Excelencia del Rosario en las oraciones que lo componen

Publicado el 10/21/2016

La práctica del Santo Rosario ha sido el Cielo quien nos la ha dado, para convertir a los pecadores más empedernidos y a los herejes más obstinados. Dios le ha vinculado la gracia en esta vida y la gloria en la otra.

 


 

Ministros del Altísimo, predicadores de la verdad, trompetas del Evangelio, permitidme presentaros la rosa blanca de este librito para poner en vuestro corazón y en vuestra boca las verdades que son expuestas en él sencillamente, sin gran aparato. En vuestro corazón, para que emprendáis vosotros mismos la santa práctica del Rosario y saboreéis sus frutos. En vuestra boca, para que prediquéis a los demás la excelencia de esta práctica y los convirtáis por este medio.

 

La Anunciación del ángel y la Encarnación

del Verbo – Catedral de Notre Dame, París

Divino compendio de la vida de Jesús y de María

 

Tened mucho cuidado, por favor, de considerar dicha práctica —como hace el vulgo, e incluso muchos orgullosos eruditos— como algo insignificante y de escasas consecuencias; ella es verdaderamente grande, sublime, divina. Es el Cielo quien nos la ha dado, y la ha dado para convertir a los pecadores más empedernidos y a los herejes más obstinados. Dios le ha vinculado la gracia en esta vida y la gloria en la otra. Los santos la han ejercitado y los Sumos Pontífices la han autorizado.

 

¡Oh! ¡Qué feliz es el sacerdote y director de almas, a quien el Espíritu Santo le ha revelado este secreto desconocido para la mayor parte de los hombres o conocido tan sólo superficialmente! Si de él recibe el conocimiento práctico, lo rezará todos los días y hará que los otros lo recen. Dios y su santa Madre derramarán en su alma gracias en abundancia para que sea un instrum nto de su gloria; y en un solo mes dará más fruto con su palabra, aunque sencilla, que los demás predicadores en muchos años.

 

No nos contentemos, pues, mis queridos compañeros, con aconsejarlo a los demás; nosotros mismos hemos de practicarlo. Podremos estar convencidos en nuestra mente de la excelencia del Santo Rosario, pero si no lo practicamos, muy poco esfuerzo se pondrá en lo que aconsejamos, porque nadie da lo que no tiene: “Coepit Iesus facere et docere” (Hch 1, 1), Jesús hizo y enseñó desde el comienzo. Imitemos a Jesucristo, que empezó por hacer aquello que enseñaba. Imitemos al Apóstol, que no conocía ni predicaba más que a Cristo crucificado.

 

La Visitación de la Virgen a su prima Santa Isabel –

Catedral de Notre Dame, París

Eso es lo que haremos nosotros al predicar el Santo Rosario, el cual, como veréis más abajo, no solamente es una repetición de Padrenuestros y Avemarías, sino un divino compendio de los misterios de la vida, pasión, muerte y gloria de Jesús y de María. […]

 

El que se acerca a Dios, ha de comenzar por creer

 

El Credo o Símbolo de los Apóstoles, que se reza al inicio en la cruz del Rosario, al ser un sagrado resumen y compendio de las verdades cristianas, es una oración de un mérito enorme, porque la fe es la base, el fundamento y el principio de todas las virtudes cristianas, de todas las virtudes eternas y de todas las plegarias agradables a Dios. El que se acerca a Dios mediante la oración ha de comenzar por creer; y cuanta más fe tenga, su oración tendrá más fuerza y mérito y más gloria dará a Dios. […]

 

Como la fe es la única llave para entrar en todos los misterios de Jesús y de María contenidos en el Santo Rosario, conviene empezarlo rezando el Credo con gran atención y devoción, y cuanto más viva y fuerte sea nuestra fe, más meritorio será el Rosario.

 

Es preciso que esta fe sea viva y animada por la caridad, es decir, que para rezar bien el Santo Rosario hay que estar en gracia de Dios o en busca de esta gracia.

 

El Nacimiento de Jesús en Belén –

Catedral de No tre Dame, París

La fe tiene que ser fuerte y constante, o sea, que no hay que buscar en la práctica del Santo Rosario solamente el gusto sensible y la consolación espiritual. En otras palabras, no debemos desistir de rezarlo porque tengamos una multitud de distracciones involuntarias en la mente, un disgusto extraño en el alma, un tedio abrumador y un sopor casi continuo en el cuerpo. Para rezar bien el Rosario no son necesarios ni gusto, ni consuelo, ni suspiros, ni arrobos, ni lágrimas, ni aplicación continua de la imaginación. La fe pura y la buena intención son suficientes. […]

 

Quien no reza como el divino Maestro ha enseñado, no es discípulo suyo

 

El Padrenuestro u Oración dominical saca su primera excelencia de su autor, que no es un hombre ni un ángel, sino el Rey de los ángeles y de los hombres, Jesucristo. “Convenía —dice San Cipriano— que aquel que venía a darnos la vida de la gracia como Salvador, nos enseñara la manera de orar como celestial Maestro”. La sabiduría de este divino Maestro bien se muestra en el orden, la dulzura, la fuerza y la claridad de esta divina oración; es corta, pero rica en enseñanza, comprensible para los sencillos y llena de misterios para los sabios.

 

El Padrenuestro encierra todas nuestras obligaciones para con Dios, los actos de todas las virtudes y las súplicas de todos nuestras necesidades espirituales y corporales. Dice Tertuliano que contiene el compendio del Evangelio. Según Tomás de Kempis, aventaja a todos los deseos de los santos, compendia todas las dulces sentencias de los salmos y de los cánticos. Pide cuanto necesitamos, alaba a Dios de un modo excelente, eleva el alma de la tierra al Cielo y la une estrechamente con Dios.

 

La Presentación del Niño Jesús en el Templo –

Catedral de Notre Dame, París

San Juan Crisóstomo asegura que quien no reza como el divino Maestro ha rezado y enseñado a orar, no es discípulo suyo, y Dios Padre no escucha con agrado las oraciones que el espíritu humano ha elaborado, sino la que su Hijo nos ha enseñado.

 

Debemos rezar la Oración dominical con la certeza de que el Padre eterno la escuchará, por ser la oración de su Hijo, siempre atendida favorablemente, y nosotros sus miembros. ¿Acaso puede negarse tan buen Padre a una petición tan bien concebida y apoyada en los méritos e intercesión de tan digno Hijo?

 

San Agustín afirma que el Padrenuestro bien rezado borra los pecados veniales. El justo cae siete veces por día. La Oración dominical contiene siete peticiones por las cuales puede remediar esas caídas y fortificarse contra sus enemigos. Es corta y fácil para que nosotros, como somos frágiles y estamos sujetos a muchas miserias, recibamos un auxilio más rápido, al rezarla con más frecuencia y más devotamente.

 

Una peligrosa tentación

 

Desengañaros, pues, almas devotas que descuidáis la oración que el mismo Hijo de Dios ha compuesto y ha recomendado a todos los fieles; vosotros que sólo estimáis las oraciones que los hombres han compuesto, como si el hombre, aun el más esclarecido, supiera mejor que Jesucristo cómo debemos rezar.

 

El Niño Jesús perdido y hallado en el Templo –

Catedral de Notre Dame, París

Buscáis en los libros de los hombres la manera de alabar y orar a Dios, como si tuvierais vergüenza de la que su Hijo nos ha prescrito. Os persuadís de que las oraciones que están en los libros son para los sabios y para los ricos y que el Rosario sólo es para las mujeres, para los niños y para el pueblo, como si las alabanzas y oraciones que leéis fueran más hermosas y agradables a Dios que las contenidas en la Oración dominical. Es una peligrosa tentación rechazar la oración que Jesucristo nos ha recomendado para aficionarse a las oraciones compuestas por los hombres.

 

No es que desaprobemos las que los santos han compuesto para estimular a los fieles a alabar a Dios, sino que no podemos admitir que las prefieran a la oración que salió de la boca de la Sabiduría encarnada, que dejen la fuente para correr tras los arroyos, que desdeñen el agua cristalina para beber la turbia. Pues, al fin y al cabo, el Rosario, formado por la Oración dominical y la Salutación angélica, es esa agua clara y perpetua que brota del manantial de la gracia, mientras que las demás oraciones que las mencionadas personas buscan en los libros no son más que riachuelos que de ella derivan. […]

 

La Salutación angélica es un compendio de la mariología

 

Tan sublime, tan elevada, es la Salutación angélica que el Beato Alano de la Roche ha creído que ninguna criatura puede comprenderla; que sólo Jesucristo, nacido de la Virgen María, es quien puede explicarla. Su excelencia deriva: principalmente de la Santísima Virgen, a quien fue dirigida; de la Encarnación del Verbo, para la cual fue traída del Cielo; y del arcángel Gabriel, que fue el primero que la pronunció.

 

La Oración y Agonía de Jesús en el Huerto –

Catedral de Valencia (España)

La Salutación angélica resume, en la más concisa síntesis, toda la teología cristiana sobre la Santísima Virgen. En ella encontramos una alabanza y una invocación. La alabanza encierra todo cuanto constituye la verdadera grandeza de María; la invocación contiene todo cuanto debemos pedirle y podemos esperar de su bondad.

 

La Santísima Trinidad reveló la primera parte; Santa Isabel, iluminada por el Espíritu Santo, añadió la segunda; y la Iglesia —en el primer Concilio de Éfeso, realizado en el año 431—, puso la conclusión, tras condenar el error de Nestorio y definir que la Santísima Virgen es verdaderamente Madre de Dios. El Concilio ordenó que se invocase a la Santísima Virgen bajo esa gloriosa cualidad, con estas palabras: “Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte”.

 

La Salutación angélica es el signo de la clemencia y de la gracia de Dios

 

La Santísima Virgen María ha sido Aquella a quien esta divina salutación fue dirigida para llevar a cabo el acontecimiento más grande e importante del mundo: la Encarnación del Verbo eterno, la paz entre Dios y los hombres y la Redención del género humano. El embajador de esta dichosa noticia fue el arcángel Gabriel, uno de los primeros príncipes de la corte celestial.

 

La Flagelación de Jesús atado a la columna –

Museo Episcopal, Vic (España)

En la Salutación angélica están contenidas la fe y la esperanza de los patriarcas, de los profetas y de los Apóstoles. Es la constancia y la fuerza de los mártires, la ciencia de los doctores, la perseverancia de los confesores y la vida de los religiosos. Es el cántico nuevo de la ley de la gracia, la alegría de los ángeles y de los hombres, el terror y la confusión de los demonios.

 

Por la Salutación angélica, Dios se hizo hombre, la Virgen se convirtió en Madre de Dios, las almas de los justos fueron rescatadas del limbo, las ruinas del Cielo se repararon y los tronos vacíos fueron ocupados otra vez; el pecado ha sido perdonado, la gracia nos ha sido dada, los enfermos han sido curados, los muertos resucitados, los desterrados llamados de nuevo, se aplacó la Santísima Trinidad y los hombres obtuvieron la vida eterna. En fin, la Salutación angélica es el arco iris, el signo de la clemencia y de la gracia dadas al mundo por Dios.

 

Aunque no hay nada tan grande como la Majestad divina ni nada tan abyecto como el hombre —considerado en cuanto pecador—, esta suprema Majestad, sin embargo, no desdeña nuestros homenajes; se siente honrada cuando cantamos sus alabanzas. Y el saludo del ángel es uno de los cánticos más hermosos que podemos dirigir a la gloria del Altísimo. “Canticum novum cantabo tibi” (Sal 143 9), te cantaré un cántico nuevo. Este cántico nuevo que David predijo se cantaría en la venida del Mesías es el saludo del Arcángel.

 

Cántico de alabanza y gratitud a la Santísima Trinidad

 

La Coronación de espinas Museo Unterlinden,

Colmar (Francia)

Hay un cántico antiguo y un cántico nuevo. El antiguo es el que los israelitas cantaron en agradecimiento por la Creación, la conservación, la liberación de su cautiverio, el paso del mar Rojo, el maná y todos los otros favores recibidos del Cielo. El cántico nuevo es el que cantan los cristianos en acción de gracias por la Encarnación y por la Redención.

 

Como estos prodigios se realizaron por la Salutación angélica, repetimos este mismo saludo para agradecerle a la Santísima Trinidad tan inestimables beneficios. Alabamos a Dios Padre por haber amado tanto al mundo hasta el punto de sacrificar a su Unigénito para salvarle. Bendecimos al Hijo porque bajó del Cielo a la tierra, se hizo hombre y nos ha rescatado. Glorificamos al Espíritu Santo porque formó en el seno de la Santísima Virgen ese cuerpo purísimo de Jesús ofrecido como víctima por nuestros pecados.

 

Con este espíritu de reconocimiento debemos rezar la Salutación angélica, haciendo actos de fe, de esperanza, de caridad y de acción de gracias por el beneficio de nuestra salvación.

 

Aunque este cántico nuevo está dirigido directamente a la Madre de Dios y contiene sus elogios, no obstante, es muy glorioso para la Santísima Trinidad, pues todo el honor que le rendimos a la Santísima Virgen vuelve a Dios como causa de todas sus perfecciones y virtudes: el Padre es glorificado porque honramos a la más perfecta de sus criaturas; el Hijo porque alabamos a su purísima Madre; el Espíritu Santo porque admiramos las gracias con las que fue colmada su Esposa. Al igual que la Santísima Virgen, con su hermoso cántico del Magníficat, dirigió a Dios las alabanzas y bendiciones que Santa Isabel le tributó por su eminente dignidad de Madre del Señor, del mismo modo Ella remite inmediatamente a Dios los elogios y bendiciones que le hacemos mediante la Salutación angélica.

 

“Dios me llenó de sabiduría y de luz”

 

Jesús con la cruz a cuestas camino del Calvario – Museo

Nacional de Arte de Cataluña, Barcelona (España)

Si este saludo glorifica a la Santísima Trinidad, también constituye la alabanza más perfecta que podemos dirigirle a María. Santa Matilde, deseando saber por qué medio podría testimoniar mejor la ternura de su devoción a la Madre de Dios, fue arrebatada en espíritu y se le apareció la Santísima Virgen llevando sobre su pecho la Salutación angélica escrita en letras de oro, y le dijo:

 

“Sabe, hija mía, que nadie puede honrarme con un saludo más agradable que el que me ofreció la Trinidad adorabilísima y por el cual me elevó a la dignidad de Madre de Dios. Por la palabra ‘Ave’, que es el nombre de Eva, supe que Dios, por su omnipotencia, me había preservado de todo pecado y de las miserias a las que estuvo sujeta la primera mujer. El nombre de ‘María’, que significa señora de luces, indica que Dios me llenó de sabiduría y de luz, como astro brillante, para iluminar el cielo y la tierra. Las palabras: ‘llena de gracia’, simbolizan que el Espíritu Santo me ha colmado de tantas gracias que puedo repartirlas abundantemente a quienes las piden por mediación mía. Diciendo: ‘el Señor es contigo’, se renueva en mí el gozo inefable que sentí cuando el Verbo eterno se encarnó en mi seno. Cuando se me dice: ‘bendita tú eres entre todas las mujeres’, alabo a la divina misericordia, que me ha elevado a tan alto grado de felicidad. A las palabras: ‘bendito es el fruto de tu vientre, Jesús’, todo el Cielo se regocija conmigo al ver a mi Hijo adorado y glorificado como Salvador de los hombres”.

 

Señal de predestinación, pero también de condenación

 

Entre las cosas admirables que la Santísima Virgen le reveló al Beato Alano de la Roche —y sabemos que este gran devoto de María confirmó con juramento sus revelaciones—, hay tres más notables. La primera: que es un signo probable y próximo de eterna condenación el tener negligencia, tibieza y aversión hacia la Salutación angélica, la cual ha restaurado el mundo. La segunda: que quienes sienten devoción a esta salutación divina portan una grandísima señal de predestinación. La tercera: que los que han recibido del Cielo la gracia de amar a la Santísima Virgen y servirla por afecto deben ser extremadamente cuidadosos de continuar amándola y sirviéndola hasta que, por su intercesión, su Hijo los coloque en el Cielo en el grado de gloria que conviene a sus méritos.

 

La Crucifixión y Muerte de Jesús –

Galería Nacional de Canadá, Ottawa

Todos los herejes —que son hijos del diablo y que llevan las marcas evidentes de la condenación— tienen horror al Avemaría; aprenden el Padrenuestro, pero no el Avemaría; y preferirían llevar sobre sí una serpiente antes que un rosario. Entre los católicos, los que llevan la marca de la condenación apenas se interesan por el Rosario, son negligentes en rezarlo o lo hacen con tibieza y precipitadamente.

 

Aun cuando no agregase una fe piadosa a lo que le ha sido revelado al Beato Alano de la Roche, mi experiencia me bastaría para estar persuadido de esta terrible y dulce verdad. No sé, e incluso ni veo con claridad, cómo puede una devoción aparentemente tan pequeña ser una señal infalible de eterna salvación, y su defecto, un signo de reprobación. Sin embargo, no hay nada más verdadero.

 

Nosotros mismos vemos cómo las personas que profesan las nuevas doctrinas de nuestros días, condenadas por la Iglesia, a pesar de su simulada piedad, descuidan mucho la devoción al Rosario y, a menudo, lo despojan de la mente y del corazón de los hombres y mujeres que les rodean, bajo los más bonitos pretextos del mundo. Se guardan muy bien de condenar abiertamente el Rosario o el escapulario, como hacen los calvinistas, pero su manera de proceder es tanto más perniciosa cuanto más sutil. […]

 

Un rocío celestial y una saeta inflamada

 

Mi Avemaría, mi Rosario o mi corona, son mi oración y mi piedra de toque más segura para distinguir a los que son conducidos por el espíritu de Dios de los que están bajo la ilusión del espíritu maligno. He conocido almas que parecían volar como águilas, hasta las nubes, por su sublime contemplación; y, no obstante, estaban desdichadamente engañadas por el demonio, y solamente pude descubrir sus ilusiones por el Avemaría y el Rosario, que rechazaban como algo de inferior nivel.

 

La Resurrección del Hijo de Dios – Basílica de

Nuestra Señora del Rosario, Caieiras (Brasil)

El Avemaría es un rocío celestial y divino que, cayendo en el alma de un predestinado, le comunica admirable fecundidad para producir toda clase de virtudes; y cuanto más regada está el alma por esta oración, más se vuelve iluminada en su espíritu, abrasada en su corazón y fortificada contra sus enemigos. El Avemaría es una saeta penetrante e inflamada, que, siendo unida por un predicador a la palabra de Dios que anuncia, le da fuerza para atravesar y convertir los corazones más empedernidos, aun cuando no tenga un extraordinario talento natural para la predicación.

 

Esa fue la saeta secreta que la Santísima Virgen enseñó a Santo Domingo y al Beato Alano para convertir a los herejes y a los pecadores. De aquí procede, según afirma San Antonino, la costumbre de que los predicadores recen un Avemaría al principio de sus predicaciones. […]

 

¿Quién no admirará la excelencia del Santo Rosario, compuesto por dos divinas partes: la Oración dominical y la Salutación angélica? ¿Hay oración más grata a Dios y a la Santísima Virgen, más fácil, más dulce y más saludable para los hombres? Tengámoslas siempre en el corazón y en la boca para honrar a la Santísima Trinidad, a Jesucristo nuestro Salvador y a su Santísima Madre

 


Fragmentos de Le secret admirable du très saint Rosaire Traducción: Heraldos del Evangelio

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Los Caballeros de la Virgen

“Caballeros de la Virgen” es una Fundación de inspiración católica que tiene como objetivo promover y difundir la devoción a la Santísima Virgen María y colaborar con la “La Nueva Evangelización” , la cual consiste en atraer los numerosos católicos no practicantes a una mayor comunión eclesial, la frecuencia de los sacramentos, la vida de piedad y a vivir la caridad cristiana en todos sus aspectos. Como la Iglesia Católica siempre lo ha enseñado, el principal medio utilizado es la vida de oración y la piedad, en particular la Devoción a Jesús en la Eucaristía y a su madre, la Santísima Virgen María, mediadora de las gracias divinas. Sus miembros llevan una intensa vida de oración individual y comunitaria y en ella se forman sus jóvenes aspirantes.

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