No confundir belleza con esplendor fastuoso
Ocurre que en muchas ocasiones se confunde erróneamente belleza con lujo y —al tratar de evitar, además de la “mera suntuosidad” o el “esplendor fastuoso”14— se termina optando por lo que podríamos considerar no sólo una falta de refinamiento, sino también el mal gusto y la vulgaridad. Es lo que suele verse con frecuencia en el arte sacro contemporáneo, en algunos estilos de arquitectura religiosa y en determinados ambientes católicos.
El hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, también expresa “la verdad de su relación con Dios Creador mediante la belleza de sus obras artísticas”.15 Pero a menudo, so pretexto de simplicidad evangélica o de austeridad, se llega a empobrecer el culto divino quitándole su grandeza, tanto en una arquitectura desprovista de encanto, como en una música alejada de lo sagrado, o en unas imágenes de formas extrañas y artísticamente pobres, o incluso en el uso de los objetos de gusto discutible y hechos de material de calidad inferior al noble sacramento que se celebra.
Desde la Antigüedad el ser humano, movido por la piedad, ha ofrecido en los actos de adoración a Dios los mejores de los utensilios que poseía, como nos lo demuestra el Antiguo Testamento. Con el cristianismo, idéntico sentimiento ya se manifestaba entre los fieles de los primeros siglos, atestiguado, por ejemplo, con la construcción de majestuosos templos. Como sabemos, muchos de ellos fueron palacios de patricios o de ricos propietarios que los habían donado a la Iglesia, algunos de los cuales aún hoy día se conservan. Su suntuosa y admirable decoración interior son una prueba de la devoción y generosidad de los fieles incentivada por la Iglesia naciente.
Tras las huellas de San Francisco de Asís
Cristo no pidió que se practicara la pobreza con relación al culto divino. Desposado místicamente con ella, San Francisco de Asís comprendió muy bien el consejo evangélico y rogaba a sus hijos espirituales, seguidores precisamente de su particular espíritu de pobreza, que honraran todas las cosas referentes al Santísimo Sacramento y a la liturgia.
En cierta ocasión escribió: que “los cálices, los corporales, los ornamentos del altar y todo lo que concierne al sacrificio, deben tenerlos preciosos. Y si el santísimo cuerpo del Señor estuviera colocado en algún lugar paupérrimamente, que ellos lo pongan y lo cierren en un lugar precioso según el mandato de la Iglesia, que lo lleven con gran veneración y que lo administren a los otros con discernimiento”.16 Ejemplo concreto de tal mentalidad lo podemos apreciar en el exterior rústico y sobrio de la basílica de Asís que contrasta con su interior lleno de esplendor.
Sin duda, “el ornato realza la belleza de las cosas, así como el barniz destaca la nobleza y la calidad de una madera”.17 Y “los atavíos ornamentales, el arte decorativo, son, en este sentido, elementos fundamentales de la vida en este mundo”.18
Como nos enseña el Catecismo de la Iglesia Católica, “El arte sacro es verdadero y bello cuando corresponde por su forma a su vocación propia: evocar y glorificar, en la fe y la adoración, el misterio trascendente de Dios”.19
1 SAN JUAN PABLO II. Ecclesia de Eucharistia, n.º 49.
2 RIVERA, Juan Francisco. El arte y los objetos sagrados. In: MORCILLO GONZÁLEZ, Casimiro (Org.). Concilio Vaticano II. Comentarios a la Constitución sobre la Sagrada Liturgia. 2.ª ed. Madrid: BAC, 1965, t. I, p. 582.
3 SECRETARIADO NACIONAL DE LITURGIA DE ESPAÑA. Ambientación y arte en el lugar de la celebración. In: CENTRE DE PASTORAL LITÚRGICA. Celebrar en belleza. Barcelona: CPL, 2006, p. 160.
4 MICÓ BUCHÓN, José Luis. Liturgia Católica. Bogotá: San Pablo, 2004, p. 90.
5 CONCILIO VATICANO II. Sacrosanctum Concilium, n.º 122.
6 SAN PÍO X. Tra le sollecitudini, n.º 5.
7 PÍO XI. Divini cultus.
8 PÍO XII. Mediator Dei, n.º 232.
9 PÍO XII. Musicæ sacræ, n.º 11.
10 SAN JUAN PABLO II. Carta a los artistas, n.º 10.
11 CONCILIO VATICANO II, op. cit., n.º 124.
12 SCHMIDT, Herman. La Constitución sobre la Sagrada Liturgia. Texto, historia, comentario. Barcelona: Herder, 1967, p. 126.
13 CONCILIO VATICANO II, op. cit., n.º 124.
14 INSTRUCCIÓN GENERAL DEL MISAL ROMANO, n.º 292.
15 CCE 2501.
16 SAN FRANCISCO DE ASÍS. Primera carta a los custodios, n.os 3-4. In: Directorio Franciscano: http://www.franciscanos.org.
17 CORRÊA DE OLIVEIRA. Plinio. Ornato, elemento fundamental da vida. In: Dr. Plinio. São Paulo. Año XI. N.º 128 (Noviembre 2008); p. 20.
18 Ídem, ibídem.
19 CCE 2502.
20 MICÓ BUCHÓN, op. cit., p. 91.
21 SIRBONI, Silvano. El lenguaje simbólico de la Liturgia. Los signos que manifiestan la fe. Bogotá: San Pablo, 2006, p. 141.
22 Idem, p. 146.
23 BEATO PABLO VI. Discorso in occasione della mostra d’arte moderna sul volto di Cristo, 22/10/1974.
24 CONCILIO VATICANO II, op. cit., n.º 124.
25 Ídem, ibídem.
26 LÓPEZ, Julián. La liturgia y el arte en el Magisterio de la Iglesia. In: CENTRE DE PASTORAL LITÚRGICA, op. cit., p. 56.
27 BEATO PABLO VI. Concilium OEcumenicum Vaticanum II Sollemni Ritu Concluditur. Message aux artistes, 8/12/1965.
28 SAN JUAN PABLO II. Carta a los artistas, n.º 12.
29 Ídem, n.º 16.
30 Ídem, n.º 14.
31 BENEDICTO XVI. Discurso con ocasión del encuentro con los artistas en la Capilla Sixtina, 21/11/2009.
32 CCE 2502.
33 MICÓ BUCHÓN, op. cit., p. 93.