Heraldos
en el mundo
Publicado el 8 de Octubre de 2018
por Plinio Corrêa de Oliveira
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La primera Cruzada no les abrió un camino de comodidades. Eran continuamente atacados por los turcos, destrozados, extorsionados, esclavizados o muertos. Los cruzados que se establecieron en el país constituyeron, en el propio reino franco de Oriente, colonias que era necesario proteger. Les faltaba una protección armada, porque las tropas del reino franco no eran suficientes.
Fue con esa intención que Hugues de Payens congregó un puñado de hombres. No eran más que nueve al inicio, de los cuales no conocemos los nombres, y que se agruparon bajo el título de “Pobres Caballeros de Cristo”. Por causa de ellos se reunió, en 1128, el Concilio de Troyes, donde los “Pobres Caballeros de Cristo” recibieron de San Bernardo, en presencia del Legado Pontificio, de dos arzobispos y diez obispos, sus cartas de Caballería.
El nuevo Rey de Jerusalén, Balduino II, los alojó en su palacio, cerca al Templo de Salomón, de ahí su nombre. Con sus cartas de Caballería recibían también su Regla, pues se comprometieron a través de votos a observar la pobreza, la obediencia y la castidad, sin la cual no habría existido la Orden del Templo. “La castidad es la seguridad del coraje”, se lee en su Regla.
No citaré sino la página1 que me pareció más bella, porque ella contiene toda la renuncia que la Orden exigía y la grandeza que daba a cambio. Los que deseaban ser caballeros, el día en que eran revestidos, se abrían ante ellos las puertas del Templo.
“Caballeros de la Virgen” es una Fundación de inspiración católica que tiene como objetivo promover y difundir la devoción a la Santísima Virgen María y colaborar con la “La Nueva Evangelización” , la cual consiste en atraer los numerosos católicos no practicantes a una mayor comunión eclesial, la frecuencia de los sacramentos, la vida de piedad y a vivir la caridad cristiana en todos sus aspectos. Como la Iglesia Católica siempre lo ha enseñado, el principal medio utilizado es la vida de oración y la piedad, en particular la Devoción a Jesús en la Eucaristía y a su madre, la Santísima Virgen María, mediadora de las gracias divinas. Sus miembros llevan una intensa vida de oración individual y comunitaria y en ella se forman sus jóvenes aspirantes.