Método para contemplar con fruto los Siete Dolores de María
1. Rezar la consideración inicial. 2. Rezar la oración de Ofrecimiento. 3. Leer el Tercer Dolor, luego la oración correspondiente y a continuación un Padre Nuestro y siete Ave Marías. Hacer lo mismo en cada uno de los siete dolores. 4. Terminados los siete dolores con sus respectivas oraciones, rezar el Acto de Consagración. 5. Concluir con el Himno “Estaba la Madre Dolorosa, junto a la Cruz”.
1. Consideración inicial
Al pie de la cruz la Virgen María, perfectamente unida a su Hijo, pudo compartir de modo singular la profundidad del dolor y del amor de su sacrifi cio y nadie mejor que Ella puede enseñarnos a amar la cruz.
A la Virgen de los Dolores encomendamos a los jóvenes y a las familias, a las naciones y a la humanidad entera.
De modo especial, le pedimos por los enfermos y los que sufren, por las víctimas inocentes de la injusticia y la violencia, y por los cristianos perseguidos a causa de su fe.
La cruz gloriosa de Cristo sea para todos prenda de esperanza, de rescate y de paz. (Beato Juan Pablo II – Ángelus, 15-9-2002)
2. Ofrecimiento
Dios mío, meditando vuestros dolores y los de vuestra Santísima Madre, te ofrezco estas oraciones para vuestra mayor gloria, y pido me obtengas las gracias necesarias para aprender de Ella la conformidad amorosa con tu santa voluntad.
Quiero aprender de tu Madre Santísima el amor a Vos, la humildad, la confi anza inquebrantable en el valor infi nito de tu redención.
3. Contemplación de los Dolores
Tercer Dolor: La pérdida del Niño Jesús en el Templo
“Una vez acabados los días de la fi esta, mientras ellos volvían, el niño Jesús se quedó en Jerusalén; y sus padres no lo supieron. Como no le encontraron, volvieron a Jerusalén buscándole”. “Aconteció que después de tres días, le encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándoles y haciéndoles preguntas. Todos los que le oían se asombraban de su entendimiento y de sus respuestas” (Lc 2, 41-46).
Uniéndome al dolor que María sintió en esa ocasión, pido fuerzas y gracias para soportar con paciencia todos los dolores de mi vida, aceptarlos con serenidad, fortaleza y esperanza, para así mantener siempre encendida en mi alma la luz de la fe y la confi anza en su perpetuo socorro.
Oración: Oh Virgen María, por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al perder a tu Hijo durante tres días, te pido me obtengas la gracia de volver a encontrarlo cuando de Él me separe por el pecado, la ingratitud o el olvido. Te pido también, Señora, por todas las madres que han perdido a sus hijos y no los encuentran y por esos hijos para que vuelvan a su hogar.
(Rezar a continuación 1 Padre Nuestro, 7 Ave Marías y 1 Gloria al Padre)
4. Acto de Consagración
Santísima Virgen, Madre de mi Salvador, te escojo hoy como mi soberana, mi protectora y mi abogada junto a Jesús, tu Divino Hijo.
Tomo la resolución de nunca abandonar tu servicio y de buscar con todas mis fuerzas, la honra y la gloria que te son debidas.
Como prenda de la profunda veneración que te tengo, te entrego, después de Dios, todo lo que me pertenece, especialmente mi corazón.
Imprégnalo de ese amor, de esa fe, de esa fortaleza en los momentos difíciles. En una palabra, penétralo de todas las virtudes que vivían en tu corazón, para de esa manera ser cada vez más de Jesús y cada vez más tuyo.
Te suplico la gracia que me recibas en el número de quienes te sirven con amor, ya que, al pie de la Cruz, a todos nos recibiste como hijos tuyos.
Asísteme en todas mis acciones, sobre todo en la hora del sufrimiento y en la hora de mi muerte, a fi n de que, viviendo en la constante fi delidad a tu servicio, pueda merecer por la imitación de tus virtudes, participar eternamente de tu felicidad y de tu gloria en el cielo después de haberme unido a tus dolores en esta tierra. Así sea.
5. Estaba la Madre Dolorosa, junto a la Cruz
La Madre piadosa estaba junto a la cruz, y lloraba mientras el Hijo pendía, cuya alma triste y llorosa, traspasada y dolorosa, fi ero cuchillo tenía. Oh, cuán triste y afl igida se vio la Madre escogida de tantos tormentos llena cuando triste contemplaba, y dolorosa miraba, del Hijo la pena. ¿Y cuál hombre no llorara si a la Madre contemplara de Cristo, en tanto dolor? ¿Y quién no se entristeciera, piadosa Madre, si os viera, sujeta a tanto rigor? Por los pecados del mundo vio a Jesús en tan profundo tormento la dulce María, y muriendo al Hijo amado que rindió desamparado el espíritu a su Padre. Oh Madre, fuente de amor hazme sentir tu dolor para que llore contigo. Y que por mi Cristo amado mi corazón abrasado más viva en Él que conmigo. Y porque a amarte me anime en mi corazón imprime las llagas que tuvo en sí; y de tu Hijo, Señora, divide conmigo ahora las que padeció por mí.
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