Todos los hombres, sin excepción, están llamados a adquirir la santidad.

Publicado el 09/09/2013

 

 

Para que el hombre alcance su plenitud, la santidad, debe realizar obras buenas, eligiendo libremente unirse a la voluntad de Dios.

 

 El Concilio Vaticano II ha recordado que todos los hombres, sin excepción, están llamados a adquirir la santidad.

 

En efecto, Dios creó al hombre para que alcanzara su plenitud y su felicidad. Esta plenitud sólo puede alcanzarla el hombre poseyendo el bien sumo, que es el mismo Dios.

 

Dios es la misma bondad; por eso Dios es santo. En Él no hay nada sucio ni torcido, ni falso. En El no hay nada de mal. Por eso, el hombre alcanzará su plenitud haciéndose santo.

 

El camino para que el hombre alcance su plenitud, la santidad, es realizar obras buenas. Lo más importante para el hombre es, como decía Calderón de la Barca: «obrar bien, que Dios es Dios». (Gran teatro del mundo).

 

Obrar bien significa tener una conducta buena, unas costumbres buenas. No bastará con que obre bien alguna vez, sino habitualmente. A esa conducta se le llama moralmente buena. Por eso la Moral es el estudio de las costumbres humanas.

 

El hombre es un ser espiritual y material. Vive en el mundo material, del que forma parte, pero es superior a él por su espíritu. La espiritualidad se manifiesta en que es inteligente y libre. Esa libertad no es absoluta, pues entonces sería omnipotente, pero hace que el hombre pueda elegir, y ahí radica la moralidad de las acciones humanas: el hombre puede elegir bien o mal.

 

Dios al crearlo le impuso un mandato para que ejerciese su libertad. La ejercitaría bien, si lo cumplía, pues habría elegido lo bueno: lo que Dios quiere.

 

La posibilidad de pecar es un riesgo, pero no quita la grandeza del hombre, que es capaz de amar, de elegir el bien libremente, de unirse a la voluntad de Dios. Dios ha querido que el hombre pueda ser su amigo; «El hombre es la única criatura en la tierra que Dios ha amado por sí misma» (GS, 24), y San Pablo indica esta grandeza de la bondad divina: «Él nos eligió en Cristo, antes de crear el mundo, para que seamos santos ;e irreprochables por el amor» (Ef. 1, 4).

 

A la búsqueda de un ideal

 

Cada persona lleva dentro una imagen ideal de sí mismo, que le dice cómo debe ser. la realidad de cada día, sin embargo, es bien distinta: aparecen los fallos y las limitaciones. Entonces surge un sentimiento de vergüenza y de molestia por lo que uno "es, frente a lo que querría o debería ser. El hombre vive así en una lucha interior. Se encuentra dividido: -El bien que quiero hacer no lo hago; el mal que no quiero hacer, eso es lo que hago- (Rom. 7, 19).

 

San Pablo ve en esta división una situación de esclavitud, propia del hombre apartado de la gracia de Dios: .Sé muy bien que no es bueno eso que habita en mí es decir, en mi carne; porque el querer lo bueno lo tengo a mano, pero el hacerlo, no. (Rom. 7, 18).El Antiguo Testamento nos habla de la Ley dada por Dios al pueblo de Israel. Ella muestra al pueblo el camino para el encuentro con Dios y con los hombres. Es un ideal moral y religioso: le dice a todo hombre cómo debe ser. (C.v.e., pág. 312)

 

¿En qué consiste la dignidad de la persona humana? En poseer una vida superior a los demás seres creados. El hombre puede conocer y amar, porque es inteligente y libre. Al afirmar la espiritualidad y la inmortalidad del alma alcanza la verdad más profunda de su ser (cf. GS, 14).

 

Esta dignidad de la persona humana tiene muchos aspectos, pero hay uno que es el más importante: el hombre es un ser moral. Ser moral quiere decir que es verdaderamente libre, es decir capaz de elegir. Ahí está el gran drama humano, puede elegir el bien o el mal. El hombre está hecho de forma que puede perfeccionarse o desgraciarse. La tendencia a la verdad y el bien es evidente, pero también lo es la existencia de errores y de pecados.

 

– Todo hombre está llamado a la santidad.

 

– La santidad es la plenitud y felicidad del hombre.

 

– El hombre, para alcanzar su plenitud, ha de obrar bien.

 

– El hombre posee una vida superior a la de los demás seres creados.

 

– El hombre puede conocer y amar.

 

– El hombre es un ser moral: por ser libre, es capaz de elegir entre el bien y el mal.

 

¿Cómo capta el hombre el bien y el mal?

 

Todos y cada uno de los hombres pueden captar el bien en lo más profundo de su conciencia. la voz de la conciencia resuena en su interior advirtiéndole que debe amar y practicar el bien y que debe evitar el mal.

 

Existe una conciencia general que indica los primeros principios: Haz el bien y evita el mal. Todos los hombres coinciden en estos principios generales. Esta coincidencia procede de que todos los hombres han sido creados por Dios. Después existe una conciencia práctica que desciende a juzgar la bondad o maldad de las acciones concretas, por ejemplo, no matar, no mentir, honrar a los padres, trabajar, ser sincero, etcétera.

 

Así como en la conciencia general todos los hombres coinciden, en la conciencia práctica pueden disentir incurriendo en error. Esto es así porque la conciencia puede estar obscurecido por la ignorancia, y, sobre todo, por el pecado. El pecador que no quiere rectificar sus errores o se ha acostumbrado a sus pecados, busca justificarse diciendo que es bueno lo que es malo. Este es el camino de la degradación de la dignidad humana, y así será posible justificar la violencia, la mentira, la impureza, la deslealtad, etcétera.

 

Deje sus comentarios

Los Caballeros de la Virgen

“Caballeros de la Virgen” es una Fundación de inspiración católica que tiene como objetivo promover y difundir la devoción a la Santísima Virgen María y colaborar con la “La Nueva Evangelización” , la cual consiste en atraer los numerosos católicos no practicantes a una mayor comunión eclesial, la frecuencia de los sacramentos, la vida de piedad y a vivir la caridad cristiana en todos sus aspectos. Como la Iglesia Católica siempre lo ha enseñado, el principal medio utilizado es la vida de oración y la piedad, en particular la Devoción a Jesús en la Eucaristía y a su madre, la Santísima Virgen María, mediadora de las gracias divinas. Sus miembros llevan una intensa vida de oración individual y comunitaria y en ella se forman sus jóvenes aspirantes.

version mobile ->