Así nos narra la Hermana Lucía la quinta aparición:
“Al aproximarse la hora, fui allí con Jacinta y Francisco, entre numerosas personas que nos hacían caminar con dificultad. Los caminos estaban apiñados de gente.
Todos querían vernos y hablar con nosotros, pidiendo que presentásemos a Nuestra Señora sus necesidades. […]
Llegamos por fin a Cova de Iría, junto a la encina, y comenzamos a rezar el Rosario con la gente. Poco después vimos el reflejo de la luz y, enseguida, a la Santísima Virgen sobre la encina. Nos dijo:
— Continuad rezando el Rosario para alcanzar el fin de la guerra. En octubre vendrán también Nuestro Señor, Nuestra Señora de los Dolores y Nuestra Señora del Carmen, y San José con el Niño Jesús, para bendecir al mundo. (Aquí Nuestra Señora hace alusión a que vendrá bajo otras advocaciones con que también es venerada la misma y única Virgen María). Dios está contento con vuestros sacrificios, pero no quiere que durmáis con la cuerda, usadla sólo durante el día.
— Me han encargado que le pida muchas cosas: la cura de algunos enfermos, de un sordomudo.
— Sí, a algunos curaré, a otros no. En octubre haré un milagro para que todos crean.
Y comenzando a elevarse, desapareció como de costumbre”.
Aunque breve, la aparición de la Virgen dejó a los pequeños videntes muy felices, consolados y fortalecidos en su fe. Francisco se sentía especialmente inundado de alegría ante la perspectiva de ver, de allí a un mes, a Nuestro Señor Jesucristo, como les prometió la Reina del Cielo y de la Tierra.