Parábola de los trabajadores de la viña, por Lambert Jacobsz – Museo de Bellas Artes, Rouen (Francia)
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La vida pública de Jesucristo estuvo marcada por numerosos milagros y por una peculiar forma de enseñar, en la que adquieren una importancia especial cuarenta narraciones inspiradas en hechos de la vida cotidiana: las parábolas. ¿Por qué recibieron ese nombre?
El término parábola es oriundo de la junción de dos vocablos griegos: παρα (pará), al margen, y βολή (bolé), lanzado, arrojado. Unidos, forman la palabra παραβολή (parabolé), que designa una narración alegórica usada para transmitir de forma indirecta un mensaje o una enseñanza por comparación o analogía.
Cristo predicó por medio de parábolas accesibles y atrayentes, pero, al mismo tiempo, permitían ocultar a los corazones endurecidos el sentido más profundo de sus enseñanzas. Esto era, en sí, una manifestación de la misericordia del divino Maestro, porque evitaba que se empedernieran en el mal al ver la verdad de frente y se sintieran desprovistos de fuerza para adherir a ella por completo.
En este sentido, el propio Jesús les dijo a sus discípulos: “A vosotros se os ha otorgado conocer los misterios del Reino de Dios; pero a los demás, en parábolas, para que viendo no vean y oyendo no entiendan” (Lc 8, 10).