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Discurrir sobre los ángeles podría parecer una cosa extravagante y pueril hace algunos años. No obstante, el tema surge de nuevo hoy con toda su fuerza, en plena época materialista.
Errores y mucha fantasía en torno a este moderno interés por las criaturas angélicas son añadidos a aquello que la Iglesia enseña a su respecto. Nuestra intención no es analizarlos aquí. Tan sólo nos proponemos investigar sobre un asunto que mueve extremamente nuestra curiosidad, con el propósito de rasgar un poco el velo que nos oculta el mundo de los puros espíritus: ¿cómo se comunican ellos?
Seres inmateriales, pero compuestos
Que los ángeles son seres inmateriales es algo que hoy se acepta pacíficamente, aunque no sea fácil de comprenderlo. Tendemos a “antropomorfizar” su vida, transponiendo al plano de lo celestial las circuns tancias de nuestra existencia terrena. Sin embargo, no hay nada más lejos de la realidad que esto.
Por eso mismo, el debate sobre la existencia de un “cuerpo angélico” provocó, en los primeros siglos de la Iglesia, controvertidas discusiones entre los entendidos e incluso entre santos. Una corriente teológica muy numerosa —en la que se encontraba San Buenaventura— defendía la tesis de que los entes angélicos tienen, en su composición, alguna “materia espiritual”, un cuerpo etéreo, muy sutil. Porque si no, ¿cómo se explica su individuación, contingencia, al ser criaturas compuestas y estar delimitadas?, argumentaban los defensores de aquella corriente.1 Aún más: si los ángeles son puros espíritus, ¿no serían entonces totalmente simples?2 ¿Cómo distinguirlos de Dios?
La cuestión vino a ser esclarecida por una de las más grandes lumbreras del pensamiento: Santo Tomás de Aquino. Con sencillez y objetividad, clarificó ideas abstrusas y precisó conceptos ambiguos —a veces, diríamos, infantiles.
De paso mencionemos que fue apodado con toda propiedad de Doctor Angélico, título utilizado por primera vez por San Antonino de Florencia (1389-1459)3 y más tarde consagrado por San Pío V en la bula Mirabilis Deus , de 1567, “quizápor sus virtudes, en particular la sublimidad del pensamiento y la pureza de la vida”, como observa el Papa Benedicto XVI.4
En la Suma Teológica , Santo Tomás dedica un tratado entero al tema de los ángeles, sobre el que también discurre en De Substantiis Separatis , en el libro II de las Sentencias y en De Veritate , además de realizar aclaradoras menciones en otras obras.
Al principio, discrepó de la necesidad de que hubiera un cuerpo angélico, señalando que el concepto de “materia espiritual” era en sí mismo contradictorio e insostenible.
Tal afirmación fue una de las que más polémica causó en su tiempo y casi llevó al Obispo de París, Mons. Étienne Tempier, a condenarlo como hereje.
Por otro lado, subrayó que todos los seres creados son necesariamente contingentes y compuestos.
En el caso de los entes corporales, existe una composición de forma y de materia . Pero hay una composición anterior, inherente a toda criatura, la de esencia y la de acto de ser (o existencia ).
Una está para el otro en una relación de potencia y acto .5 De esta forma, aunque en los ángeles no exista la materia, también ellos son compuestos: su esencia se distingue realmente de su acto de ser.
Ahora bien, Dios es acto puro; en Él hay identidad de esencia y existencia.
El P. Bandera explica que Él “es absolutamente simple y en Él no hay ningún tipo de composición. Las criaturas no alcanzan nunca la simplicidad propia de Dios y, por consiguiente, entrañan alguna composición.
Pero para explicar esta composición no es necesario recurrir a la materia; la composición original, la inherente a la criatura en cuanto tal, es la de esencia y existencia”.6
Los ángeles tienen el ser por participación en el Ser divino. No existían desde siempre, sino que en determinado momento recibieron el don de la existencia, creados de la nada. Esto ya es suficiente, según la doctrina innovadora de Santo Tomás, para distinguir a la criatura del Creador.7
Así quedaba resuelto el problema referente a la naturaleza angélica: una criatura, por muy excelente que sea, está compuesta por lo menos de esencia y existencia; en el Creador, la existencia es idéntica a la esencia.
¿Cómo llegan los ángeles al conocimiento de las cosas?
La Escolástica enseña que todo conocimiento nos viene a través de los sentidos. Así, antes de que nuestro intelecto forme una idea sobre un objeto, median los sentidos internos — sentido común, imaginación, memoria, cogitativa—, que organizan y preparan en representaciones imaginarias los datos percibidos en bruto por los sentidos externos. Finalmente el intelecto abstrae las características individuales del objeto particular, aprehendiendo su esencia, con la que trabajará para llegar a conceptos, raciocinios y juicios universales.
En el proceso del conocimiento humano existe, por lo tanto, un paso del objeto particular conocido a las ideas universales. De esta manera, si alguien que anda por la calle se encuentra de repente con un animal, sin conocer siquiera detalles sobre él (p. ej., cuando nació o quién es su dueño), sabrá de inmediato si se trata de un perro, un gato, etc.
Después de haber conocido varios perros, la esencia canina está bien determinada en nuestra mente por ciertas características que, siendo universales, se aplican a todos los entes de esa especie. Por eso, a menos que haya alguna interferencia (la falta de buena iluminación en el lugar, por ejemplo), al ver a un perro, sabremos que es un can, ya se trate de un dálmata, un pastor alemán, un labrador o un simple chucho callejero, sin importar su tamaño, edad, color u otros rasgos particulares.
Nuestro raciocinio, por tanto, trabaja con ideas universales. Por eso, entendemos perfectamente una noticia que diga: “Por determinación del Servicio Sanitario Estatal, todos los perros deben ser vacunados contra la rabia”. La palabra “perros”, refiriéndose a la esencia, designa a todos los individuos de la especie canina.
Sin embargo, en el ángel el proceso de conocimiento no puede darse de la misma manera, pues no tiene cuerpo y no posee sentidos que capten los detalles.
Entonces, ¿cómo llega hasta el conocimiento de las cosas?
Resumiendo la doctrina de Santo Tomás al respecto, el profesor Peter Keeft afirma que “es propio al hombre progresar en la verdad por etapas, por medio de conceptos y de raciocinios hasta el conocimiento de la verdad de un juicio”, mientras que les es propio a los ángeles conocerla “intuitiva e inmediatamente, de una vez, no por medio de ese proceso temporal”.8
Veamos más detenidamente estos puntos.
Las especies (ideas) por las que los ángeles conocen las cosas no les vienen de estas últimas. Por ejemplo, a un ángel no le hace falta conocer a varios gatos para concluir, abstrayendo las características particulares de cada uno, en la idea de “gato”.
El espíritu angélico no está sujeto a un desarrollo gradual, sino que empezó a existir en la plenitud de su conocimiento.
Nunca tuvo que aprender, en el sentido propio del término.
En otras palabras, en el momento en que Dios creó a los ángeles les infundió las ideas o conceptos abstractos de todas las cosas, sin los cuales no serían capaces de conocer las cosas particulares o individuales.
Cuando un ángel “ve”, es decir, aplica su inteligencia a algo nuevo, no adquiere idea alguna; tan sólo lo compara con el concepto universal presente ya en su intelecto.
Jerarquía piramidal y vertical
Entre los hombres existe una jerarquía que podríamos llamar de piramidal, donde muchos dependen de uno o de algunos. Esto ocurre en una familia en la cual los hijos están sujetos a los padres; o en un país, donde los súbditos dependen del monarca o jefe de Estado. En la jerarquía familiar, los hijos tienen una igualdad relativa, sin depender unos de los otros para hacer llegar a sus padres sus deseos e interrogantes.
Evidentemente, la igualdad absoluta no es sostenible, pues un hijo será más inteligente o más fuerte —y este aspecto superior— que otro. A un nivel más elevado, tal desigualdad es la que hace posible la constitución de una sociedad.
Entre los ángeles eso pasa de manera diferente. Como cada uno constituye una especie única, cuanto más elevado es el ángel, más ricas son las ideas o conceptos que le han sido infundidos por Dios, al crearlo.9
Quizá se podría pensar que esa desigualdad fuese motivo de tristeza para los ángeles inferiores. No obstante, esto no ocurre, ya que las apetencias, capacidades y gloria de cada uno son plenamente satisfechas por el propio Creador, desde el momento que entraron en la Visión Beatífica. 10 Por consiguiente, no tienen posibilidad de sentimiento de infelicidad.
Al contrario, las cualidades de los ángeles superiores constituyen motivo de admiración para ellos.
¿Cómo hablan los ángeles?
Con estas aclaraciones hechas, nos podríamos preguntar cómo es el “habla” de los ángeles, y es Santo Tomás de nuevo quien nos responde: es dado poriluminación y por locución.
Se denomina iluminación al acto por el que un ángel superior da a conocer a uno inferior alguna verdad sobrenatural de la que ha tenido conocimiento, gracias a la inmediata revelación de Dios. Por ejemplo, el Señor les manifestó directamente a todos los seres angélicos la futura Encarnación del Verbo, pero no de igual forma: a unos les comunicó más y a otros menos, dejando que los ángeles superiores se encargaran de iluminar a los inferiores, de modo que éstos progresasen en el conocimiento de ese misterio hasta el día de su realización.11
Conforme lo explica Santo Tomás, la iluminación se hace de la siguiente manera: en primer lugar, el ángel superior fortalece la capacidad de entender del ángel inferior; en segundo lugar, el superior propone al inferior aspectos particulares de verdades sobrenaturales que él, ángel superior, “conoce universalmente”. 12
Santo Tomás ilustra esta doctrina ejemplificándola con un maestro que cuando enseña una materia la divide en partes coherentes y ordenadas, acomodándola a la capacidad de sus alumnos. Éstos tendrán, evidentemente, un conocimiento fraccionado, muy inferior al de su maestro. Así ocurre con los ángeles: “El ángel superior recibe el conocimiento de la verdad bajo una forma de concepción universal que sobrepasa la capacidad intelectual del ángel inferior”. 13 Para iluminar al inferior, el superior fragmenta y multiplica la verdad que él mismo conoce de modo universal, haciéndola más particular.
Esta forma de comunicación, por iluminación , procede únicamente de los ángeles superiores hacia los inferiores.
Aunque los ángeles inferiores también hablan, en la locución , con los superiores. Según el Doctor Angélico, la locución tiene por finalidad manifestarle algo interior a aquel con quien habla o pedirle alguna cosa: “Pues hablar a otro no es más que manifestarle algún concepto de la mente”.14 No se trata en este caso de presentar una verdad sobrenatural, porque eso sería la iluminación . En otras palabras: toda iluminación es una locución, pero no toda locución es una iluminación.
Es indudable que la comunicación de los ángeles entre sí no es expresada con sonidos, gestos u otro elemento material, pues su naturaleza es sólo espiritual. Se produce por un acto de la voluntad, mediante la cual un ángel dirige su pensamiento a otro dándole a conocer los conceptos que posee. Puede transmitir algo a unos y a otros no, conforme lo desee.
Los ángeles también se comunican con Dios, pero no como se dirige el agente al paciente o, según la terminología humana, el maestro al discípulo. Le habla “el ángel a Dios, bien sea para consultar la divina voluntad sobre lo que se ha de hacer, o para admirar la grandeza divina, que nunca ha de llegar a comprender” 15, explica Santo Tomás.
El tema de las conversaciones angélicas
Es obvio que el principal objeto de conversación de los ángeles es Dios, pues toda criatura tiende naturalmente a volverse hacia el Creador, sobre todo tratándose de seres tan perfectos como ellos.16
Además de que, “al encontrarse en la Visión Beatífica”, siempre estarán contemplando nuevos aspectos de Él por toda la eternidad. Al ser Dios infinito, por mucho que los ángeles del Cielo le vean en su conjunto no lo ven en su totalidad, cosa imposible para cualquier criatura.
Conversan igualmente sobre los designios divinos a respecto del universo material, en el que el hombre es el elemento más importante. No pueden, por tanto, dejar de interesarse enormemente por la acción divina en la Historia; así, los ángeles superiores les comunican a los inferiores lo que “ven” en Dios al respecto.
Podíamos imaginarnos un diálogo en el que nuestro Ángel de la Guarda le preguntase a un ángel más elevado cómo comprender mejor nuestra psicología. Por ejemplo, por qué procedí de tal manera, por qué dejé de actuar en tal o cual ocasión, etcétera. El ángel superior, además de darle al Ángel de la Guarda las explicaciones oportunas, añadiría alguna orientación sobre cómo guiar nuestra alma de la forma más apropiada conforme el plan de Dios.
Una cosa es segura: nuestros ángeles custodios están constantemente conversando sobre nosotros con los ángeles que son superiores a ellos, de modo que existe una “cascada”, o “cadena”, de ángeles interesados por la santificación y la salvación de cada uno de nosotros.
Que tal pensamiento contribuya a aumentar nuestra devoción a los Santos Ángeles, esos gloriosos intercesores celestiales, de los que muchas veces nos olvidamos.
1 Cf. BANDERA GONZÁLEZ, Armando. Introducción a las cuestiones 50 a 64. In: Suma Teológica . 2ª ed. Madrid: BAC , 2009, p. 496
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