El ángel custodio no nos fue dado apenas para las horas de peligro y de prueba, sino también para rezar e interceder por nosotros a todo instante. Él es nuestro mediador y abogado junto al trono del Altísimo, y ruega continuamente en favor de su protegido. Por lo tanto, nos aconseja el Dr. Plinio, es enteramente lógico implorar siempre el patrocinio de nuestro ángel de la guarda.
Para socorrernos en los peligros y en las luchas de la vida
Mientras el optimismo moderno, debido a la mentalidad obsesiva del happy end (“final feliz”), es muy propenso a creer que la lucha, las dificultades y los peligros no existen, la Iglesia por el contrario nos enseña que esta vida es un combate sembrado de riesgos materiales y espirituales. Por esa razón, la Providencia Divina dispuso un ángel para velar sobre cada uno de nosotros. Y lo hizo con tanta munificencia, que también hay un ángel para cada ciudad y nación, además del que tutela a la propia Santa Iglesia Católica, el Arcángel San Miguel. No está fuera de propósito pensar que probablemente existen igualmente ángeles de la guarda para grupos, familias de almas, sociedades, etc., de tal forma que todos los seres son amparados por un espíritu angélico.
De estas consideraciones se desprende una primera lección de carácter sobrenatural, que nos lleva a comprender cómo es errada la posición condenada por Dom Chautard 1 , de aquellos que dicen: “Yo soy muy capaz, inteligente, habilidoso y astuto; por esa razón, desde que no me sobrevengan obstáculos muy grandes, no necesito del auxilio de Dios ni en mi vida espiritual, ni tampoco en la material. Yo hago por mí mismo lo que necesito hacer.”
Ahora bien, si el Altísimo delegó a cada uno de nosotros un ente celeste para acompañarnos y protegernos, es porque a todo momento y para todo lo que hacemos necesitamos de su auxilio.
Distorsiones causadas por una falsa piedad
Por otro lado, como consecuencia de las concepciones de una piedad equivocada, en muchas pinturas que representan al ángel de la guarda en acción hay siempre un niñito, insinuando vagamente que tal amparo se destina apenas a los niños. Por lo tanto, apenas éstos últimos creen en el ángel, y un espíritu “emancipado”, más “avanzado”, no cree en él ni necesita de ayuda.
Me acuerdo de haber visto una estampa donde aparecía un riachuelo bonito, con planticas graciosas a la orilla y un niño gordezuelo, de tez rosada, con aire de quien salió de la cama recientemente y fue bañado, rizado y arreglado. Él pasa sobre un puente donde existe una tabla rota en la cual pondría el pie, pero el ángel de la guarda, detrás de él, lo protege.
Da la impresión de que ese es el mundo de las imaginaciones de un niñito, e indica el estado de espíritu con el cual él atraviesa el puente. Se podría pensar con mucho provecho que el ángel de la guarda hace lo mismo con los adultos. Entonces, para evitar un accidente de carro, enfermedades, pequeños accidentes, etc., es bueno recurrir al ángel de la guarda. En suma, éste sirve para las necesidades materiales; en cuanto a las espirituales, no se habla de protección angélica. Razón por la cual muchos piden la cura de alguna enfermedad, otros, que favorezca una reconciliación y cosas de ese género. Pocos tienen la noción de que los ángeles de la guarda nos fueron dados sobre todo para lo más importante que existe: velar por nuestra alma, luchar y actuar con nosotros para que venzamos nuestras dificultades espirituales.
Nunca estamos solos
¡Y sin embargo, cuánto alivio nos daría en las horas de las tribulaciones y tentaciones, en que nos sentimos solos, tener la certeza de que el ángel de la guarda está junto a nosotros! Aunque no lo sintamos ni lo percibamos, él no nos abandona ni siquiera un minuto y está a la espera de nuestras oraciones para actuar por nosotros. Muchas veces él actúa sin que lo pidamos, pero lo hace más aún si imploramos su asistencia.
Mientras tejemos estas consideraciones, el recinto en el cual nos encontramos está repleto de ángeles de la guarda que velan por nosotros, además del ángel destinado a amparar el conjunto de nuestro Movimiento, si es verdad lo que arriba pensamos con respecto a las familias de almas, sociedades, etc.
Así pues, ¡comprendemos de cuánta alegría disfrutaríamos si tuviésemos esa idea siempre presente en nuestro espíritu! Al hacer apostolado, al pasar por problemas interiores, por aborrecimientos y contrariedades de toda especie, nos sentimos solos. Tal soledad es una ilusión: junto a cada uno está su ángel de la guarda. Aunque imaginemos que entre nosotros y él hay una distancia como entre el cielo y la tierra, de hecho él está cerca, rezando, vigilando, protegiendo al hombre cuya guarda le fue confiada por Dios.
Nuestro intercesor particular
La compenetración de esa verdad da aliento a la vida espiritual, pues sentimos la mano de Dios acompañándonos a cada paso. E ilustra las afirmaciones de Nuestro Señor en el Evangelio: no se cae un solo cabello de nuestra cabeza ni una hoja de árbol, ni muere un pajarito sin el consentimiento del Creador. Es decir, la conexión entre la misión del ángel de la guarda y la doctrina católica sobre la Divina Providencia es admirable, y propia para estimular en nosotros la virtud de la confianza, pues en ésta crecemos al tener siempre presente que el ángel custodio no nos fue dado apenas para las horas del peligro y de la prueba, sino también para rezar e interceder por nosotros a todo instante.
El ángel de la guarda es nuestro mediador y abogado junto al trono del Altísimo y ruega continuamente por nosotros. Por lo tanto, es enteramente lógico pedirle que nos obtenga gracias y aparte de nosotros los peligros.
Estímulo y aliento para nuestras almas
A propósito, los antiguos poseían una noción profunda de la presencia y de la intercesión de los ángeles custodios, y por eso construían iglesias en su alabanza, y algunos lugares donde se aparecían se transformaban en objeto de peregrinación. Por ejemplo, la Abadía del Monte Saint- Michel, en Normandía. San Miguel Arcángel es el patrono de la nación francesa y también de Roma, después de que se hizo presente en lo alto del otrora mausoleo del Emperador Adriano, y donde hoy se ve el castillo llamado de Saint-Angelo. En otras ocasiones, se veían ángeles secundando a los católicos en sus enfrentamientos contra los herejes y adversarios de la ortodoxia cristiana.
Habría mil cosas para considerar con respecto al papel de los ángeles, basándose en la Biblia y en la historia de la Cristiandad. Infelizmente, todo eso se recuerda muy poco o casi nada, razón por la cual es extremamente bello rememorar esas verdades y tenerlas siempre en vista, para el estímulo y aliento de nuestras almas.
Modelo de santidad para el protegido
Me restaría presentar una última reflexión, la cual someto al juicio de la Iglesia por tratarse de una opinión personal, que me parece conveniente y razonable.
Dios hace todo con cuenta, peso y medida, de modo ordenado, y no es probable que la designación de un ángel de la guarda para atender a una persona se produzca de una manera automática. De hecho, no es posible imaginar una especie de paradero de taxis para ángeles en el Cielo, a la espera de que nazca un hombre y, a una señal de Dios, el ángel A o X se dirige a la Tierra y comienza a proteger a ese nuevo ser humano… Esa forma de actuar en Dios no nos suena como siendo propia de su infinita sabiduría.
Me inclino más a pensar que Dios delega a cada persona un ángel de la guarda cuya santidad tiene relación con la luz primordial 2 de aquella alma. De tal manera que el ángel es un modelo celeste de las virtudes que ella debe practicar a lo largo de la vida terrena. Si pudiésemos ver a nuestro ángel de la guarda, probablemente contemplaríamos la personificación de nuestra luz primordial, o sea, algo que sería en cierto modo parecido con nosotros, pero en un grado de belleza ontológica y sobrenatural inconcebible.
El “alter ego” de cada hombre
Comprendemos, entonces, la simpatía, la afinidad y el deseo de servir que tendríamos para con él y, recíprocamente, el vínculo especial del ángel de la guarda con nosotros. Es decir, el ángel custodio es el celeste alter ego, el otro “yo mismo” de cada protegido. Esta es una razón particular para que, antropomórficamente hablando, tengamos más facilidad aún de comprender cuánto nos ampara el ángel de la guarda. Imaginemos que encontrásemos a alguien necesitado de ayuda, sumamente parecido con nosotros: ¿no es verdad que nos daríamos prisa en socorrerlo, impelidos por esa semejanza?
Eso es, justamente, lo que sucede entre el ángel de la guarda y cada uno de nosotros.
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1) Autor de la obra “El alma de todo apostolado”, muy recomendada por el Dr. Plinio.
2) Según el pensamiento del Dr. Plinio, dado que todo hombre es creado para alabar a Dios, Él concede a cada persona una luz primordial, es decir, una aspiración para contemplar las verdades, virtudes y perfecciones divinas de un modo propio y único, por el cual dará una gloria particular al Creador.
(Revista Dr. Plinio, No. 115, diciembre de 2007, p. 24-29, Editora Retornarei Ltda., São Paulo – Extraído de conferencia del 2.10.1964)