Las apariciones de Fátima difunden una luz sobrenatural que arrebató a los pastorcitos en forma irrresistible, e ilumina el corazón de los peregrinos que acuden a este lugar sagrado en busca de consuelo.
MENSAJE MÁS ACTUAL QUE NUNCA
No son raras las intervenciones espectaculares de Dios en el mundo. Basta recordar milagros retumbantes como la travesía del Mar Rojo y el maná ofrecido a los hebreos en el desierto. El ejemplo supremo lo encontramos en la Encarnación del propio Verbo Divino, hecho de tal magnitud que la historia de los hombres gira a su alrededor.
Fátima parece merecer un lugar destacado en esta galería. Podemos decir sin miedo a exagerar que constituye el principal acontecimiento del siglo XX. El mensaje transmitido por María toca de lleno los principales problemas de los últimos cien años, tales como las dos guerras mundiales, el avance del comunismo, los conflictos religiosos y la avasalladora crisis moral en curso; apunta sus causas básicas y aporta los remedios. Si a esto añadimos el hecho de que fue la propia Virgen quien sirvió de embajadora del Cielo, no hay cómo no atribuirle una suma importancia.
Es más, desde 1917, las palabras proféticas de la Madre de Dios cobran una cada vez más candente actualidad. Su llamado vale hoy más que hace 90 años. Los problemas que Ella denunció se agravaron hasta el paroxismo.
Pase lo que pase, no debemos temer: hagamos caso con toda confianza a las peticiones hechas por la Virgen de Fátima y tengamos la certeza de que Ella nos cuidará como a hijos muy queridos.
LA IMPORTANCIA DEL MENSAJE DE FÁTIMA
La esencia del Mensaje de Fátima son las maternales palabras de esperanza de la Madre de Dios y el medio que ella pone a nuestro alcance para solucionar la crisis contemporánea: “Recen el Rosario todos los días, para alcanzar la paz”.
El Mensaje es tan simple que casi nos sentimos tentados a exclamar:
“¿Sólo eso? ¿La Virgen apareció y ‘arrancó’ al sol de su lugar únicamente para pedir que recemos?”.
Sí, esa es la gran profecía. Por que si volvemos a tomar en nuestras manos las cuentas del Rosario, la guerra se alejará del mundo, la humanidad abandonará el pecado, la paz reinará en la tierra, en las familias y en las conciencias, y se realizará la previsión de la Virgen: “Por fin, mi Inmaculado Corazón triunfará”.
Todas las demás profecías de Fátima no son sino señales de la providencia de que Nuestra Señora hará cumplir la esperanzadora previsión de su triunfo maternal sobre los corazones endurecidos por el pecado.
¿Qué milagros de la gracia hará la Madre de Dios para cambiar el rumbo de los acontecimientos y abrir los corazones de los hombres al mensaje del Evangelio?
Por cierto que éste es uno de los grandes enigmas que la publicación del Tercer Secreto no develó.
LA DEVOCIÓN DE LOS PRIMEROS SÁBADOS
¿Será a través del Rosario? Sí, pero no solamente. En Fátima, la Virgen anunció que Dios quería establecer en el mundo la devoción al Inmaculado Corazón de María, y que más tarde vendría a pedir la devoción de los cinco primeros sábados. Por una providencial coincidencia, la Hermana Lucía fue transferida al convento de las Hermanas Doroteas, en Pontevedra, donde se encontraba en 1925 cuando la Virgen se le apareció nuevamente para pedir la devoción de los Cinco Primeros Sábados.
POR FIN MI INMACULADO CORAZÓN TRIUNFARÁ
Fallecida la Hermana Lucía y revelado el Tercer Secreto, permanece otro último enigma que develar. La Santísima Virgen, al aparecer a los pastorcitos le dijo: “Vine a pediros que vengáis aquí seis meses seguidos, el día 13 ha esta misma hora. Después volveré una séptima vez”.
A pesar de sus enigmas, Fátima continúa como punto de referencia hacia el que se dirigen todas las miradas cuando la magnitud de los acontecimientos hace tambalear la seguridad y estabilidad del mundo moderno. Los que creen mirarán hacia Fátima con esperanza y alegría. Los incrédulos se esfuerzan en negar su autenticidad, temerosos de verse obligados a ceder frente a la evidencia. Los indiferentes se encogen de hombros sin analizar los hechos, pues la veracidad del Mensaje de Fátima los llevaría a obrar en consecuencia. Pero todos tienen bien presente que las profecías de la Santísima Virgen se realizaron.
Solo Ella sabe cuál es el momento oportuno para tocar el fondo del alma del hombre contemporáneo con maternales palabras de paz y consolación, realizando así lo que profetizó a los tres pastorcitos en 1917: “Por fin, mi Inmaculado Corazón triunfará”.
LOS PAPAS Y FÁTIMA
Desde la primeras noticias sobre las apariciones de Fátima, los Papas mostraron simpatía y apoyo.
Pío XI, entre otras manifestaciones públicas de simpatía, concedió el 1 de octubre de 1930 una indulgencia especial a los peregrinos de Fátima.
Pío XII, que hizo una decena de pronunciamientos sobre Fátima, declaró el 8 de mayo de 1950: “ya pasó el tiempo en que se podía dudar de Fátima”.
Anteriormente, el 31 de octubre de 1942, consagró a la humanidad al Inmaculado Corazón de María.
En 1946, por medio de su legado, el Cardenal Masella, consagró el mundo a Nuestra Señora de Fátima. El 11 de octubre de 1954 ordenó que se renueve permanentemente la consagración del mundo a su Corazón Inmaculado.
Juan XXIII cuando aún era Cardenal, visitó como peregrino el lugar de las apariciones y, más tarde, legó en testamento su cruz pectoral al Santuario de Fátima.
Pablo VI fue el primer Romano Pontífice que visitó el Santuario de Fátima, para conmemorar el cincuentenario de las apariciones, el 13 de mayo de 1967.
Antes de eso, al clausurar la III Sesión del Concilio Vaticano II, anunció su intención de enviar una Rosa de Oro al Santuario de Fátima, lo que efectivamente hizo.
Juan Pablo II, visitó personalmente el lugar de las apariciones en dos ocasiones, el 13 de mayo de 1982 y el 13 de mayo de 1991.
En 1984, en Roma, ante la Imagen de Fátima, consagró la humanidad al Corazón Inmaculado de la Virgen, en unión a todos los obispos católicos del mundo. Hizo también importantes declaraciones sobre la devoción a Nuestra Señora de Fátima y la importancia del rezo del Santo Rosario en su Carta Apostólica “Rosarium Virginia Mariae”.