la Historia, sumergidos en un laicismo avasallador, verdadera amenaza y desafío para la Iglesia. Empezó con llevar una vida en oposición a lo que se creía, para ir aboliendo poco a poco la creencia religiosa en su totalidad. Ahora bien, la preciosa virtud de la fe necesita manifestarse en los actos comunes y frecuentes de la vida, pues se la robustece con el ejercicio; de lo contrario, tiende a debilitarse. No basta con hacerla consistir meramente en algunos actos y oraciones.

 

Ese ejemplo lo da hoy la cananea. El foco de su cariño, afecto y esperanza era su hija, que sufría "cruelmente", hacía tiempo ya, el tormento de una posesión diabólica. Su instinto maternal se volvía más intenso cada día al considerar los padecimientos de la que era carne de su carne. Uno solo era el dolor de ambas criaturas. Por eso, encontrándose frente al Divino Taumaturgo, implora por sí y por su hija.

 

Si estuviera bajo influencia de la mentalidad atea y materialista de nuestro tiempo, de seguro buscaría exclusivamente medios humanos para solucionar su problema. Con todo, su gran fe la hizo actuar de forma muy distinta. Había oído hablar del Hijo de David, el que recorría Galilea curando a todos los enfermos a su paso. Hasta expulsaba a los demonios. Innumerables veces se había llenado su alma con el deseo de llevar a su pobre hija hasta la presencia de ese Señor, o de ir sola en su busca. Pero el viaje le sería extremadamente penoso, quizá imposible, aun cuando no llevara a su hija consigo.

 

En este último caso, ¿cómo dejarla sin asistencia durante un largo período? Si las circunstancias le impedían realizar su sueño, no dejaba por eso de creer en el poder del Hijo de Da vid, creciendo así a cada instante en la fe. ¡Él sería el Señor que le daría a su hija la felicidad robada por el demonio! En su corazón ardía el deseo de encontrarlo, y rezaba a fin de tener esa oportunidad.

 

Jesús se puso al alcance de la cananea

 

A su vez, Jesús caminaba por esas regiones de manera oculta. No quería hacer pública su presencia, sobre todo tratándose de dominios de la gentilidad. Sin embargo, Él es la Bondad, y tal como siempre está dispuesto a ir en busca de la oveja descarriada, tampoco huye de quien lo persigue. El Salvador, ¿no habrá querido entrar a esa región para ponerse al alcance de una mujer tan valiente en la fe?

 

Vemos un procedimiento muy característico del Señor en esta escena. Se aleja del pueblo elegido para tranquilizarlo, como lo hace en muchas ocasiones con las almas perezosas, tibias o indiferentes. En contrapartida, pasa delante de las almas fervorosas y atentas para que lo descubran y así, tomándolo como guía, se confirmen en la fe. Sí; de manera inesperada e imprevista, Jesús estaba de paso en regiones vedadas a los judíos. Solamente una fe fuera de lo común sería capaz de des cubrir al Dios escondido, para postrarse a sus pies y gritar por clemencia.

 

La cananea nos da otro ejemplo más: con qué ansiedad se pone en busca del Hijo de David, apenas oye el mínimo rumor sobre su presencia. Nuestra fe puede ser muy diferente. ¿No nos cuesta abandonar nuestras comodidades para ir al encuentro de Jesús, ya sea en una celebración eucarística o frente al tabernáculo? ¿No habremos recibido invitaciones interiores a la conversión y dejamos pasar las oportunidades por injustificables y maléficas dilaciones? ¿Cuántos de nosotros, al revés de la cananea, llegamos hasta la hora de la muerte enteramente esclavizados al demonio, arriesgándonos a permanecer eterna mente en el infierno?

 

Entre judíos y paganos eran muy frecuentes los episodios de posesión diabólica, que no raras veces torturaban a sus víctimas con terribles y vio lentas convulsiones. Por eso la cananea se refiere a su hija con la expresión: "cruelmente atormentada". El hecho de intervenir a gritos y con insistencia es propio de los orientales, aparte de demostrar el agudo sufrimiento de su hija, que formaba una sola cosa con su propia angustia.

 

Silencio desconcertante

23 Pero él no le respondió palabra. Acercándose sus discípulos, le suplicaban diciendo: "Atiéndela, pues viene gritando detrás de nosotros".

 

Misterioso silencio del Salvador, que inflamaba más aún el corazón de la atribulada madre.

 

Las opiniones de los doctores son variadas en este particular. La primera impresión es que Jesús no de sea atraer la atención sobre sí, pues busca soledad, descanso y refugio. Por otra parte, como Él mismo había recomendado no utilizar los caminos de los gentiles, quizá fuera mejor evitar los motivos de incomprensión y calumnia. Pero la Glosa acentúa un aspecto de suma importancia sobre la causa de dicha actitud del Di vino Maestro: "Con esa dilación y falta de respuesta, el Señor revela la perseverancia y paciencia de la mujer" (9). Mejor aún se expresa Maldonado al respecto: "Me parece que también se calló [Jesús] por otras dos razones: para probar la fe y la constancia de la mujer o para mostrar a los demás, como dice Crisóstomo, que ella tuvo fe gran de y especial, pues incluso despreciada y sin oír respuesta, perseveró en la súplica. Finalmente, quiso Cristo hacer ver que, no por voluntad suya sino forzado y apremiado por los importunos ruegos de la mujer, concedía la gracia de los milagros a los gentiles, aunque no haya sido enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel" (10).

 

El alto grado de dramatismo de la escena impulsó a los discípulos a interceder por ella. En la interpretación de este pormenor son unánimes los Padres y el resto de los comentaristas. De hecho, a medida que la cananea expresaba su aflicción mediante sus clamo res a lo largo del camino, ciertamente crecía su empeño por lograr aquel favor, gracias a que su misma fe se robustecía con cada grito. Jesús y los suyos habrán resuelto entrar a su casa a fin de evitar el escándalo que la mujer promovía en las calles con su actitud. Se entiende mejor así que, sobre es te detalle, la contradicción entre Mar cos (7, 24-30) y Mateo no es sino aparente. Estando, pues, en casa de la cananea, y antes que ésta se arroje a los pies del Divino Taumaturgo, los apóstoles ruegan por ella y le obtienen una respuesta. Hasta entonces Jesús no la había mirado siquiera, respondiendo a su fervor con una indiferencia que desalentaría a cualquiera. Pero tal vez las palabras de Jesús fueron más duras que el silencio previo.

 

Difícil prueba para la humildad de esa madre

24 Él respondió: "No he sido enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel".

 

Cuesta entender a primera vista la dura afirmación del Divino Maestro; pero si acudimos a los varios comentaristas, podemos captar la hermosa lógica de la respuesta, como muestran, por ejemplo, las palabras de san Jerónimo: "No dice esto porque no hubiera sido enviado a las demás naciones, sino para indicar que primero había sido enviado a Israel, y que cuando este pueblo renegara el Evangelio, el mismo pasaría con justicia a los gentiles" (11).

 

Pero esa explicación no estaba al alcance de la cananea. Podemos imaginar su perplejidad al escuchar semejante respuesta. Su naturaleza femenina, de por sí propensa a la fragilidad, la inclinaría a perder el ánimo, sobre todo después de un silencio tan largo como el de ese Gran Señor. A esa altura, ¡cuántas madres no se habrían re tirado para llorar a solas o en compañía de su pobre hija, en medio de una terrible depresión! Nosotros mismos, que ahora consideramos la escena, quizá no necesitaríamos tanto para desistir de nuestro intento. Pero no ocurrió eso con la cananea…

 

25 Se acercó, y postrándose ante él, le dijo: "¡Señor, ayúdame!"

 

¡Cuántas y cuán buenas virtudes de muestra esa alma fervorosa! Si supiéramos rezar con esa misma confianza y persistencia, ¿no obtendríamos todo lo que pedimos? Cuántas veces somos desatendidos en nuestras oraciones por falta de perseverancia…

 

26 Él le respondió: «No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos».

 

Parece como si, pari passu al crecimiento en la fe de la cananea, las palabras del Salvador se hicieran más duras. Causan cierta incomprensión y no faltarán los que puedan sentirse chocados, sobre todo entre nosotros, occidentales. Sobre este versículo dice Fillion: “Hacen notar los comentaristas –y con razón– que Jesús emplea un diminutivo que no concierne a los animales vulgares, sin dueño, semisalvajes, errabundos por las calles de las aldeas orientales, alimentándose de viles desperdicios, sino a los ‘perritos’ domésticos, cuidados en casa y que participan en los juegos de los niños” (12). Como Marcos se dirigía a un público étnico-cristiano, añade al relato del mismo pasaje un fuerte atenuante (7, 27). Por eso sigue Fillion: “Además, cuando el Divino Maestro dice: ‘Deja que primero se sacien los hijos’, afirmaba, es cierto, el derecho prioritario de los judíos a los beneficios del Mesías; pero también declaraba que no eran exclusivos y que un día llegarían a los gentiles” (13).

 

El gran premio a la fe humilde y sin rencores

 

Sin embargo, no podemos olvidar que ahí estaba el mejor de todos los señores, el más bondadoso de todos los padres, y sus palabras no dejaban de ser humillantes. Aun así, no ofendieron a la mujer postrada a sus pies. La humildad genuina no se ofende con nada. En contrapartida, el orgullo y la soberbia causan las peores cegueras. Gracias al instinto materno y a la agudeza propia de almas realmente humildes, percibiendo el expediente que Jesús ponía a su disposición, replicó con todo respeto:

 

27 "Así es, Señor, pero también los perritos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos".

 

En esta declaración la humildad y la fe se abrazan y besan. Manifestando el candor de su alma, la cananea acepta con toda cordura las incisivas palabras de Jesús. Sigue llamándolo Señor, mostrando disposiciones de adoración, y argumenta con una lógica impecable a favor de sus necesidades.

 

28 Entonces Jesús le dijo: "¡Oh mujer, grande es tu fe! Hágase como quieres". Y desde aquel instante quedó curada su hija.

 

He aquí cuánto valen la fe, la perseverancia y la humildad, más que la propia intercesión de los santos. Lo que no pudieron los apóstoles, ella se lo arrancó a Nuestro Señor y, si bien que en apariencia, contra su voluntad. Aparte que el favor obtenido llegaba acompañado con un hermoso elogio.

 

III – Conclusión

 

La cananea no temió ser inoportuna ni decayó en su ánimo o en su fe un solo momento. Lo que realmente que ría era lograr la curación de su hija. Existía una completa correspondencia entre su anhelo y su pedido. Esta condición es esencial para una buena oración: querer efectivamente lo que se pide. Innumerables veces no conseguimos nuestros objetivos porque nuestra súplica no es auténtica.

 

Otra enseñanza que nos deja el Evangelio de hoy es la necesidad de instruirse sobre la verdadera y buena doctrina. La cananea escuchó y se informó sobre los actos y las predicaciones de Jesús. Eso le resultó fundamental para creer. Un gran mal de nuestros días, la ignorancia religiosa, tal vez sea la principal causa de las tragedias actuales, como lo asegura la Escritura: "Escuchen la palabra del Señor, hijos de Israel, que el Señor tiene pleito con los habitantes de esta tierra. No hay ya fidelidad ni amor, ni conocimiento de Dios en esta tierra; sólo perjurio y mentira, asesinato y robo, adulterio y violencia, sangre sobre sangre. […]Mi pueblo perece por falta de conocimiento" (Os 4, 1-6).

 

El conocimiento enaltece la fe, robustece la esperanza de los bienes eternos y lleva a la práctica de la caridad, sea en el amor a Dios, sea en el amor al prójimo.

 

Muchos por ignorancia y otros por maldad, no quieren hoy abandonar el pecado. De ser así, bien les calza la consideración de Rábano: "Si alguien tiene la conciencia manchada por la suciedad de algún vicio, sin duda que tiene una hija cruelmente atormentada por el demonio. Y si alguien vició sus buenas obras con el pecado, también tiene una hija agitada por la furia del espíritu impuro, y, por ende, debe recurrir a las súplicas y a las lágrimas, y acudir a la intercesión y al auxilio de los san tos" (14)

 

______________

 

1 Cf. Mt 15, 21 y Mc 7, 24.

Contra Apion, liv. I, 13.

3 Cf. I Rs 17, 8-10.

4 Cf. Esdras, caps. 9 y 10.

5 Cf. Neemias, cap. 13.

6 P. Juan de Maldonado, S.J.; Comentarios a los cuatro Evangelios, BAC, Ma drid, 1950, vol. I p. 563.

7 S. Tomás de Aquino, Catena Aurea, in Mat.

8 Homilía de la Misa Pro eligendo Pontifice, 18/4/2005.

9 S. Tomás de Aquino, op. Cit.

10 P. Juan de Maldonado, op. cit. p. 563.

11 Apud S. Tomás de Aquino, op. Cit.

12 L. Cl. Fillion, Vie de N.S. Jésus Christ, Letouzey et Ané, París, 1925, t. II, p. 464. Aunque los dos textos griegos emplean el diminutivo, la Vulgata utiliza el término catelli sólo en la respuesta de la cananea, prefiriendo canibus para las palabras de Nuestro Señor. La Neo Vulgata regresa al original, usando catelli tanto para el versículo 25 como para el 26.

13 Idem.

14 Apud S. Tomás de Aquino, op. cit.

(Transcrito de la Revista “Heraldos del Evangelio – Salvadme Reina” Nº 25 – Agosto 2005)

 

 

 

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