Señor Jesucristo, camino, verdad y vida, rostro humano de Dios y rostro divino del hombre, enciende en nuestros corazones el amor al Padre que está en el cielo y la alegría de ser cristianos. […]
Danos siempre el fuego de tu Santo Espíritu, que ilumine nuestras mentes y despierte entre nosotros el deseo de contemplarte, el amor a los hermanos, sobre todo a los afligidos, y el ardor por anunciarte al inicio de este siglo.
Discípulos y misioneros tuyos, queremos remar mar adentro, para que nuestros pueblos tengan en ti vida abundante, y con solidaridad construyan la fraternidad y la paz.
Señor Jesús, ¡Ven y envíanos! María, Madre de la Iglesia, ruega por nosotros.
Amén.