Santa Maria Magdalena

Publicado el 07/02/2013

Santa María Magdalena

Para el amor de Dios, nada es imposible. Es en el atardecer de la vida, que seremos juzgados según el amor. Los Evangelios nos cuentan la historia de Magdalena. Una pecadora que tanto admiró y amó a Nuestro Señor Jesucristo que no sólo fue perdonada sino que de ella dijo el Señor: “Les aseguro que allí donde se proclame esta Buena Noticia, en todo el mundo, se contará también en su memoria lo que ella hizo”.  (Mat. 26, 13)

 


 

Quien escucha el nombre “María Magdalena”, en la mayoría de las ocasiones, se acuerda de la mujer pecadora y de mala vida del Evangelio. Pocos se acuerdan que de ella fueron sacados siente demonios (Luc. 8,2) y que ella fue perdonada de sus muchos pecados (Luc. 7,47- Mar. 16,9).

 

Muchos ignoran que ella se arrepintió del mal que practicó. Se olvidan que ella vivió una vida de penitencia, que fue una gran Santa. Y que se santificó por amar intensamente a Dios. Nadie comenta que fue de Ella que Nuestro Señor dijo: “Les aseguro que allí donde se proclame esta Buena Noticia, en todo el mundo, se contará también en su memoria lo que ella hizo”. (Mat. 26,13)

 

Y… ¿quién tiene en ella un ejemplo de virginidad y pureza? Conozcamos un poco la historia de Santa María Magdalena.

 

Las tres Marías y Santa María Magdalena

 

El Papa San Gregorio Magno celoso reformador de la Iglesia , fue quien estableció reglas para el canto y las ceremonias litúrgicas en la Iglesia y es conocido como el creador del Calendario Gregoriano. Además de esto, fue también un gran estudioso de la vida de los santos y de las Sagradas Escrituras.

 

San Gregorio afirma que María Magdalena, María de Betania y María la pecadora, citadas en el evangelio, son la misma persona. Por esta razón es que Santa María Magdalena es, entre las mujeres, la que más tiene su nombre citado en los Santos Evangelios.

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María Magdalena enjugó los pies de Jesús con sus propios cabellos; los besó y por último, los ungió con el más precioso perfume.

Ella nació en Magdala y vivió en el siglo I. Conoció a Nuestro Señor, fue contemporánea de Nuestra Señora, de los Apóstoles, de los primeros cristianos. “Y Lázaro (…) era su hermano”. (Juan 11, 1-2) . Ella era hermana de Santa Marta y de Lázaro, a quien el Divino Maestro resucitó. “Lázaro había caído enfermo en Betania donde estaban María y su hermana Marta. María era quien ungiría al Señor con los óleos perfumados y le enjuagaría los pies con sus cabellos” durante un banquete del cual Jesús participaba.

 

Ella escogió la mejor parte

 

“Jesús caminaba por las ciudades y aldeas anunciando la buena nueva del Reino de Dios. Los doce estaban junto a Él, así como algunas mujeres que habían sido libradas de espíritus malignos y curadas de enfermedades: María, llamada Magdalena, de la cual había salido siete demonios”. (Luc. 8,2)

 

Magdalena fue la mujer a quien Jesús exorcizó. (Mar. 16,9). Después de esto, ella acompañaba a Jesús, agradecida, contemplando su divinidad, amando a Dios y santificándose. Santa María Magdalena tenía un alma admirativa, y por esta razón, era una persona capaz de contemplar. En las principales citas que el Evangelio trae sobre ella, su admiración por Nuestro Señor es destacada. Y contemplar a Dios en la Persona de Nuestro Señor Jesucristo fue uno de los dos puntos altos de su vida.

 

Sin duda, ella ejercía tareas que estaban destinadas a las Santas Mujeres, con todo, en sus actividades ella buscaba dar más importancia al “Dios de las obras que a las obras de Dios”: ella había escogido la mejor parte…

 

Esta afirmación está contenida en los Evangelios, son palabras del propio Nuestro Señor: “Yendo ellos de camino, entró en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, le recibió en su casa. Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra, mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres. Acercándose, pues, dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude.» Le respondió el Señor: «Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la parte buena, que no le será quitada.” (Luc 10, 38-42)

 

Incluso aunque era una pecadora, ella ya había dado muestras de su preferencia por la admiración contemplativa. Eso se hizo evidente en aquel banquete donde otras personas estaban con Jesús y no veían en Él al Hijo de Dios, solamente un hombre inteligente, experto, tal vez predestinado y, a lo máximo, un profeta:

 

“Uno de los fariseos le pedía que comiera con él; y entrando en la casa del fariseo, se sentó a la mesa. Y he aquí que había en la ciudad una mujer que era pecadora, y cuando se enteró de que Jesús estaba sentado a la mesa en casa del fariseo, trajo un frasco de alabastro con perfume; y poniéndose detrás de El a sus pies, llorando, comenzó a regar sus pies con lágrimas y los secaba con los cabellos de su cabeza, besaba sus pies y los ungía con el perfume. (Luc. 7, 36-38)

 

 

¡En la Vía Dolorosa , en el Calvario,… de pie, con la Virgen María!

 

Esta mujer contemplativa estuvo en el Calvario. “Había allí algunas mujeres (…) que habían seguido a Jesús desde Galilea para servirlo. Entre ellas María Magdalena”(Mat. 27, 55-56) Es seguro que durante la peregrinación en la vía dolorosa Santa María Magdalena estuvo al lado de la Virgen Madre de Dios, Nuestra Señora, a quien ella admiraba y veneraba afectuosamente y que en aquél momento era quien más sufría espiritualmente los dolores por los cuales su Divino Hijo pasaba para la salvación de los hombres. Y esa, sin duda, fue una ocasión oportuna que aquélla que mucho había pecado encontró para consolar a quien nunca pecó. En el Calvario, cuando todos huyeron, “junto a la cruz de Jesús estaban de pie su Madre, la hermana de su Madre, María, mujer de Cleofás, y…María Magdalena.” (Juan 19,25).

 

 

Frutos del Amor a Dios

 

El amor contemplativo de María Magdalena le rindió los mejores frutos. Y estos frutos no fueron sólo el perdón de sus pecados y la gracia de su insigne y ejemplar arrepentimiento. Otras gracias espirituales le fueron concedidas por causa de su admiración y amorosa contemplación de la Segunda Persona de la Santísima Trinidad encarnada en la Humanidad Santísima de Nuestro Señor Jesucristo.

 

Tal vez la mayor de las gracias recibidas por ella haya sido dada por ocasión de la Resurrección del Divino Salvador: “Y después de haber resucitado, muy temprano el primer día de la semana, Jesús se apareció primero a María Magdalena, de la que había echado fuera siete demonios.” (Mar. 16-9)

 

Su amor a Nuestro Señor ya había hecho con que ella, después de la muerte del Salvador estuviese junto a Él también en su entierro. Y, después que la piedra fue movida, “Y estaban allí María Magdalena, y la otra María, sentadas delante del sepulcro.” (Mat. 27,61). ¿En qué pensaba ella ahí sentada? Nadie lo sabe. La seguridad que tenemos es que no pensaba en sí misma, pues, Su Señor era siempre el centro de sus pensamientos.

 

 

¡María!” Ella se volvió y exclamó: “¡Rabuní!”, (Juan 20,16)

 

Se terminó el viernes y se pasó el sábado.

 

“Después del sábado, cuando amanecía el primer día de la semana, María Magdalena y la otra María fueron a ver el sepulcro” (Mat. 28,1). Ella encontró el túmulo vacío y escuchó dos seres angélicos que anunciaban la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. Ella sería el primer testimonio de la Resurrección del Señor y la primera en ver a Cristo más tarde en ese mismo día cuando el Maestro dio a ella el mensaje para ser entregado a los demás discípulos (Juan 20: 1,18).

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Y después de haber resucitado, muy temprano el primer día de la semana, Jesús se apareció primero a María Magdalena.

Después de esto, ¿qué sentido tendría continuar viviendo en esta Tierra? Después de haber sido curada y que los demonios habían sido expulsados por Jesús, María Magdalena se puso al servicio del Reino de Dios, haciendo un camino de discipulado, siguiendo a Nuestro Señor en el amor y en el servicio.

 

A partir de este encuentro con Jesús Resucitado, María Magdalena, la discípula fiel, continuó viviendo entre los apóstoles y discípulos, siendo un ejemplo vivo de las gracias que el Señor dispensó a ella, llevando una vida de testimonio y de lucha por una santidad mayor.

 

 

La Historia de una Virgen

 

La tradición nos cuenta que junto con la Virgen María y el Apóstol Juan, ella fue a evangelizar en Efeso. Otra historia, que es muy común en Occidente, dice que ella viajó a Provenza, en Francia, junto a sus hermanos Marta y Lázaro y otros tantos discípulos para evangelizar Gaul. En este lugar pasó 30 años de su vida en la caverna de La Saint-Baume , en los Alpes Marítimos. Fue milagrosamente transportada, poco antes de su muerte, para la Capilla de Saint-Maximin, donde recibió los últimos sacramentos de la Santa Iglesia. Ella fue enterrada en Aix. En Vazelay, en Francia, todos afirman que sus reliquias se encuentran allí desde el siglo XI.

 

En Occidente, el culto a Santa María Magdalena se propagó a partir del Siglo XII. En el arte litúrgico de la Iglesia ella es representada con largos cabellos, sosteniendo una jarra propia para guardar óleos perfumados. Su fiesta es celebrada el día 22 de julio. Cuando rezamos la letanía de Todos los Santos encontramos el nombre de Santa María Magdalena como la primera de las invocaciones de las Santas Vírgenes.

 

Esto no es motivo de espanto para quien sabe que a Dios nada le es imposible. Es la belleza de la contrición y del perdón. Aquél que es capaz de “transformar las piedras brutas en Hijos de Abraham”, puede perfectamente devolver la integridad a una pecadora. Y esto, especialmente si ella se arrepintió mucho, admiró mucho, amó mucho. Como fue su caso.

 

Santa Maria Magdalena, Virgen, ¡rogad por nosotros!

 

(Fuente: Biblia Sagrada – Editora Ave Maria – São Paulo – 2008) » Volver

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