Cuando Adán y Eva pecaron, antes de que Dios los expulsase del Paraíso y promulgase las penas a las cuales estarían sometidos, les reveló la misión de María Santísima, que vendría al mundo para aplastar la cabeza de la serpiente infernal.
Esa enemistad, creada por el propio Dios, permanece viva a lo largo de los siglos entre los que son de la Virgen y los secuaces de Satanás. Por eso, no debe admirarnos que el dogma de la Inmaculada Concepción haya causado tanto rebullicio. Sobre este aspecto, comenta el Dr. Plinio:
Cuando el dogma de la Inmaculada Concepción fue definido por Pío IX, hubo una verdadera tempestad de odios, de protestas y de indignación. ¿Cómo explicar ese furor?
Vean el contenido del dogma: María Santísima fue concebida sin pecado original desde el primer instante de su ser.
Ella, como Madre de Nuestro Señor Jesucristo, y más recientemente también como Madre de la Iglesia, es odiada por el odio igualitario de verla colocada en el punto más alto en el cual una mera criatura pueda estar. Más aún siendo mujer, donde, por lo tanto, el arbitrio de Dios se presenta de un modo más fuerte.
Eso hiere enormemente el igualitarismo, así como también la idea de que esta criatura haya sido objeto de la excepción a una regla para la cual nunca hubo excepción, y haya sido concebida sin pecado original desde el primer instante de su ser.
No es sólo la aversión al aspecto anti-igualitario, sino también el odio con relación a lo sublime. Nuestra Señora, concebida sin pecado original, Madre de Dios, todo eso considerado en su conjunto es de una sublimidad de tal manera pura, inmaculada, elevada, virginal, que trasciende todo en materia de sublimidad.
El espíritu revolucionario odia todo lo sublime, todo lo elevado, no solamente por ser igualitario, sino también por otra expresión que es el amor a lo banal, a lo trivial, cuando no es el amor a lo degradado. De ahí resulta un verdadero odio contra la Inmaculada Concepción de Nuestra Señora.
Al considerar la Fiesta de la Inmaculada Concepción, debemos pedir a María Santísima que nos dé cada vez más esta bienaventuranza: que seamos de tal manera unidos a Ella, y de llevar de tal manera a nuestro entorno la expresión de Ella, que se pueda decir que realmente somos odiados por su causa, por causa de lo que existe en nosotros de semejante a Ella. Debemos pedir eso con mucho ahínco 1.
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1) Extraído de una conferencia proferida por el Dr. Plinio Corrêa de Oliveira el 2.12.1964.
(Editorial de La Revista Dr. Plinio, No. 225, diciembre de 2016, p. 4, Editora Retornarei Ltda., São Paulo).