En este artículo se abordan algunos aspectos desconcertantes para la ciencia y otros poco conocidos del célebre manto del indígena San Juan Diego, donde milagrosamente se estampó la bella imagen de Nuestra Señora de Guadalupe. S.S. Juan Pablo II afirmó que este acontecimiento “tuvo una repercusión decisiva para la evangelización.”
Los pueblos prehispánicos de México transmitían y conservaban la memoria de su historia de generación en generación por medio de poemas y cantos que eran transcritos mediante figuras y símbolos hieroglíficos en rudas fibras de cactus, algodón, pieles o cortezas de árboles. Son los llamados “códices.”
Virgen de Guadalupe
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Por su parte, los historiadores son unánimes en afirmar que la figura de Nuestra Señora de Guadalupe estampada en la tilma o ayate —poncho típico de los indígenas de México— cuyo dueño era San Juan Diego, está repleto de figuras simbólicas. Característica que lo hace aún más singular, porque venía destinado a pueblos que se comunicaban justamente a través de imágenes y símbolos. En la mente indígena, el estampado de la “Madre de Dios” no era un mero retrato, bello y extraordinario, como lo fue para los misioneros y conquistadores, sino que se trataba de un Mensaje, o de un “códice” venido de los cielos.
Por medio de esta demostración sobrenatural, Nuestra Señora de Guadalupe manifestó para aquellos pueblos su cariño todo especial, su bondad sin límites y una misericordia y una suavidad que hasta entonces los indígenas nunca habían degustado.
Analicemos, algunos de estos símbolos presentes en la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe.
El cinto y el resplandor
Nuestra Señora de Guadalupe se presenta con un cinto que no se ubica en su cintura, sino más arriba.
Era la señal para los indígenas que Ella estaba encinta. ¿A quien daría a luz? Al Sol Resplandeciente. El gran resplandor que Nuestra Señora tiene atrás de sí o que sale de dentro de Ella es el sol. Para los habitantes de México, ese astro era símbolo de la divinidad. Luego, la señora de la figura no era otra sino que la Madre de Dios.
Fecha de la Aparición
Existe un dato significativo, vinculado al símbolo del sol. Y está relacionado con el llamado solsticio de invierno. En todo el hemisferio sur, este sucede el 22 de junio. Debido a la inclinación del eje terrestre, el sol alcanza su máximo alejamiento de la línea del Ecuador. Es el inicio del invierno, y también el día en que el sol nace más tarde y se pone más temprano. Por esa razón, además, es el día más corto y la noche más larga del año. En el hemisferio norte en el cual se ubica México, ese solsticio de invierno sucede el 22 de diciembre. Desde la más remota antigüedad, los pueblos paganos consideraban esa fecha como la más importante del año, por el simbolismo del sol que, después de apagarse vuelve a crecer. Los pueblos prehispánicos de México, muy conocedores de la astronomía tenían ese día en la más alta consideración religiosa, era el día en que el sol moribundo cobraba vigor, era el retorno a la vida, era el resurgimiento de la luz, la victoria sobre la tinieblas. La aparición de Nuestra Señora de Guadalupe se dio exactamente en esa ocasión. Aunque en aquel tiempo constase como 12 de diciembre (y que por respeto a la tradición es la fecha que se mantiene hasta hoy), se trataba de un error del calendario Juliano hasta entonces en vigor y que fue corregido posteriormente.
Arriba, el rostro virginal de la Santísima Virgen y la flor de cuatro pétalos, símbolo de la presencia plena de Dios para los indígenas a los cuales Nuestra Señora se manifestó
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Para reforzar la impresión en ellos causada, en el mismo momento el famoso cometa Halley alcanzaba su zenit en los cielos mexicanos.
Su Manto de Estrellas
De acuerdo con recientes estudios se puede comprobar con admirable exactitud que, en el manto de Nuestra Señora, están representados los astros más brillantes de las principales constelaciones visibles en el valle del Anahuac —actual Ciudad de México— el día de la aparición. Era una prueba más para los indígenas que la Señora venía del cielo.
La Flor de Cuatro Pétalos
Si se presta atención en la túnica de Nuestra Señora, abajo del cinto veremos una pequeña flor de cuatro pétalos. Esa flor es Nahui-Hollín, de gran importancia en la visión indígena del universo. Ella representa la antigua ciudad de Tenochtitlán, la capital Azteca, y en especial la colina del Tepeyac, donde se dio la aparición de Nuestra Señora. Representaba también, la plenitud de la presencia de Dios. Era otra indicación, para aquellos pueblos, de que la Señora con el manto de estrellas llevaba en su purísimo seno al único Dios verdadero.
El resto de flores y figuras impresas en su túnica no están ahí puestas al azar. Corresponden a los diversos aspectos geográficos de México, que los indígenas interpretaban a la perfección.
El Cabello.
Nuestra Señora lleva el cabello suelto lo que entre los aztecas era señal de virginidad. Por lo tanto, era la muestra que la Señora es Virgen y Madre.
El Rostro
Por fin, Nuestra Señora quiso presentarse con rasgos mestizos, rostro moreno y ovalado y así, manifestar que Ella desea ser la Madre amorosa de todos los habitantes de América.
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Muchísimos otros símbolos pueden observarse en la extraordinaria figura de Nuestra Señora de Guadalupe, y ninguno de ellos está al azar, pues todo en Ella es de una altísima Sabiduría. Por otra parte, existe un sinnúmero de maravillas que la Virgen oculta y que la ciencia con todos sus avances tecnológicos no consigue explicar. Por ejemplo, el maravilloso fenómeno de sus pupilas, en las cuales se distinguen con lupa minúsculas figuras humanas. La durabilidad inexplicable del rudo manto que ni el ácido sulfúrico, caído por accidente, consigue destruir. El modo misterioso en que fue impresa la figura de la Virgen y otros aspectos que próximamente abordaremos. Son las maravillas de la “Siempre Virgen Santa María, Madre del Verdadero Dios” como ella misma se definió cuando habló por la primera vez con San Juan Diego.
Los ojos de la Virgen de Guadalupe
Virgen de Guadalupe
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La existencia de la figura de un hombre estampado en el ojo derecho de la imagen de la Virgen de Guadalupe es un hecho innegable, confirmado por diversos profesionales y científicos después de meticulosas investigaciones.
En 1929, el fotógrafo oficial de la Basílica de Guadalupe, Alfonso Marcué, afirmó haber descubierto en el ojo derecho de la imagen la figura de un hombre barbado.
En 1952, el dibujante José Salinas Chávez examinó con lupa el ojo de la imagen milagrosa y ratificó el descubrimiento del fotógrafo. Posteriormente escribió un libro titulado: “Juan Diego en los ojos de la Santísima Virgen de Guadalupe” (Edit. Tradición, México, 1974).
Virgen de Guadalupe
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Cinco conceptuados oftalmólogos, —Javier Torroella, Rafael Torrija Lavoignet, Guillermo Silva Rivera, Ismael Ugalde Nieto y Joseph P. Gallaghner— hicieron un riguroso análisis del mismo ojo de la imagen, llegando a la conclusión idéntica a la del dibujante Salinas Chávez dejando un certificado.
En 1981, los científicos de la National Aeronautical and Espace Administration (NASA), Philip Callahan y Jody Brandt Smith, realizaron en conjunto un detallado estudio fotográfico, después del cual declararon que la imagen de la Virgen de Guadalupe es inexplicable para “el actual estado de la ciencia”. Sobre la base de ese estudio fueron publicados tres libros.
Los resultados de esas sucesivas investigaciones, cuya seriedad nadie puede negar llegan a la conclusión evidente que Nuestra Señora quiso dejar para la humanidad de los siglos futuros un testimonio tan categórico como misericordioso de su milagrosa aparición en el siglo XVI.