Acción de gracias después de la Comunión – Parte II

Publicado el 04/15/2015

 

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La acción de gracias después de la Comunión es, según San Pedro Julián Eymard, el momento más solemne de nuestra vida, durante el cual tenemos a nuestra disposición el Rey del Cielo y de la Tierra, listo a satisfacer todo y cualquier pedido.

 

——- Diácono Michel Six, EP

 


 

La Eucaristía y María Santísima

 

Hay aún otra piadosa forma de dirigirnos a Jesús, durante la acción de gracias: hacerla por medio de su madre santísima, la Virgen María. Habiendo recibido el Verbo en su seno, Ella nos ofrece un modelo acabado de acción de gracias. "Adorar a Jesús en vuestro corazón uniéndoos a ella es el mejor modo de hacerle una recepción agradable, buena y rica en gracias", aconseja el fundador de los Sacramentinos.

 

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Sacerdotes concelebrantes comulgan del cáliz durante una Misa en la Basílica de Nuestra Señora del Rosario, 20/7/2013)

En ese sentido, recordó San Juan Pablo II que: "Si quisiésemos redescubrir en toda a su riqueza la relación íntima entre a Iglesia y la Eucaristía, no podemos olvidar a María, madre modelo de la Iglesia. […] María está presente, con la Iglesia y como madre de la Iglesia, en cada una de las celebraciones Eucarísticas. Si Iglesia y Eucaristía son un binomio indivisible, lo mismo es preciso afirmar del binomio María y Eucaristía".

 

Esta íntima unión de Nuestra Señora con el Sacramento de la Eucaristía encantaba al profesor Plinio Corrêa de Oliveira, consagrado a Nuestra Señora según el método de San Luís María Grignion de Montfort. Profundo conocedor del espíritu humano, reconocería él que, no estando nosotros a la altura de dignamente recibir a Jesús, necesitamos de un puente que nos lleve con seguridad a este Rey que entra en nuestra humilde morada. Este puente es precisamente lo que tenemos en común con este Rey: la misma madre, María Santísima, que nos trajo el Salvador.

 

Esta madre, de Él y nuestra, quien dentro de las meras criaturas es la más excelsa, se deshace en compasión hasta por el hijo más débil, maltrecho y trastornado. Por lo tanto, es normal que hagamos a través de ella los actos propios a la acción de gracias. Así siendo, imaginaba él nuestra alma como siendo una cabaña en la cual va a entrar el Rey de los Cielos, que "puede ser ordenada y adornada por Nuestra Señora, para que le sea agradable. Como la intercesora es su propia madre, Nuestro Señor se sentirá complacido".

 

Teniendo bien presente que la Virgen María se une a nosotros en la Eucaristía apenas espiritualmente y no en presencia real, como ocurre con su Divino Hijo, el Dr. Plinio nos aconseja que, después de la adoración, pidamos a Ella que nos ayude a agradecer la dádiva de haber recibido a nuestro Salvador: "Madre y Reina del Cielo, agradeced por mi, porque mi acción de gracias es insuficiente".

 

Es aún por las manos de la Virgen Santísima que podemos pedir perdón por nuestros pecados, hacer nuestras peticiones y súplicas, como él nos ejemplifica: "Debo pedir cosas para mi, para aquellos que estimo y hasta para los que no conozco. Ante todo, os ruego que en todo cargo de la Sagrada Jerarquía eclesiástica – desde el trono de San Pedro hasta una simple parroquia – haya fervorosos apóstoles de María, ardorosos esclavos de ella según el método de San Luís María Grignion de Montfort, en toda a fuerza del término".

 

A veces la acción de gracias es árida…

 

En el comienzo de su mencionado Directorio para la acción de gracias, San Pedro Julián Eymard presenta una dificultad que a todos puede asaltar: la insensibilidad al recibir a Jesús. Al respecto de la aridez, dificultad muy común e la vida espiritual, Dr. Plinio recuerda: "Habrá también ocasiones en que nuestras comuniones […] serán áridas. Así como la tierra árida no produce fruto, tenemos muchas veces la impresión de la aridez en nuestra alma: comulgamos y no sentimos nada. Se reza y se pide, pero se tiene la sensación de que nuestras súplicas fueran meras palabras piadosos sin ninguna profundidad".

 

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Nuestra Señora del Santísimo Sacramento
Montreal (Canadá)

Eso, por lo tanto, no nos debe apartar del Santísimo Sacramento, pues la Comunión no es "la búsqueda de un egoísmo espiritual ni la satisfacción de una sensualidad mas ó menos mística. Es el cumplimento de un doble deber: para con el Huésped Divino de la Comunión, que merece ciertamente que lo apreciemos y en Él nos complazcamos y deber para con el alma, cuya obligación es reconfortarse santamente con las delicias presentadas en esa mesa tan ricamente prevista por el Rey del Cielo".

 

El Prof. Plinio Corrêa de Oliveira, de su parte, analizando el problema por un prisma diferente, hace una analogía con el enfermo que toma un remedio científicamente ensayado y comprobado por su eficacia y que, diez minutos después de tomarlo, no siente mejoría alguna. Sería lícito protestar por la inutilidad de la medicina? De ningún modo; sus efectos se verificarán en el transcurso de los días ó al cabo de los años, dependiendo del tratamiento. Algo semejante pasa con la Comunión: "Muchas veces comulgamos, pero la acción de gracias es árida; abrimos un libro de piedad, mas él no nos inspira nada; tenemos la impresión de que no adelantó rezar. Sin embargo, Dios visitó mi alma, pero la presencia de Él fue inútil?

 

Aquel que es todopoderoso, criador del cielo y de la tierra, de todas las maravillas, estuvo presente en mí y no me hizo ningún bien? Debemos tener presente que no son raras las veces que la Comunión enteramente árida trae, en sí, mas ventajas para el alma que aquella que nos da innumerables consolaciones. […] pues muchas veces Él nos prueba a fin de verificar si somos de aquella especie de almas que solo creen cuando sienten: “Jesús le dijo: Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron.’". Es el mejor momento de pedir.

 

Sin duda, advierte San Pedro Julián Eymard : "el momento más solemne de vuestra vida es el de la acción de gracias, cuando tenéis a vuestra disposición el rey del cielo y de la tierra, vuestro salvador y juez, listo a satisfacer todo y cualquier pedido vuestro".

 

De esta manera, con la debida preparación, acerquémonos tanto cuanto posible del Santísimo Sacramento y en el instante en que Jesús se diere a nosotros y nos dijere, como al ciego de Jaricó: "Que quieres que te haga?" (Mc 10, 51a; Lc 18, 41), sepamos responderle: "Señor, que vea" (Mc 10, 51b). Así, nuestra acción de gracias se hará dignamente de acuerdo con el inconmensurable don recibido. Al final, "es posible quedar enfermo, cuando un Dios ofrece la cura de todos los males al indigente, cuando Él pone a disposición los inagotables tesoros de su poder y de su incomprensible caridad?".

 

Modo de hacer la acción de gracias segundo San Luis Maria Grignion de Montfort "Siempre por María y en María"

 

Después de la santa Comunión, estando interiormente recogido, con los ojos cerrados, introducirás a Jesucristo en el Corazón de María; tú se lo darás a su madre, que lo recibirá amorosamente, lo instalará con el debido honor, lo adorará profundamente, lo amará perfectamente, lo abrazará con amor y le tributará, en espíritu y verdad, varios homenajes que nos son desconocidos a nosotros, envueltos en esas densas tinieblas.

 

O entonces, te conservarás profundamente humillado en tu corazón, en la presencia de Jesús residiendo en María. O te conservarás como un esclavo a la puerta del palacio del Rey, donde Él está hablando con la Reina y, en cuanto Ellos hablen, sin precisar de ti, irás en espíritu al cielo y por la tierra entera a pedir a todas las criaturas que agradezcan, adoren y amen a Jesús en María, por ti. "Venid, postrémonos en presencia de Él!" (Sl 95, 6).

 

O si no tu mismo pedirás a Jesús, en unión con María, la venida de su reino sobre la tierra, por intermedio de su Santa Madre, o pedirás la sabiduría divina, o el amor divino o el perdón de tus pecados, o cualquier otra gracia, pero siempre por María y en María. […] Hay una infinidad de pensamientos que el Espíritu Santo proporciona y te proporcionará, si fueres en tu interior mortificado y fiel a esta grande y sublime devoción que te acabo de enseñar. Pero recuérdate que cuanto más dejares actuar a María en tu Comunión, más Jesús será glorificado. Y dejarás actuar tanto más a María por Jesús y a Jesús en María, cuanto más profundamente te humillares y los escuchares en paz y silencio, sin procurar ver, gustar o sentir. Pues el justo vive en todo de la fe y, particularmente, en la Sagrada Comunión, que es un acto de fe: "Mi justo vivirá de la fe!" (Hb 10, 38). Tratado da Verdadera Devoción a la Santísima Virgen – Suplemento, n.3.

 

——- Parte I

 

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