Quién no oyó hablar de la Catedral de Chartres? ¿De la purísima belleza de sus formas, de sus altivas torres, de sus deslumbrantes vitrales – los más prestigiosos de Francia –, del famoso bleu de Chartres que la luz del atardecer exalta especialmente, proyectándolo diáfano y profundo sobre las gastadas piedras del piso, sobre alguna columna o imagen, mezclándolos con los radiantes rojos de la belle verrière, en una explosión de colores?
La presencia de esa venerable construcción en el centro de una región esencialmente rural, rodeada de una ciudad que no tiene proporción con su magnificencia, contribuye a aumentar la sorpresa del visitante, cuando encuentra allí tanta grandeza.
¿Cuál es el motivo de la fuerte influencia religiosa que Chartres ha ejercido desde épocas remotas?
Los carnutos, pueblo celta que ocupaba la región, una vez evangelizados, adhirieron a la Fe católica con gran fervor. La veneración especial que tuvieron a la Virgen María dio origen a un santuario mariano de renombre. Fue esa antigua devoción el motivo decisivo para que el rey Carlos el Calvo, en 876, transfiriese de Aixla- Chapelle a Chartres una preciosa reliquia, dada a su abuelo, Carlomagno, por el Emperador de Constantinopla: el Velo de María Santísima.
Antiguamente se pensó que se trataba de una túnica, pero un reconocimiento oficial, hecho en 1712 por la autoridad eclesiástica, constató que es un velo de seda, sin costuras, de forma rectangular. Un examen realizado en 1927 mostró que el tejido tiene dos mil años y es de Oriente. Poseer esa reliquia fue lo que dio importancia a Chartres, haciendo de su Catedral un santuario dedicado a la Santísima Virgen, e importante centro de peregrinaciones.
En 1194, la gran basílica, construída en estilo románico, fue reducida a cenizas por un incendio. La primera reacción del pueblo fue de desolación, no sólo por el edificio, sino especialmente por la posible destrucción de la reliquia. Sin embargo, extinguido el fuego, fue encontrada intacta, pues un sacerdote se había encerrado con ella en la cripta, no consiguiendo salir a causa de los escombros que obstruían el paso.
Ese hecho despertó enorme entusiasmo, dando origen a un gran movimiento para la construcción de un nuevo edificio, de estilo gótico. Fue levantado con relativa rapidez, con contribuciones venidas incluso de otros países como Inglaterra y Alemania.
Imágenes de la fachada de Chartres
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En 1260, ya terminada, la nueva catedral fue consagrada a la Asunción de Nuestra Señora, y se reanudaron las peregrinaciones. Durante siglos, multitudes de peregrinos visitaron Chartres y obtuvieron gracias y milagros por medio de la “Santa Túnica”.
Con el paso del tiempo y la pérdida gradual del espíritu de Fe, Chartres se hizo conocida tan sólo por el esplendor de sus vitrales, y la sagrada reliquia fue siendo olvidada.
En 1793, fue cortada y dispersada, para evitar que fuese destruida por la Revolución Francesa. Años después, se consiguió recuperar varios pedazos, los que pueden ser actualmente venerados en el Tesoro de la Catedral.
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Si quisiésemos conocer el origen de alguna iglesia, catedral o santuario cuya fama trascienda los límites de su región, debemos buscarla en el espíritu de Fe de aquellos que la construyeron.
El pueblo de aquellas épocas, animado de un gran fervor religioso, deseaba honrar las reliquias o imágenes milagrosas con todo el brillo y suntuosidad que le fuera posible. Así nació una nueva estética de lo “maravilloso luminoso”, el gótico con su grandeza extraordinaria, que a través de audaces construcciones procura reflejar la belleza, la virtud y la verdad del Creador.
Grandes y pequeños, pobres y ricos, religiosos y laicos, todos se unían para la construcción de bellezas visibles que ayudasen a los hombres a elevarse a los esplendores invisibles de la Virtud y de la Verdad.²