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En las dos últimas peticiones del Padrenuestro –no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal-tenemos que tratar sobre una actitud recomendada frecuentemente por Jesús: “Estén atentos, sean vigilantes, sean astutos, oren sin cesar, etc.”, como diciéndonos que caminemos con sobriedad y estemos siempre alertas. ¿Por qué? Porque su enemigo, el Diablo, ronda como un león rugiente, buscando a quien devorar. Por eso, se nos aconseja resistirlo en la fe (Cfr. Ped 5,8-9).
Éste, que también es nuestro enemigo, es el que tentó a Jesús en el desierto, después de cuarenta días y cuarenta noches, para que convirtiera las piedras en pan, se arrojara desde lo alto del templo y lo adorase como a un dios, y así fuese igual que Dios en poder. Así es el tentador, tan arrogante que no tiene ningún escrúpulo en tentar, incluso, ¡al propio Hijo de Dios!
El Diablo (“dia-blos”, del griego, “el que separa”), es aquel que se “atraviesa” en el designio de Dios y su obra de salvación cumplida en Cristo.
Los cristianos somos débiles, pero sabemos que contamos con la ayuda del poder de Dios, si confiamos y creemos en él. De esta manera, por más fuertes que sean los ataques del tentador, no podrá derrotarnos. ¿El secreto para vencer…? Jesús lo mostró: la oración continua y la Palabra de Dios en el corazón.
Por eso, la petición no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal es pedir sabiduría y fuerza paradistinguir entre la prueba buena, necesaria para crecer en la virtud cristiana, y la tentación mala, que lleva al pecado. Es urgente en nosotros esa actitud de estar alertas, acompañada por la sabiduría, porque la tentación es esa continua sugerencia mentirosa y engañosa, disfrazada con una muy buena apariencia; incluso deseable, como lo fue aquel fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal (Cfr. Gn 3, 6), cuyo resultado fue la muerte.
Entonces, ¡¿cómo no estar vigilantes?! Porque, mientras las culturas y las costumbres cambien, el demonio también cambiará sus tácticas, sólo que siempre están los mismos elementos: el poder, el conocimiento y el placer. Y hoy, si miramos alrededor, nuestra sociedad moderna da al tentador un sin fin de posibilidades para influir sobre la humanidad.
Citemos algunas: por ejemplo, resulta fuerte la tentación de la competencia. Tenemos la sensación de que Dios nos niega la autodeterminación, y hasta se llega a pensar que, si aceptamos esta voluntad suya, nos estaríamos negando a nosotros mismos en dignidad, derechos y libertades. Nos parece que Dios es uncompetidor más, cuando, en realidad, él es nuestra plenitud y perfección.
Tenemos también la tentación del consumismo: el querer tener, tener y tener, cosa que nos ofrece una falsa tranquilidad y seguridad en nuestras vidas. De una manera ciega, nos aferramos tanto a esto, que en ello depositamos la esperanza y el futuro, como queriendo construir un castillo de ladrillos eternos; cuando, en realidad, las cosas son simples y frágiles medios. En definitiva, nos quedamos con las creaturas y no con el Creador.
Y ustedes podrían seguir enumerando las tentaciones modernas, pero quiero citar otra, la tentación del temor y la cobardía. Estamos tan acomplejados de ser cristianos, que hoy parece estar fuera de moda. ¡Nada de eso, amigas y amigos! Somos creyentes, testigos de Cristo hoy. Entonces, ¿por qué acomodarnos al estilo imperante del hombre?, ¿por qué mezclarnos entre los que viven “modernamente” una indiferencia religiosa, diciendo: “Yo no creo en nada”?
Si decimos: No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal, es porque Dios permite la existencia del mal, porque es allí, en el libre albedrío, donde podemos demostrarle nuestro amor y opción por él. Además, ante el Padre tenemos un GRAN intercesor que dice: “No te pido que los retires del mundo, sino que los preserves del maligno” (Jn 17, 15). A este mal-igno hay que desenmascararlo. Él conoce y sabe cómo tentarnos, es el que siembra cizaña de noche, silenciosamente, y así forma las estructuras de pecado y redes de injusticia en nuestra sociedad. Y, aunque esté empeñado en zarandearnos, no debemos desfallecer. Luchemos con fe, porque tenemos una misión muy importante.
Finalmente, te invito a leer bien lo que dijo Jesús: “Simón, Carlos, Juan, Susana, Alberto, Margarita, Benito, María, Andrea, José… mirá que Satanás ha pedido el poder para zarandearlos como el trigo, pero YO HE ROGADO POR TI, para que no te falte la fe. Y tú, después que hayas vuelto, confirma a tus hermanos” (Cfr. Lc 22, 31-32).
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