La Maternidad divina de María
Todos los títulos y grandezas de Maria dependen del hecho extraordinario de su maternidad divina. El cardenal Caietano, dice que María, es sin duda alguna la que tiene mayor afinidad con Dios entre todas las criaturas” 1. Consideremos, pues, este admirable privilegio de María.
I. La realidad de la maternidad divina
Diferencia entre naturaleza y persona
Para comprender el verdadero significado y el alcance de la maternidad divina, conviene que recordemos la diferencia entre “naturaleza” y “persona”
La simple naturaleza, puede hacer referencia a seres intelectuales o racionales o animales, y hasta inanimados. La naturaleza indica la cosa (una piedra, un animal, un hombre); y la persona (indica el yo), que es siempre única es intransferible.
Un padre al engendrar a su hijo, le comunica la naturaleza humana, pero de ninguna manera su propia persona” 2.
II. Maria verdadera Madre de Dios.
“Para que a una mujer se le pueda llamar verdaderamente madre, es necesario que dé a su descendencia, una naturaleza semejante a la suya. Nuestra Señora no es llamada Madre de Dios en el sentido en que hubiese engendrado a la divinidad, y sí en el sentido en que engendró según la humanidad, a la divina persona del Verbo (es decir de Jesucristo)… Es esta y no otra la definición del Concilio de Éfeso en 431” 3.
Testimonio de la Escritura
San Pablo enseña explícitamente que, “Mas cumplido que fue el tiempo, envió Dios a su Hijo, formado de una mujer y sujeto a la Ley” (Ga. IV ,4)
Aún mas clara y explícita, es la expresión de Santa Isabel, respondiendo al saludo de Maria, inspirada por el Espíritu Santo, dice llena de admiración “Y, ¿de dónde a mí tanto bien que venga la madre de mi Señor a visitarme?” (Lc, I, 43)
“la expresión mi Señor es, evidentemente, sinónimo de Dios.
La voz de la Tradición
En los dos primeros siglos, los Padres de la Iglesia enseñaban que María concibió y dio a luz a Dios. En el siglo III comenzó el uso del término Theotokos, que significa Madre de Dios.
“La exultación que los fieles demostraron, cuando la maternidad divina fue definida solemnemente como dogma de fe, comprueba hasta la saciedad cuan profundamente estaba arraigada esta verdad fundamental en el alma de los antiguos cristianos” 4.
Triunfo de la maternidad divina
Durante el Pontificado de San Celestino I (422-432), la Santa Iglesia conoció una de sus victorias más espectaculares contra la herejía. “Nestorio, Patriarca de Constantinopla, era un espíritu orgulloso, superficial, amigo de la novedad.
Ya en el discurso que pronunció el día de su posesión c, se reveló su carácter: “Señor (dice dirigiéndose al emperador Teodosio el joven), libra el Imperio de los herejes, y yo te daré el Reino de los Cielos. Ayúdame a vencer a los enemigos de la Iglesia, y yo te ayudaré a vencer a los persas”.
El celo es digno de alabanza, pero cuando él no se apoya en la humildad, conduce a los abismos.
“Nestorio cayó en el error, combatiendo los restos de los arrianos y de los macedonios. En un sermón que pronunció en la Navidad del año 428, él se adelantó a decir que “llamar a la Virgen Madre de Dios, sería justificar la locura de los paganos, que dan madres a sus dioses”
“Este ultraje hecho a la Santísima Virgen, despertó el horror de todo el mundo cristiano. Pero Nestorio no se quiso retractar. Explicándose, desenvolvió la herejía. Él pretendía que se debía llamar a la María, Madre de Cristo, y que el hombre nacido de ella debía ser llamado de Theoporo, (es decir el que lleva a Dios). Nestorio rechazaba la Divinidad de Jesucristo, y afirmaba: Jesús no era Dios, sino un hombre unido a Dios de una manera más especial y más íntima que cualquier otro, y como consecuencia lógica, la Virgen no era Madre de Dios, sino solamente la madre de un hombre llamado Cristo.
“Algunos obispos adoptaron este error, y Doroteo, Obispo de Marcianópolis, un día, predicando en Constantinopla en presencia de Nestorio, llevó su impiedad hasta el punto de exclamar: “Si alguien dice que María es Madre de Dios, sea anatema!!
“Al oír estas palabras, el pueblo dio un grito de indignación y abandonó el recinto sagrado. Todo el Oriente se conmovió con la noticia de este escándalo. El ultraje hecho a la maternidad divina de la Santísima Virgen, abrió los ojos acerca de las consecuencias de este error.
“Dios suscitó a San Cirilo, Patriarca de Alejandría, contra la herejía de Nestorio (…) En vano, este santo pastor habló con el propio hereje, para tratar de hacerlo desistir del error. Los dos Patriarcas terminaron por llevar la causa al tribunal del Papa San Celestino I.
“El Papa, alarmado con justa razón por el progreso de la impía doctrina, encargó a Casiano, un sabio sacerdote de Marsella, la composición de una obra para combatir y condenar a Nestorio.
“En un primer Concilio, habido en Roma, se condenó la doctrina contraria a la Encarnación. Un segundo concilio, convocado en Alejandría por San Cirilo, formuló claramente la doctrina de la Iglesia en doce artículos bajo el nombre de Doce anatemas de San Cirilo; que siendo ratificados por el Papa definieron la doctrina de la Iglesia sobre la Encarnación [y la maternidad divina]: “Si alguien ––declara el Concilio – no confiesa que EL Emmanuel es verdaderamente Dios, y que por eso la Santa Virgen es Madre de Dios, pues dio a luz según la carne el Verbo de Dios hecho carne sea anatema!! [D 113]; “…Si alguien se atreve a decir que Cristo es hombre teóforo o portador de Dios, y no Dios verdadero (…) sea anatema!! [D 117] “La obstinada resistencia de Nestorio condujo a la convocatoria de un Concilio en Éfeso en el año de 431, siendo presidido por San Cirilo, como legado pontificio, a la espera de la llegada de otros representantes enviados Por San Celestino.
“También Nestorio vino a Éfeso, mas se rehusó a comparecer ante el Concilio, que en ausencia suya, procedió a examinar sus escritos. Terminada su lectura, todos los Padres a una sola voz gritaron:”Anatema e esas impiedades! Anatema a quien sustente esa doctrina de mentira, contraria a las santas Escrituras y a la tradición de los Padres!”
“El pueblo de Éfeso había permanecido todo el día a la puerta de la iglesia donde los Padres estaban reunidos, a fin de conocer enseguida la sentencia, la cuál fue recibida con transportes de entusiasmo!
“La ciudad entera se iluminó; fueron quemados perfumes e inciensos delante de las imágenes de la Santísima Virgen.
“Vencidos, los nestorianos intentaron un último esfuerzo para retardar su caída. El representante imperial en Éfeso, quien les era devoto, interceptó las cartas del Concilio, e hizo un falso relato de lo que había pasado. Pero la verdad acabó por salir a la luz: un diputado, disfrazado de mendigo, llevó el verdadero relato escondido en el hueco de un bastón, y entró con él en el Palacio Imperial.
“Cuando el Emperador Teodosio conoció la verdad, exilió a Nestorio para un monasterio en Antioquía, y después para Egipto, donde el hereje murió miserablemente…”
(J. Chantrel, Histoire Populaire des Papes, Dillet, París, 1863, 10 ed ., t IV, pp. 39-49)
II Conveniencias de la maternidad divina
Por parte de Dios
En este dogma se reflejan del modo más vivo y espléndido los tres atributos que Dios más desea manifestar a los hombres, para conquistar su inteligencia y su corazón, su admiración y su amor:
Sabiduría divina
El hijo de Dios hubiera podido tomar un cuerpo semejante al nuestro en todo, sin recurrir a una Madre, como lo hizo al crear a Adán, pero para quitarle al hombre orgulloso cualquier pretexto de negar la realidad de la encarnación, sabiamente decidió tomar su cuerpo de una verdadera Madre. Y así se hizo.
Justicia divina
Era justo que así como la mujer estaba en el origen de nuestra prevaricación, también se encontrara en el inicio de nuestra rehabilitación. Y Dios así lo hizo.
Bondad divina
Aquí brilla con una vivísima luz la bondad de Dios, que no abandonó a la mujer a la infamia y al desprecio que ella había merecido para si pecando, sin embargo la exaltó cuánto es posible exaltar a una criatura humana. “Qué unión que prodigiosa intimidad establece entre Dios y María su maternidad, viviendo en su seno como parte de si misma! La sangre de Maria circulaba igualmente en Jesús, el mismo corazón latía para ambos. Ella daba la vida de la naturaleza a la carne del verbo y de Él a su vez recibía la vida y la gracia” 5.
Conveniencia de nuestra parte
“La persona humana fue exaltada en la Santísima Virgen, al grado más alto que podamos imaginar, a punto de limitar con el infinito” 6.