Santo, Santo, Santo eres, Señor Dios del Universo. El cielo y la tierra proclaman tu gloria. Arrodillados frente a tu Majestad, oh Dios, te agradecemos haber puesto a nuestro lado un compañero celestial, que nos guía de acuerdo a tu voluntad y nos manifiesta tu amor.
Aquí, en tu presencia, prometemos amar a nuestro compañero como a un hermano, y obedecerle cuando le hable a nuestra conciencia. Él habrá de conducirnos con seguridad a la patria celestial.
Señor Jesucristo, Salvador nuestro, toma mi mano y colócala bajo la mano de mi ángel, trazando sobre ambas la señal de la redención como bendición para nuestra salvación.
En nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.