Si al considerar a un águila nos viene a la mente la majestad del Señor, al ver a la mariquita nos acordamos de que el Todopoderoso también es la Inocencia.

Mariquitas de las especies Coelophora inaequalis, Coccinella septempunctata y Coccinella magnifica

Cuando paseamos por un jardín o por un parque a menudo nos topamos con sencillas escenas que nos llenan de encanto. Puede ser un colorido pájaro picoteando frutas y llevando alimento para su nido, o bien una abeja extrayendo el néctar de las flores, o incluso una hilera de disciplinadas hormigas cargando provisiones para el invierno. Pocos descubrimientos, no obstante, son tan agradables como encontrar una mariquita sobre las hojas de un arbusto, adornándolo cual piedra preciosa.

Aunque pertenece a la familia de los rudos escarabajos, la graciosa apariencia de ese diminuto insecto poco tiene en común con la mayor parte de ellos. Simpática, delicada y de colores brillantes, casi nadie se conforma con admirarla sólo con los ojos… Y cuando nos acercamos, no opone resistencia: con suavidad, pasa del pétalo de una flor a la mano de quien la contempla embelesado.

A pesar de su aspecto insignificante, la mariquita tiene un importante papel en la agricultura, porque se alimenta de las plagas que suelen atacar a los cultivos. Una bonita leyenda medieval pone de relieve esa cualidad al narrar un hecho que ocurrió cuando las plantaciones de cierta región de Inglaterra estaban siendo devoradas por pulgones. Los campesinos, hombres religiosos y confiados en el auxilio de la Providencia, decidieron hacerle una promesa a la Santísima Virgen, para pedirle que los librase de aquella horrible peste. Y Ella, que nunca deja de oír las súplicas de sus hijos, enseguida les atendió de manera singular: en los campos aparecieron nubes de mariquitas que, siguiendo el orden de sus instintos, exterminaron a los nocivos parásitos y salvaron la cosecha.

Se dice que de ahí proviene su nombre en inglés: Ladybug, o sea, insecto de María, en la forma abreviada de Our Lady. Su denominación en alemán, Marienkäfer, cuya traducción es escarabajo de María, también recuerda esa piadosa historia. Y una canción popular sueca la llama de Jungfru Marias nyckelpiga, que quiere decir mariquita de la Virgen María.

Sin embargo, incluso si dejamos a un lado esa encantadora y conocida leyenda, no es difícil percibir que esa minúscula criatura refleja con candor un aspecto del Autor de toda la grandeza. “El que tiene el alma hecha para adorar a Dios, está apto también para admirar tanto las cosas mayores como las menores creadas por Él: se encanta contemplando el sol, pero también al mirar a la tierra y ver un bichito”…1 ¡nuestra mariquita!

Si, al considerar a un águila real, de inmediato nos viene a la mente la majestad del Señor, que desde lo alto gobierna y domina la obra de sus manos, al ver a la mariquita nos acordamos de que el Todopoderoso también es la Inocencia, que promete el Reino de los Cielos a los pequeños y se complace en revelarles los misterios de su sabiduría.

1 CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. A admiração pelos conjuntos na criação. In: Dr. Plinio. São Paulo. Año XVI. N.º 189 (Diciembre, 2013); pp. 15-16.