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¿Confiar en Dios o confiar en el hombre?

La liturgia de este domingo es como una espada de doble filo. La primera lectura, tomada del libro del profeta Jeremías, es de una claridad penetrante: «Maldito quien confía en el hombre» y «Bendito quien confía en el Señor». Se trata de una maldición y de una bendición que nos acompañan a lo largo de esta vida y se fijan para siempre cuando cruzamos el umbral de la eternidad. Pero ¿en qué consiste esa confianza en uno mismo o en Dios?
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Los verdaderos conquistadores

Veintinueve de marzo de 1549. Casi cincuenta años después de su descubrimiento, alrededor de mil hombres de la flota lusitana arribaban a la Tierra de Santa Cruz para colonizarla. En medio de este ejército, seis discretas figuras vestidas de negro, armadas sólo con la virtud y el ingenio, desembarcan con un objetivo mucho más osado: conquistar aquellas vastas extensiones para Dios.
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En batalla por las almas

Por mucho que digan lo contrario, los fenómenos de la sociedad humana sólo pueden estudiarse en el hombre. La sociedad es un conjunto de hombres y, por tanto, primero debemos analizar los principios que rigen el comportamiento de los seres humanos para estudiar luego cómo se aplican a la sociedad.
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Alternando estados de espíritu opuestos y armónicos

Uno de los aspectos más bellos que caracteriza el alma del brasileño es una tristeza noble y sacral. No es la consternación de quien padece una enfermedad inesperada, ni de quien ha sufrido una pérdida en los negocios o está siendo difamado, sino una tristeza superior presente en un cierto estado del alma, que se eleva por encima de la realidad concreta.
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Un llamamiento divino silenciado

No hay necesidad más urgente que la de «dar a conocer las inconmensurables riquezas de Cristo» (Ef 3, 8) a los hombres de nuestra época. No hay empresa más noble que la de levantar y desplegar al viento las banderas de nuestro Rey ante aquellos que han seguido banderas falaces y la de reconquistar para la cruz victoriosa a los que de ella, por desgracia, se han separado. ¿Quién, a la vista de una tan gran multitud de hermanos y hermanas que, cegados por el error, enredados por las pasiones, desviados por los prejuicios, se han alejado de la verdadera fe en Dios […], no arderá en caridad y dejará de prestar gustosamente su ayuda?
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La humanidad ha fracasado porque ha obrado sin Dios

El mundo, con todas sus instituciones, parece dominado por el mal —llamado Revolución por el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira— y sigue caminos sinuosos, «progresando incesantemente hacia su trágico final».1 Pero el bien, es decir, la Contra-Revolución, es invencible, porque cuenta con un dinamismo incalculable, «ciertamente superior al de la Revolución»: la gracia.
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¡No sea loco!

Invito al lector a que juzgue las tres sentencias siguientes: «Dos cosas son infinitas: el universo y la estupidez humana; y no estoy tan seguro de lo primero». «¿No es terrible que la inteligencia humana tenga límites tan estrechos y la locura humana sea ilimitada?». «La necedad humana es lo único que nos da una idea del infinito».
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Nadie puede recuperarse por sí mismo

¿Cómo se explica que tantas almas abandonen una vida de pecado o de paganismo para abrazar la cruz de Cristo con la esperanza de la felicidad eterna? ¿Qué hicieron para lograr un cambio tan radical? ¿Qué mérito tuvieron para ello? ¡Ninguno! Se convirtieron sólo porque Dios lo quiso: recibieron la gracia de la conversión y simplemente no pusieron obstáculos.
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Conversión: una iniciativa de Dios

«¡Todo es gracia!», decía Santa Teresa del Niño Jesús, sin conocer a fondo teología… Es lo que sucede con los santos: son asistidos por una acción especial del Espíritu Santo, que los lleva a afirmar elevados principios doctrinales sin haberlos estudiado.
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Los Caballeros de la Virgen

“Caballeros de la Virgen” es una Fundación de inspiración católica que tiene como objetivo promover y difundir la devoción a la Santísima Virgen María y colaborar con la “La Nueva Evangelización” , la cual consiste en atraer los numerosos católicos no practicantes a una mayor comunión eclesial, la frecuencia de los sacramentos, la vida de piedad y a vivir la caridad cristiana en todos sus aspectos. Como la Iglesia Católica siempre lo ha enseñado, el principal medio utilizado es la vida de oración y la piedad, en particular la Devoción a Jesús en la Eucaristía y a su madre, la Santísima Virgen María, mediadora de las gracias divinas. Sus miembros llevan una intensa vida de oración individual y comunitaria y en ella se forman sus jóvenes aspirantes.

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