Milagro de Santa Laura: Curación de Margarita

Publicado el 01/20/2020

No sé si fue por ese mismo tiempo, pero así se me ocurre, que nuestro Señor hizo un prodigio especial en el Pital en nuestra casa noviciado:

 

María Eva, india muy mimada en la casa, casada con Misael Pernilla, muy a nuestro gusto y cristiana a carta cabal, aviso en la casa que Margarita su primogénita estaba malita. Verdaderamente, la para nosotras tan interesante Margarita, estaba con “varillas” enfermedad incurable y de poca duración. Tenía ya seis días de no alimentarse y tenía toda la cabeza y la cara morada, respiraba apenas y ya daba señales inequívocas de próxima muerte. En su dolor María Eva, voló con la niña en los brazos a la casa nuestra: Muchas indias viejas de experiencia, le acompañaban plañendo y contándole por momentos el fin de Margarita.

 

Santa Laura Montoya Upegui

Como la niña estaba aún sin bautizar, pues no se sabía de su enfermedad y se aguardaba la ida del padre al Pital, para bautizarla, la arrebaté de los brazos de su madre, muy alarmada por el temor de que expirara sin el agua, y la puse en brazos de una de las viejas, para echarle el agua. Tan luego como le derramé el agua en la cabecita diciendo la fórmula sacramental, la niña abrió los ojos y con fuerza extraña, comenzó a buscar el seno materno. Desapareció repentinamente el color morado y acardenalado de la niña e instantáneamente paso del estado agónico al de completa salud, pues ya no volvió a estar enferma ni siquiera debilitada.

 

El gozo de María Eva y de las compañeras fue desbordante y las hermanas que no estaban presentes volaron al sitio a ver la niña alegre y sana.

 

Pero no es esto todo, reverendo padre. Pocas horas después llegaron a la casa como de visita, la familia Arango que vivía en el mismo Pital, aunque bastante distante de nuestra casa. Al conocer la historia, pues las hermanas y las indias aún se ocupaban en contarlo y bendecir a Dios que tan misericordiosamente multiplicaba los favores en beneficio de la fe de esos pobres indios, declararon que conocían perfectamente a María Eva y que la niña había sido bautizada acabando de nacer, por don Joaquín Arango B hermano de nuestras visitantes.

 

Nuestra sorpresa casi era incredulidad, pues no suponíamos que María Eva ya tan instruida en religión, nos permitiera bautizarla segunda vez. Al ver nuestra incredulidad, explicaron de cómo don Joaquín había salido a buscar una bestia por los lados del bohío de María Eva unos dos o tres días después de nacida la niña y que, como antes de haber allí misión acostumbraban bautizar los indiecitos que nacían, aunque no estuvieran enfermos, él no advirtió que habiendo ya la misión, no era bien continuar en aquella costumbre y entró pidiendo permiso para bautizar a la niña y lo hizo muy formalmente, dando el nombre de Margarita. Sin querer convencernos, llamamos a María Eva y dijo que era verdad que don Joaquín había bautizado la niña y que ella no me lo había dicho, porque la pena que tenia de ver morir a su hijita, no le había dejado recordar nada.

 

Total, pues, padre, que ya no podía remitirse a duda la cosa ni menos conociendo a don Joaquín, hombre instruído y que debió hacerlo muy bien. No fue pues el bautismo lo que curo a Margarita: Fue algo incapaz de ser naturalmente una curación de esa clase, una agua derramada sobre la cabeza. No nos cupo ya duda de que el favor o milagro, como quiera llamarse, fue mayor de lo que pensamos al principio. Si bien es cierto que el sacramento del bautismo no tiene, como el de la extremaunción, la propiedad de dar salud al cuerpo, si se imagina uno que Dios puede hacerlo producir este efecto en casos especiales. Claro que esto solo es una imaginación que nos cuadraba mejor que eso de curarla con un poco de agua no sacramental.

 

La alegría de María Eva y de los indios en general, fue muy grande y nosotras bendijimos a Dios con toda nuestra alma; aunque verdaderamente, a mi no me sorprenden los milagros por grandes que sean, en misiones de infieles. El cristianismo se propagó por medio del milagro, de lo contrario, no hubiera crecido ni pegado en el mundo. Por consiguiente, a los infieles actuales, en alguna manera les debe Dios esa gracia, para que la semilla prenda en el corazón. Ni he llegado jamás a pensar que estos prodigios indiquen nada a favor de la virtud de las que obran. Es sencillamente, que Dios hace esa misericordia en atención a la fe de los pobres que han vivido privados de ella, por tanto tiempo.

 

“Historia de las misericordias de Dios en un alma” Autobiografia

5ª edición Congregación de Misioneras de María Inmaculada y Santa Catalina de Sena ISBN 978-958-57924-6-3 Agosto de 2.013 Carvajal Soluciones de Comunicación S.A.S 3.000 ejemplares

Santa Laura Montoya Upegui, página 835

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