CABALLEROS DE LA VIRGEN

Artículos

¡Doble regreso a la vida!

Corría el año 1849. El joven Carlos, que frecuentaba el oratorio fundado por San Juan Bosco y tenía 15 años por aquel entonces, había enfermado gravemente y los médicos lo desahuciaron. Consternados por la noticia, sus padres le preguntaron si quería confesarse. Sin dudarlo, el muchacho pidió que llamaran cuanto antes a Don Bosco.
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Fascinación e intransigencia

Nuestra Señora quiere que nos dejemos fascinar por la Contrarrevolución considerada como un todo y que detestemos todo lo que se opone a ella. La misma Virgen Santísima nos acompañará en el camino de todas las intransigencias y de todas las seriedades, porque nos invita a ello.
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La fuerza redentora del dolor

El sufrimiento, elemento inevitable de la existencia humana, aunque también factor de posible crecimiento personal, es «censurado», rechazado como inútil, más aún, combatido como mal que debe evitarse siempre y de cualquier modo. […] El problema del dolor acosa sobre todo a la fe y la pone a prueba. […]
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¡No tengas miedo! Confía y alcanzarás la gloria

Existen diferentes grados y tipos de miedo provocados por estímulos físicos, psicológicos, sociales e incluso religiosos. Algunos de ellos están narrados tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento para advertirnos contra la falta de fe y la desconfianza en Dios. Por ejemplo, justo después del primer pecado, Adán le respondió al Señor, que lo estaba buscando: «Me dio miedo, porque estaba desnudo, y me escondí» (Gén 3, 10); y San Pedro, caminando milagrosamente sobre el agua, «al sentir la fuerza del viento, le entró miedo» (Mt 14, 30).
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Sin la cruz no hay salvación

Santo Tomás de Aquino, único autor cuya doctrina ha asumido la Iglesia Católica como propia (cf. San Pablo VI. Lumen Ecclesiæ, n.º 24), sostiene que el elemento principal de la doctrina cristiana es «la salvación realizada por la cruz» (Super I Epistolam ad Corinthios, c. i, lect. 3).
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Termómetro del verdadero fervor

En una de las casas de nuestro movimiento, hay una fotografía muy bonita de un paseo de árboles. No es tan exuberante como el bosque de Fontainebleau, ni mucho menos, pero es una hermosa arboleda, digna, bien cuidada y agradable a la vista. Hay unos bancos de piedra, sin respaldo, a ambos lados del camino, invitadores a sentarse bajo aquella sombra visitada por fracciones de sol. Es un sendero recto y largo, del que no se ve el final. Tengo la impresión de que es una alameda del convento de Lisieux, donde Santa Teresa del Niño Jesús redactó parte de Historia de un alma.
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