El juicio Final

Publicado el 10/08/2014

 

 

Jesús nuestro Redentor, también será nuestro Juez. Nos da todas las gracias para
salvarnos. Somos nosotros que, con nuestros actos, podemos condenarnos

 


 

Hoy quisiera iniciar la última serie de catequesis sobre nuestra profesiónde fe, tratando la afirmación “Creoen la vida eterna”. En especial me detengo en el juicio final. No debemos tener miedo: escuchemos lo que nos dice la Palabra de Dios. Al respecto, leemos en el Evangelio de Mateo: Entonces “cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con Él… serán reunidas ante Él todas las naciones. Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras. Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda…Y estos irán al castigo eterno y los justos a la vida eterna” (Mt 25,31-33.46). […]

 

La Iglesia es una madre que busca el bien de sus hijos

 

Jesús mismo, en el Evangelio de Mateo, anuncia cómo, al final de los tiempos, quienes le hayan seguido tendrán sitio en su gloria, para juzgar juntamente con Él (cf.Mt19,28). El apóstol Pablo, luego, al escribir a la comunidad de Corinto, afirma: “¿Habéis olvidado que los santos juzgarán el universo?
[…] Cuánto más, asuntos de la vida
cotidiana” (1
Co
6,
2-3).

 

Qué hermoso es saber que en esa circunstancia, además de Cristo, nuestro Paráclito, nuestro Abogado ante el Padre (cf. 1 Jn 2, 1), podremos contar con la intercesión y la benevolencia de muchos hermanos y hermanas nuestros más grandes que nos precedieron en el camino de la fe, que ofrecieron su vida por nosotros y siguen amándonos de modo indescriptible.

 

Los santos ya viven en la presencia de Dios, en el esplendor de su gloria intercediendo por nosotros que aún vivimos en la tierra. ¡Cuánto consuelo suscita en nuestro corazón esta certeza! La Iglesia es verdaderamente una madre y, como una mamá, busca el bien de sus hijos, sobre todo de los más alejados y afligidos, hasta que no encuentre su plenitud en el cuerpo glorioso de Cristo con todos sus miembros.

 

En cierto sentido, podemos convertirnos en nuestros propios jueces

 

Una ulterior sugestión nos llega del Evangelio de Juan, donde se afirma explícitamente que “Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él. El que cree en Él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Unigénito de Dios” (Jn 3, 17-18).

 

Entonces, esto significa que el juicio final ya está en acción, comienza ahora en el curso de nuestra existencia. Tal juicio se pronuncia en cada instante de la vida, como confirmación de nuestra acogida con fe de la salvación presente y operante en Cristo, o bien de nuestra incredulidad, con la consiguiente cerrazón en nosotros mismos.

 

Pero si nos cerramos al amor de Jesús, somos nosotros mismos quienes nos condenamos. La salvación es abrirse a Jesús, y Él nos salva. Si somos pecadores —y lo somos todos— le pedimos perdón; y si vamos a Él con ganas de ser buenos, el Señor nos perdona. Pero para ello debemos abrirnos al amor de Jesús, que es más fuerte que todas las demás cosas.

 

“El amor de Jesús es grande, el amor de Jesús es misericordioso, el amor de Jesús perdona; pero tú debes abrirte, y abrirse significa arrepentirse”

El amor de Jesús es grande, el amor de Jesús es misericordioso, el amor de Jesús perdona. Pero tú de“El amor de Jesús es grande, el amor de Jesús es misericordioso, el amor de Jesús perdona; pero tú debes abrirte, y abrirse significa arrepentirse” Aspectos de la Audiencia General del 11/12/2013 L’Osservatore Romano bes abrirte, y abrirse significa arrepentirse, acusarse de las cosas que no son buenas y que hemos hecho. El Señor Jesús se entregó y sigue entregándose a nosotros para colmarnos de toda la misericordia y la gracia del Padre.

 

Por lo tanto, podemos convertirnos, en cierto sentido, en jueces de nosotros mismos, autocondenándonos a la exclusión de la comunión con Dios y con los hermanos. No nos cansemos, por lo tanto, de vigilar sobre nuestros pensamientos y nuestras actitudes, para pregustar ya desde ahora el calor y el esplendor del rostro de Dios —y estó será bellísimo—, que en la vida eterna contemplaremos en toda su plenitud.

 

Adelante, pensando en este juicio que comienza ahora, ya ha comenzado. Adelante, haciendo que nuestro corazón se abra a Jesús y a su salvación; adelante sin miedo, porque el amor de Jesús es más grande y si nosotros pedimos perdón por nuestros pecados Él nos perdona. Jesús es así. Adelante, entonces, con esta certeza,que nos conducirá a la gloria del Cielo.

 

Fragmentos de la Audiencia
General, 11/12/2013

 

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“Caballeros de la Virgen” es una Fundación de inspiración católica que tiene como objetivo promover y difundir la devoción a la Santísima Virgen María y colaborar con la “La Nueva Evangelización” , la cual consiste en atraer los numerosos católicos no practicantes a una mayor comunión eclesial, la frecuencia de los sacramentos, la vida de piedad y a vivir la caridad cristiana en todos sus aspectos. Como la Iglesia Católica siempre lo ha enseñado, el principal medio utilizado es la vida de oración y la piedad, en particular la Devoción a Jesús en la Eucaristía y a su madre, la Santísima Virgen María, mediadora de las gracias divinas. Sus miembros llevan una intensa vida de oración individual y comunitaria y en ella se forman sus jóvenes aspirantes.

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