La Virgen cumple la promesa hecha en la tercera aparición

Publicado el 03/02/2020

Como única superviviente de los tres pastorcitos de Fátima, Lucía recorrió un largo y sufrido itinerario hasta convertirse en la Hermana Lucía del Corazón Inmaculado, Carmelita Descalza en el Carmelo de San José, en Coimbra. Una de las etapas de ese trayecto fue la Casa de las Hermanas Doroteas, en Pontevedra (España). Allí recibió una de las revelaciones que completan el mensaje transmitido por la Madre de Dios en Cova de Iría.

 

La comunión reparadora de los cinco primeros sábados

 

En efecto, durante la tercera aparición, el 13 de julio, la Madre de Dios había prometido: Vendré a pedir la consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón y la comunión reparadora en los primeros sábados. Tal venida todavía no se había dado.

 

El día 10 de diciembre de 1925, sin embargo, según relata la Hermana Lucía (hablando de sí misma en tercera persona), “Se le apareció la Santísima Virgen y, al lado, sobre una nube luminosa, el Niño Jesús. La Santísima Virgen, poniéndole la mano en el hombro, le mostró un Corazón que tenía en su otra mano, cercado de espinas. Al mismo tiempo, dijo el Niño: ‘Ten pena del Corazón de tu Santísima Madre, que está rodeado por las espinas que los hombres ingratos constantemente le clavan, sin que nadie haga un acto de reparación para quitárselas’.

 

A continuación, dijo la Santísima Virgen: ‘Mira, hija mía, mi Corazón rodeado de espinas que los hombres ingratos, a cada momento, me clavan con blasfemias e ingratitudes. Tú, al menos, haz algo por consolarme, y di que a todos aquellos que durante cinco meses, en el primer sábado, se confiesen, reciban la Sagrada Comunión, recen el rosario y me hicieren quince minutos de compañía, meditando en los quince misterios del Rosario, a fin de desagraviarme, prometo asistirlos en la hora de la muerte con todas las gracias necesarias para la salvación de estas almas.’

 

El día 15 de febrero de 1926, se le apareció de nuevo el Niño Jesús y le preguntó si ya había difundido la devoción a su Santísima Madre.” Ella le dijo que la Madre Superiora estaba dispuesta a propagarla, pero que el confesor le había dicho que esta última, sola, nada podía. “Jesús respondió: ‘Es verdad que tu Superiora sola nada puede, pero con mi gracia lo puede todo’.

 

Manifestó la dificultad que algunas personas tenían de confesarse el sábado, y pidió para ser válida la confesión dentro de los ocho días. Jesús respondió: Sí, puede ser, y hasta muchos [días] más aún, con tal de que cuando me reciban, estén en estado de gracia y tengan la intención de desagraviar al Inmaculado Corazón de María.

 

Ella preguntó: ¡Jesús mío!, ¿[y] las que se olviden de poner esa intención? Jesús respondió: Pueden ponerla en la siguiente confesión, aprovechando la primera ocasión que tengan de confesarse.” 30

 

Cuatro años después, en la madrugada del 29 al 30 de mayo de 1930, Nuestro Señor le reveló interiormente a la Hermana Lucía otro pormenor respecto a las comuniones reparadoras de los cinco primeros sábados:

 

—” ‘Y quien no pudiere cumplir todas las condiciones en el sábado, ¿no las satisfará con los domingos?’, [pregunté]. [Jesús respondió]: ‘Será igualmente aceptada la práctica de esta devoción en el domingo siguiente al primer sábado, cuando mis sacerdotes, por justos motivos, así lo concedieran a las almas’.” 31

 

La consagración de Rusia al Inmaculado Corazón de María

 

Hubo también un complemento para la otra petición expresada por la Santísima Virgen en la tercera aparición de Fátima.

 

El 13 de junio de 1929, la Hermana Lucía tuvo una visión de la Santísima Trinidad y del Inmaculado Corazón de María. He aquí las palabras que Nuestra Señora entonces le dirigió, según el relato de la propia vidente:

 

“Ha llegado el momento en que Dios pide que el Santo Padre haga, en unión con todos los Obispos del mundo, la consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón, prometiendo salvarla por este medio. Son tantas las almas que la Justicia de Dios condena por los pecados co metidos contra mí, que vengo a pedir reparación: sacrifícate por esta intención y reza”.32

 

¿Cómo fue atendido este pedido? Pío XII consagró el mundo al Inmaculado Corazón de María, el 31 de octubre de 1942, con mención implícita de Rusia. El 7 de julio de 1952, hizo una consagración especial de esta nación. Pablo VI, el 21 de noviembre de 1964, confió el género humano al Inmaculado Corazón de María, y proclamó a la Santísima Virgen “Mater Ecclesiæ”. Juan Pablo II hizo dos consagraciones, una en 1982 y otra en 1984.

 

El Santo Padre, en su segunda peregrinación a Fátima, en 1991, agradeció a la Santísima Virgen haber protegido a los países de detrás de la ex Cortina de Hierro, orando: “Gracias, Pastora celestial, por haber guiado con cariño materno a los pueblos hacia la libertad”.

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