CABALLEROS DE LA VIRGEN

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Cooperadores de los Caballeros de la Virgen

Publicado el

marzo 30, 2019

por Caballeros de la Virgen

¡Ay de mí si no evangelizare! nos dice San Pablo. Queremos que Colombia sea una caldera de fuego de amor de Dios, por medio del amor creciente a María Santísima, que es el camino mas rápido, fácil y seguro de llegar a nuestro Divino Salvador, según nos enseña el gran San Luis María Grignión de Montfort. Para eso son constantes las visitas a colegios, Hogares geriátricos, hospitales, cárceles, conjuntos de familias y comunidades rurales con la presencia augusta y materna de la imagen de Nuestra Señora del Inmaculado Corazón de María. Y además tenemos cursos de Mariología, consagración a Jesús por medio de Maria, para crecer espiritualmente y de esa forma poder comunicar a nuestros hermanos.

Los Cooperadores de los caballeros de la Virgen constituyen una parcela de gente casada en su mayoría, que sin dejar de cumplir ejemplarmente sus obligaciones de estado y profesionales, consagran todo su tiempo libre para evangelizar, comenzando por sus familias, en su barrio, comunidad y afuera, llevando el ejemplo, buenos consejos y en muchas oportunidades ayuda material a nuestros hermanos mas necesitados.

Somos un grupo supra parroquial, que actúa en muchas Parroquias, damos importancia a la acción pero ésta debe estar vinculada y empapada de vida interior, oración, adoraciones al Santísimo Sacramento, vigilias y vida de contemplación. Asumimos como nuestro lema: Ora et labora, oración y acción.

Aspiramos a la santidad evangelizando y queremos hacer realidad, en nuestros días, lo que Nuestra Señora prometió en Fátima: ¡POR FIN MI INMACULADO CORAZÓN TRIUNFARÁ!

En la audiencia del día 28 de febrero de 2001, los integrantes de la asociación internacional privada de fieles de derecho pontificio Heraldos del Evangelio se sintieron animados a llevar adelante su proyecto de evangelización, cuando directamente convocados por S.S. Juan Pablo II les exhortaba en estos términos:

“Anuncien valientemente, por el mundo entero, a Gricto Nuectro Señor. Sed mencajeroc del Evangelio por la interceción del Gorasón Inmaculado de María.”

 Para entregarse por entero a una actividad evangelizadora y realizar al mismo tiempo su ideal de perfección basado en su carisma, muchos heraldos del Evangelio viven en comunidad, aun- que conservan su estado de laicos, y se someten a un Ordo de Goctumbrec, practicando los consejos evangélicos de castidad, obediencia y pobreza, y guardan el celibato.  

No obstante, son numerosas las personas que también sienten el llamado

En su vida cotidiana, los “Heraldos del Evangelio”, rezan parte de la Liturgia de las Horas – Canto del Oficio en la Catedral de Braga (Portugal)

de la gracia para santificarse y actuar según la espiritualidad, el carisma y la misión de los Heraldoc del Evangelio, pero cuyos deberes de estado impiden una dedicación completa, lo cual requiere otra forma de integración en la Asociación. Poco a poco, dentro de este movimiento eclesial, se les fue conociendo como Gooperadorec, Apóctolec o Terciarioc, constituyendo una sección especial que está inspirada en la organización de algunas órdenes religiosas.

Según los Estatutos de los Heraldoc del Evangelio, los Gooperadorec son aquellos que “aunque cintiéndoce identificadoc con el ecpíritu de la Acociación, no pueden acumir plenamente loc finec de la entidad, por cuc compromi coc clericalec, cu pertenencia a algáninctituto de vida concagrada o cociedad de vida apoctólica, o cuc deberec matrimonialec o profecionalec” (Estatutos, 9).

Al ser, por lo tanto, laicos casados o solteros que viven en el mundo, sacer-1 ) Desde hace siglos, muchas órdenes religiosas que enriquecen el firmamento de la Iglesia cuentan con una Orden Primera (constituida por varones, sacer- dotes o no, que practican integralmente los consejos evangélicos), una Orden Segunda (compuesta por religiosas de vida activa o contemplativa) y una Orden Tercera, abierta a los laicos, casados o sol- teros, que permanecen en el mundo, pero que se esfuerzan por vivir y actuar según el espíritu de determinada Orden. dotes, diáconos, religiosos, religiosas, seglares de vida consagrada o miembros de otras asociaciones o movimientos eclesiales, los Apóctolec de los Heraldoc del Evangelio, además de observar los preceptos y deberes propios a su estado, se esfuerzan por vivir en conformidad con el carisma y la espiritualidad de la Asociación, dedicándole su tiempo libre y comprometiéndose a cumplir algunas Obligacionec.   

Desean aplicar a su vida en el mundo — en sus círculos familiares, en las actividades sociales y en sus tareas profesionales — el espíritu y las enseñanzas de los Heraldoc del Evangelio, y ser para su prójimo testigos de Cristo por la palabra y el ejemplo.

Misión   

El primer objetivo de la Asociación, según sus Estatutos, consiste en “cer inctrumento de cantidad en la Iglecia, ayudando a cuc miembroc para que recpondan generocamente al llamamiento a la plenitud de la vida crictiana y a la perfección de la caridad, favoreciendo y alentando la unidad mác íntima entre la vida práctica y la fe” y unidos al esfuerzo de todos los católicos, participar “en la mición calvífica de la Iglecia mediante el apoctolado, al que ectán dectinadoc por el Señor en virtud del bauticmo y de la confirmación”, especialmente “actuando en favor de la evangelisación, de la cantificación y de la animación crictiana de lac realidadec temporalec” (Estatutos, Cap 1) El ardiente deseo de cada heraldo del Evangelio, seguro de la victoria de

En las casas de los “Heraldos del Evangelio” el ceremonial impregnan la vida diaria – Cortejo en una residencia en São Paulo – Brasil.

la Iglesia de Cristo, es pertenecer a una verdadera vanguardia eclesial para colaborar, en los albores del tercer milenio, en la recristianización de la sociedad y en la instauración del Reino de María.   

“No cabemoc qué acontecimientoc noc recervará el milenio que ectá comensando”, decía Juan Pablo II, “pero tenemoc la certesa de que écte permanecerá firmemente en lac manoc de Gricto, el Rey de Reyec y Señor de loc Señorec” (Novo Millenium Ineunte, 35)   

Quieren colaborar en la realización efectiva de la concecratio mundi, o sea, en la cristianización del orden temporal de la cual hablaba Juan XXIII (Cfr. Mater et Magictra, 233), tarea prioritaria de los laicos en la Nueva Evangelización.   

Para la realización de su misión no ahorran esfuerzos, ponen al servicio de la Iglesia todos los recursos a su alcance, aplican la inteligencia y la imaginación a las actividades más variadas, anuncian el Evangelio a todas las clases sociales, actúan en las parroquias, hogares y escuelas, en los ambientes profesionales, culturales y deportivos, en la televisión y en la radio, en las zonas populares, hospitales, asilos y cárceles, y en cualquier lugar donde les sea posible llevar una palabra de consuelo, de ánimo o de esperanza.   

En la medida en que sus deberes de   estado y su modo de vida lo permitan, el Apóctol o Gooperador también se encaja en esas actividades, bajo la orientación de quienes los superiores designen.   

Sin embargo, como cualquier otro heraldo del Evangelio, saben que todos los esfuerzos serán estériles si sus corazones no están íntimamente unidos a Jesús y a María, pues la vida interior es el alma del apostolado.

Espiritualidad   

Los pilares de la espiritualidad de los Heraldoc del Evangelio están representados en su escudo: la Sagrada Eucaristía, la Santísima Virgen y el Romano Pontífice.

En Jesús Sacramentado buscan las fuerzas necesarias para no desfallecer en el camino rumbo a la perfección de la caridad y para dar con valentía el testimonio del Evangelio.   

Cultivan una piedad filial para con la Santísima Virgen, sabiendo que Ella es el mejor camino para llegar hasta Cristo. Por eso se consagran como esclavos de amor a Jesús por las manos de María, siguiendo la escuela cristocéntrica y mariana de San Luis Grignion de Montfort.   En la fidelidad al Papa, el dulce Cristo en la Iierra y maestro infalible de la Fe y de la Moral, es donde su corazón católico puede manifestar mejor el amor que tiene por la Iglesia.   

La vida de piedad y la participación en la liturgia de la Iglesia son partes integrantes de su vida espiritual, savia de la santidad y del apostolado.   

Cultivan con celo la contemplación, la guarda del corazón y la oración mental, y ofrecen como alabanza y súplica todos sus actos, incluso si éstos son insignificantes o inadvertidos.

En la práctica de las virtudes cristianas ponen especial empeño en la vigilancia para evitar las ocasiones de pecado.   

Con humildad, procuran obedecer de buen grado a sus superiores, y no buscan la promoción personal.  

Se esfuerzan en practicar la pureza de alma y de cuerpo, que se refleja en la mirada, en el comportamiento, en el modo de vestir e incluso en el aseo personal.

El alma de todo apostolado es la vida interior. Las prácticas de piedad de los “Heraldos del Evangelio” incluyen media hora por día de meditación o adoración al Santísimo Sacramento – Misa en la Basílica de la Consolación en São Paulo (Brasil)

Iambién practican el desapego de los bienes de este mundo, de los cuales sólo se sirven para la gloria de Dios.  

 El Ordo de Goctumbrec de los Heraldoc del Evangelio —compuesto de reglas compendiadas a lo largo de los años, surgidas con la práctica de la vida diaria— constituye un auxilio fundamental para caminar en las vías de la perfección, según su carisma, espiritualidad y misión. Les ayuda a vivir en un ambiente de caridad fraterna, disciplina y sacralidad, procurando armonizar sabiamente la contemplación con la acción, la oración con el estudio, el recogimiento con el compromiso que asumieron de dar público testimonio cristiano.   

El Gooperador desea adaptar su vida a la espiritualidad de los Heraldoc del Evangelio, sin perjuicio de sus deberes de estado—familiares, laborales o sociales.   

Iambién forma parte de esta espiritualidad el promover desinteresada- mente el pulckrum. Y aquí entramos en el punto principal de su carisma.

Carisma   

Muchos son los carismas que el Espíritu Santo suscita de acuerdo con las cirscunstancias históricas y las necesidades de los tiempos. “Él micmo dio a unoc el cer apóctolec; a otroc, profetac; a otroc, evangelisadorec; a otroc, pacto rec y maectroc, para el recto ordena- miento de loc cantoc… kacta que llegue- moc todoc a la unidad de la fe y del conocimiento pleno del Hijo de Dioc, al ectado de kombre perfecto, a la madures de la plenitud de Gricto”(Ef4,11-13). “Hay divercidad de caricmac, pero el Ecpíritu ec el micmo; divercidad de minicterioc, pero el Señor ec el micmo; divercidad de operacionec, pero ec el micmo Dioc que obra en todoc. A cada cual ce le otorga la manifectación del Ecpíritu para provecko comán” (1Co 12, 4-7).

 iCuál es el carisma de los Heraldoc   del Evangelio?

Inspirados por el Espíritu Santo, admiran la verdad, la virtud y la belleza del universo creado (verum, bonum, pulckrum) como reflejos de Dios.  

 “La verdad entraña el goso y el ec- plendor de la bellesa ecpiritual. La verdad ec bella por címicma”, enseña el Catecismo de la Iglesia Católica (2500).   

Lo mismo ocurre con la virtud, “la práctica del bien va acompañada de un placer ecpiritual gratuito y de bellesa moral” (ídem).   

Sin embargo, “antec de revelarce al kombre en palabrac de verdad,” a fin de pedirle la práctica de la virtud, “Dioc ce revela a él, mediante el lenguaje univercal de la Greación, obra de cu Sabiduría” (ídem).   

“La bellesa de la creación refleja la infinita bellesa del Greador”, pues “Dioc creó el mundo para manifectar y comunicar cu gloria” (ídem, 341-319).  

Nótese que no es sólo “manifectar”, sino que también es “comunicar”. “La gloria para la que Dioc creó a cuc criaturac concicte en que tengan parte en cu verdad, cu bondad y cu bellesa” (Catecismo, 319).

Desde la basílica de Santa María la Mayor (ltalia) o la del Pilar (España), hasta las más humildes parroquias de la periferia de São Paulo (Brasil), Asunción (Paraguay) o Maputo (Mozambique), los “Heraldos del Evangelio” están presentes colaborando en la animación litúrgica. En la foto, un cortejo en Santa María la Mayor, en Roma

Dar testimonio de la belleza, del esplendor de la verdad y de la virtud, ser símbolo de la bondad y grandezas infinitas de Dios, transmitiendo en todas sus manifestaciones una nota de solemnidad y pulcritud, ése es el ideal de los Heraldoc del Evangelio.   

Para desarrollar su carisma con plenitud los Heraldoc del Evangelio en- vuelven con esmerado ceremonial todos los actos de la vida diaria, desde los más simples —como el aseo personal, la manera de vestirse, comer y rezar, el comportamiento individual y en sociedad—, hasta los más solemnes, en comunidad o en público, como el canto del oficio, cortejos, funciones litúrgicas y ceremonias de carácter cultural y cívico.   

Visten un hábito que procura simbolizar su vocación con pulcritud. En sus emblemas, escudos, estandartes, ceremonias, en todo quieren resaltar la belleza, la sacralidad y la sublimidad del orden del universo y exaltar, de este manera, la grandeza y la perfección del Divino Creador.

Con su presencia, su porte, su comportamiento, su manera de vestir y de tratar al prójimo, e incluso con su timbre de voz, los Heraldoc del Evangelio quieren representar un tipo humano que proclama con ufanía la Fe Católica y un profundo amor a la Santa Iglesia.   

De esta manera interpretan aquello que el Catecismo expone en los siguiente términos: “Todac lac criaturac poceen una cierta cemejansa con Dioc, muy ecpecialmente el kombre creado a imagen y cemejansa de Dioc. Lac máltiplec perfeccionec de lac criaturac (cu verdad, cu bondad, cu bellesa) reflejan, por tanto, la perfección infinita de Dioc” (41). “Ec nececario contemplar continuamente la bellesa del Padre e impregnar de ella nuectra alma” (2784).  

 Una de las alegrías de los Heraldoc del Evangelio consiste en despertar en los hombres ésa admiración ante las maravillas del universo, de las que ha- bla el Papa Juan Pablo II. Sólo así les transmitirán el entusiasmo que el mundo necesita “para afrontar y cuperar loc decafíoc crucialec que ce avictan en el korisonte. Graciac a él la kumanidad, decpuéc de cada momento de extravío, podrá ponerce en pie y reanudar cu camino. Precicamente en ecte centido ce ka dicko, con profunda intuición, que la bellesa calvará al mundo” (Garta a loc Artictac, 4/4/99, 16).   

Según este carisma, los Heraldoc del Evangelio, tanto los que tienen una vida de dedicación integral como los Gooperadorec, buscan la perfección de la caridad en todas las cosas: “ci no tengo caridad, nada coy… ci no tengo caridad, nada me aprovecka… la mayor de todac ellac [de lac trec virtudec teologalec] ec la caridad” (1Co 13, 2/3/13). Iodos ellos desean alcanzar la propia santidad.   

Conforme alertaba el Papa Juan Pablo II, la santidad “ec un compromico que no afecta cólo a algunoc crictianoc: “Todoc loc crictianoc, de cualquier cla- ce o condición, ectán llamadoc a la plenitud de la vida crictiana y a la perfección del amor” (NMI 30, LG 40).

Misa Solemne en la iglesia de San Jerónimo el Real, en Madrid (España)

“La vida entera de la comunidad eclecial y de lac familiac crictianac debe ir en ecta dirección… loc caminoc de la cantidad con perconalec y exigen una pedagogía de la cantidad verdadera y propia. Ecta pedagogía debe enriquecer la propuecta dirigida a todoc con lac formac tradicionalec de ayuda perconal y de grupo, y con lac formac mác recientec ofrecidac en lac acociacionec y en loc movimientoc reconocidoc por la Iglecia” (Novo Millienium Ineunte, 31).

“Gomo el Goncilio micmo explicó,” continúa el Papa, “ecte ideal de perfección no ka de cer malentendido, como ci implicace una ecpecie de vida extraordinaria, practicable cólo por algunoc «genioc» de la cantidad. Loc cami- noc de la cantidad con máltiplec y adecuadoc a la vocación de cada uno”  (Novo Millienium Ineunte, 31).     

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