Disociar la pobreza de la belleza es un error, lamentablemente, común en nuestros días. Analizando los ambientes pobres modelados por la Civilización Cristiana, Dr. Plinio aclara la belleza, dignidad y nobleza existentes en la modesta condición en la que el mismo Rey de los Cielos quiso nacer.
El hombre de hoy en día tiene dificultad en comprender bien cual es la belleza que puede haber en la pobreza. Vamos hablar de este tema, analizando algunas fotografías1.
La belleza de lo antiguo
La primera presenta una plaza, en Italia, en la cual se encuentra un pozo. Aquel arco es el punto de partida de una cuerda que desciende y, que con la ayuda de un recipiente, saca agua de allá abajo. Porque el agua del grifo no existía en ese barrio de piedra que se ve allí.
Junta a esa plaza hay varios arcos de piedra que dan acceso a una calle, pero toda ella es cerrada y su ambiente es diferente del de las otras calles. Los pasajes no permiten la entrada ni la salida de buses. Creo incluso que la circulación de buses y de carros no es muy fácil, a no ser por aquella puerta grande que queda abierta. Pero a ninguno de los presentes en este auditorio le gusta imaginar un carro entrando allí.
Cualquier coche jalado por caballos, desde los espléndidos carruajes que llevaban príncipes hasta cualquier coche que, jalado por un caballito, golpeando con sus patas las duras piedras, en fin, todo eso sería de nuestro agrado, excepto un carro con motor, cuya entrada en esa plaza nos daría la impresión de profanación.
Toda esta construcción es hecha de piedra, hecha para durar por siempre, y que no pide pintura. Cuanto más vieja y sucia es la piedra, más bonita se vuelve.
Reparen que la misma construcción esta hecha para que se vea lo sucio de la piedra. La pátina del tiempo pasó sobre ella, está como medio grasosa, pero no es desagradable. A nadie le daría asco arrimarse a unas de esas paredes, ni siquiera de vivir dentro de una de esas casas. Todo es pintoresco y tiene un aire de fortificación.
En las ciudades italianas de esa época las guerras internas, de barrio contra barrio, eran frecuentes. Se puede ver que la torre tiene en su parte de arriba una especie de terraza, más ancha que la misma torre, con unos pequeños soportes por debajo en forma de arco. Esos soportes son huecos por dentro, de forma que dentro de ellos se podía botar plomo derretido, aceite y agua hirviendo, se disparaban flechas, etc., sobre los miserables que intentaban entrar o salir sin el permiso de los dueños de la torre.
Allí la pobreza es evidente; no hay riqueza. Sin embargo, que hay de bonito en eso?
Ante todo, lo antiguo es bonito. Todo esto, si fuera reconstruído, jamás sería tan bonito. El viento sopló, el sol brilló inclemente sobre esas piedras, haciendo sufrir con el calor a las personas que viven allí. Las dificultades de la vida, hechos importantes sucedieron en este pequeño municipio, y todo eso como que le dio una fisionomía a esas puertas, ventanas, a esos arcos de piedra.
Cada hogar era un lugar sagrado
Tengo la impresión de que esas ventanas y puertas no tienen la fisionomía inexpresiva de un niño en la cuna, pero si la fisionomía expresiva de un hombre que ya vivió mucho, y a quien su biografía cambió la apariencia de su boca, de sus ojos, de su carne; por fin, todo cambió en el duro trascurso de la vida. Mirándolo, se puede ver su historia impresa en su fisionomía.
Se ve que esas torres y casas pasaron por convulsiones de la vida y presentan la belleza fuerte de la Historia. Durante mucho tiempo – quiera Dios que hasta el día de hoy – allí habitaban poblaciones con fe, conscientes de que la pobreza puede ser una bendición, pero que es necesario luchar para que ella no los lance a los brazos de la muerte. Sabían que la vida es dura, difícil, pero que todo eso apunta para el cielo y en él encuentra su explicación, su premio. Comprendían que la verdadera vida en familia, imbuída de lo sobrenatural, la dignidad y la respetabilidad del jefe de familia y de su esposa frente a la numerosa descendencia que los veneraba, todo eso hacía parte de cada alvéolo, de cada hogar, un lugar sagrado, respetado, venerado. De cuando en vez se oye en una casa: “Papá está arriba, mamá bajó, pero ya viene.” Y donde están papá y mamá, está el hogar, la respetabilidad, la sabiduría, la confianza en la vida. En último análisis, el mandamiento que establece la castidad perfecta para los solteros y la fidelidad entre casados se cierne sobre esa casa como se fueran dos ángeles.
Colgada en la pared, una Madonna, una vela consumida. Mas adelante, un pequeño objeto esculpido por alguien y un regalo ofrecido por otra persona. Sobre un mueble, una campana de vidrio que guarda una corona de novia. Era la corona que la novia – hoy en día ya es una anciana llena de arrugas y pelo canoso – llevaba, altiva y digna, al matrimonio, como símbolo de su pureza, y que, a pedido de su marido, se conservaba allá por toda su existencia.
Cuanta dignidad en la vida de pobreza!
Eso era algo que todos sentían, o entendían, y no existía esa ferocidad para huir de la vida de pobreza como quien huye del infierno. Se trataba de lo opuesto, de entender el sabor que tiene la vida de pobreza, de saber disfrutarlo; ese era el secreto de la vida de esa gente.
La vida es, ante todo, un camino hacia el Cielo
Comparen eso con algún aspecto de una ciudad contemporánea: edificios enormes que tienen por objetivo proporcionar una impresión de monumentalidad y de riqueza. Pero no tienen elegancia, nadie se detiene para mirarlos, todo la gente pasa rápidamente frente a ellos.
Aquí no! Evidentemente es una calle pobre de un barrio pobre. Las casas están medio exprimidas unas contra las otras. En las paredes, tanto de un lado como del otro, no hay señales de riqueza. Todo es pobre, aún así bonito, tiene su fisionomía, su expresión. Es mucho mas atractivo que, por ejemplo, cualquiera de los grandes hoteles modernos, que se encuentran por toda parte de las grande ciudades.
En ese ambiente modesto el hombre se siente como en su casa. Y existe la alegría de la comodidad, pero sobretodo la comodidad del alma, de la calidez de las personas que se entienden porque participan de la misma fe y tienen la misma forma de entender la vida, que es ante todo un camino hacia el Cielo; donde las almas recuperan sus fuerzas para volver a la lucha, o ir para la oración participar en la misa y comulgar en la iglesia mas próxima.
En este tipo de ciudades hay muchas iglesias y no se alcanza a dar dos pasos sin encontrar una. En todas ellas, silencioso, invisible, siempre está Nuestro Señor realmente presente. Hay muchas imágenes de Nuestra Señora así como de otros santos. La iglesia es el palacio de los pobres. Ellos entran y ven la riqueza de la Santa Iglesia, la belleza de la Liturgia, se deleitan con todo aquello, sus horizontes se abren, sus almas vuelan hasta el Cielo.
Cuando se ama a Dios, hay una tendencia para la belleza
Ahora analicemos una fotografía de una aldea alemana, en la Nochebuena.
Esos grupos de personas van de casa en casa para cantar alguna canción relacionada con el Niño Jesús. Son, por lo general, miembros de la misma familia. Ellos cantan, y el dueño de la casa sale afuera y oye la canción. Después, los que se encuentran dentro les contestan con otra música conocida. Luego los visitantes son invitados a cenar, comen, agradecen, y salen cantando. Los dueños de la casa, al terminar la cena, también ellos se dirigen a otras casas, haciendo lo mismo. Y, de alegres visitas en alegres visitas, toda la noche se canta a la gloria del Divino Niño.
Yo me pregunto: eso no trae consigo una manifestación de cómo se puede ser pobre y al tiempo tener una alma feliz? Se puede ser pobre y tener fe? Eso no nos lleva a comprender la belleza de la condición de pobreza en la que el Niño Jesús, príncipe descendiente de David, quiso nacer? Ese es otro aspecto poético de la vida del pobre antiguamente.
Dónde está el lado poético de la vida del pobre de hoy en día? Es más, dónde está el aspecto poético de la vida del rico? Dónde está la poesía en este mundo de mecanicidad de la Revolución Industrial?
Para lograr entender completamente esa otra fotografía, necesitamos tomar en cuenta que esa casa alemana pasa una parte del año cercada por la nieve y que en ese período de tiempo no hay flores. El único vestigio de vegetación es el pino, con su forma triangular, de un verde oscuro y nada más. Todos los otros vegetales están en “profundo duelo”, y únicamente una capa de “azúcar con agua” cubre la tierra: es la belleza de la nieve.
Pero en la primavera las flores abren magníficamente. No me puedo olvidar de cuando estuve en Europa, por primera vez, ya era un adulto, en 1950. Me fui preocupado con todo, menos con las flores. El primer país dónde empecé mi viaje fue España.
Me bajé en el aeropuerto de una ciudad cuyo nombre no me acuerdo. Súbitamente, un rojo explosivo que parecía sangrar me llamó la atención. Eran geranios. Que color tan bonito! Todo el entusiasmo de España parecía rebosar a través de eses geranios. Por toda Europa, en la primavera, la vegetación explota. Entonces los dueños de las casas sienten alegría al exhibir a los que por allí pasan, su felicidad, su alegría: las flores que poseen.
En esa fotografía, se ven flores que adornan una casa visiblemente pobre. Es evidente que la familia hace florecer así su hogar para que todos participen de la belleza de las flores que ella posee y hay gente que, pasando por allí, se detiene, hace comentarios, entra, felicita y después siguen su camino. Existe una participación de todos en la búsqueda y en el buen gusto por la belleza.
En la otra foto vemos unas habitaciones modestas, cuyo ornato se hace a través de la madera común y flores en las ventanas y donde todo está dispuesto de una forma un poco artística. Se percibe que las personas que allí viven no aguantan hambre pero tampoco tienen una vida de abundancia.
Ese es el arte del pobre: tomar materiales sencillos y con ellos hacer dibujos sencillos. Por que tanta admiración? Porque, cuando una población le tiene amor a la verdad y al bien, ama a Dios – el cual es la Verdad, el Bien y la Belleza -, todas las personas, desde las más modestas hasta las más ricas, tienden a pensar, imaginar y hacer cosas bellas. Y, mientras que los ricos construyen magníficos palacios, es una característica de los pobres la capacidad de sacar de los materiales sencillos una belleza que nadie imaginaba.
Como es noble ser católico!
Todo lleva a creer que, en la parte de abajo de esas casas, haya un lugar comercial, muy probablemente uno de los varios restaurantes sabrosísimos que existen por toda Alemania. Puedo imaginar los panes, las salchichas, las delicias … y obviamente las cervezas. Comida sencilla. Cada ama de casa tiene su receta personal para hacer pan y, por lo tanto, en esa tienda se consigue un pan que no se encuentra en ninguna otra. Las salchichas, la longaniza, se hacían en casa y todas ellas tenían su propia técnica.
En ese presumible restaurante había un hombre del barrio al que le pagan para cantar por la noche, mientras otro tocaba el violín; era algo muy original del sitio, tenía su atractivo.
Hoy en día ya no. Las salchichas, las longanizas, los panes, todo se hace por miles, y se vende igual por todas partes, no tiene ninguna originalidad. Que gracia hay en eso? Pues, esa es la vida en la actualidad, incluso la del rico. Disminuyendo el amor por Dios, el pecado y lo horrible van invadiendo la vida de los hombres.
En general, el interior de esas casas modestas está decorado con muebles y utensilios fabricados por los mismos habitantes. Son dichas esculturas caseras que, puestas en el hogar, se quedan para siempre. Los bisnietos sabrán que las hizo el bisabuelo. Y no se venden, son un recuerdo. El artesano que las fabrica sabe que le está aportando con un toque de belleza extra a su hogar y cuando el muera, su familia tendrá para siempre un ornato más en su pequeño hogar.
Se constituyen así verdaderas dinastías de trabajadores manuales, dentro de las cuales se aprecia la memoria de los abuelos, tal como en la nobleza se tiene respeto por los ancestros. No son nobles, sino operarios que siente que es noble ser católico, aunque no hagan parte de la nobleza.
Por otro lado, como Dios es el Señor, el Rey, el Creador del Cielo y de la Tierra y siendo la iglesia la casa donde habita Dios en el Santísimo Sacramento del Altar, la iglesia es el palacio del pueblo. A causa de eso, cuando la familia se iba para la misa – el acto más augusto que se puede realizar en la Tierra, donde se renueva de un modo incruento el Santo Sacrificio de la Cruz – todos usaban sus trajes más finos, de fiesta.
(Extraído de la conferencia del 16/08/1986) Revista Dr. Plinio 195, Página 32 – 35.
1 Las ilustraciones de esta sección no corresponden a las fotografías analisadas por el Dr. Plinio en esta conferencia.