CENTENARIO DE LAS APARICIONES DE FÁTIMA – El ángel y los pastorcitos

Publicado el 06/13/2016

En tres ocasiones el Ángel de la Paz visitó a los pastorcitos en el año de 1916. Después de la última aparición, empezaron a expiar los pecados por medio de sacrificios y de una asidua vida de oración.

 


 

Las apariciones de la Santísima Virgen en Fátima fueron precedidas por tres visiones que Lucía, Francisco y Jacinta tuvieron del Ángel de Portugal —o de la Paz— en una colina cercana a Cova da Iría llamada Loca do Cabeço. A través de las palabras del ángel, la Providencia iba preparando a los niños para el momento en el que la mismísima Madre de Dios se comunicaría con ellos.

 

Algunas manifestaciones sobrenaturales antecedieron a la aparición del ángel. Lucía y otras tres niñas vieron suspendida en el aire, por encima de la arboleda del valle, una especie de nube blanquísima con forma humana, “una figura, como si fuera una estatua de nieve, que los rayos del sol la hacían todavía más transparente”, comentaba Lucía. Esa aparición se repitió dos veces en días diferentes.

 

Un joven resplandeciente y de gran belleza

 

El ángel se les apareció a los pastorcitos la primera vez durante la primavera de 1916. Aquel día, como de costumbre, después de rezar, se pusieron a jugar y de pronto un fuerte viento empezó a sacudir los árboles. Entonces ven que se acerca hacia ellos, andando sobre el olivar, un joven resplandeciente y de gran belleza, que aparentaba unos 14 o 15 años, de una consistencia y un brillo como el del cristal atravesado por los rayos del sol. Según contó sor Lucía, cuando el ángel llegó junto a ellos les dijo:

 

—¡No temáis! Soy el Ángel de la Paz. Orad conmigo.

 

Y, arrodillándose en tierra, se inclinó hasta tocar el suelo con su frente y les hizo que repitieran tres veces estas palabras:

 

—¡Dios mío! ¡Yo creo, adoro, espero y te amo! ¡Te pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan, no te aman!

 

Tras incorporarse añadió:

 

—Orad así. Los Corazones de Jesús y de María están atentos a la voz de vuestras súplicas —y desapareció.

 

“La atmósfera sobrenatural que nos envolvió —relata sor Lucía— era tan intensa que casi no nos dábamos cuenta de nuestra propia existencia durante un largo espacio de tiempo, y permanecimos en la posición en la que nos había dejado repitiendo siempre la misma oración. La presencia de Dios se sentía tan penetrante e íntima que ni siquiera entre nosotros nos atrevíamos a hablar. Al día siguiente, todavía sentíamos nuestro espíritu envuelto en esa atmósfera que sólo fue desapareciendo muy lentamente”.

 

“Jesús y María tienen sobre vosotros designios de misericordia”

 

En verano de ese mismo año se les aparece la segunda vez, en esta ocasión cuando se encontraban jugando en el patio de la casa de los padres de Lucía, y les dice:

 

—¿Qué estáis haciendo? ¡Rezad! ¡Rezad mucho! Los Corazones Santísimos de Jesús y de María tienen sobre vosotros designios de misericordia. Ofreced constantemente oraciones y sacrificios al Altísimo.

 

—¿Cómo hemos de sacrificarnos?

 

—le preguntó Lucía.

 

—De todo lo que pudiereis, ofrecedle a Dios un sacrificio, en acto de reparación por los pecados con los que Él es ofendido y de súplica por la conversión de los pecadores. Atraed así la paz sobre vuestra patria.1 Soy el ángel de su guarda, el Ángel de Portugal. Sobre todo, aceptad y soportad con sumisión el sufrimiento que el Señor os envíe.

 

También ahora, como en la primera aparición, los niños se quedaron un rato como en éxtasis cuando desapareció el ángel.

 

Preparados para las apariciones de la Virgen

 

A finales del verano o principios de otoño tuvo lugar la última aparición de ese celestial mensajero, pero nuevamente en Loca do Cabeço, como lo describe sor Lucía:

 

“Después de haber merendado, quedamos en ir a rezar a la gruta, que estaba al otro lado del cerro. […] Tan pronto como llegamos allí, de rodillas, con el rostro en tierra, empezamos a repetir la oración del ángel: ¡Dios mío! Yo creo, adoro, espero y te amo, etcétera. No sé cuántas veces habíamos repetido esa oración, cuando vemos que sobre nosotros brilla una luz desconocida. Nos incorporamos para ver lo que estaba pasando y vemos al ángel sosteniendo en su mano izquierda un cáliz, sobre el cual estaba suspendida una hostia, de la que caían algunas gotas de sangre dentro del cáliz”.

 

Dejando el cáliz y la hostia suspendidos en el aire, el ángel se postró en tierra junto a los niños y les hizo repetir tres veces la oración:

 

—Santísima Trinidad, Padre, Hijo, Espíritu Santo, os ofrezco el preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Jesucristo, presente en todos los sagrarios de la tierra, en reparación de los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los que Él mismo es ofendido. Y por los méritos infinitos de su Santísimo Corazón y del Corazón Inmaculado de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.

 

Después se levantó, le dio la sagrada forma a Lucía y el cáliz se lo dio a beber a Francisco y a Jacinta diciendo:

 

—¡Tomad y bebed el cuerpo y la sangre de Cristo, horriblemente ultrajado por los hombres ingratos! Reparad sus crímenes y consolad a vuestro Dios.

 

Y postrándose de nuevo en tierra, repitió con ellos tres veces más la misma oración. “Santísima Trinidad…”, y desapareció.

 

Los pastorcitos permanecieron en la misma actitud, repitiendo siempre las mismas palabras. Cuando se incorporaron se dieron cuenta de que ya era de noche y regresaron a sus casas.

 

La sensación de la presencia de Dios en esta última aparición fue más fuerte que en las anteriores. Desde aquel momento, los niños empezaron a expiar los pecados por medio de sacrificios y de una asidua vida de oración. La Providencia los estaba preparando para las apariciones de la Santísima Virgen que marcarían la Historia.

 

Transcrito, con adaptaciones, de CLÁ DIAS, EP, João Scognamiglio. Fátima. O meu Imaculado Coração triunfará! São Paulo: ACNSF, 2005, pp. 35-38.

 


 

1 Portugal había entrado en la Primera Guerra Mundial en marzo de 1916.

 

 

 

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