El impío entregó a Jesús

Publicado el 04/10/2017

Cuando leemos la letra del bello responsorio de Semana Santa Jesum tradidit, debemos hacerlo en espíritu de oración, no sólo pensando en la traición de Judas y en la tibieza de Pedro, sino también en la inmensa prevaricación a la cual asistimos hoy en día. Y debemos pedir a María Santísima fuerzas para no pactar con la Revolución, a fin de ser enteramente fieles a Nuestro Señor.

 


 

Voy a comentar la música Jesum tradidit, de Victoria 1 , cuyo texto en latín es el siguiente:

 

Jesum tradidit impius summis principibus sacerdotum et senioribus populi. Petrus autem sequebatur eum a longe, ut videret finem.

Adduxerunt autem eum ad Caipham principem sacerdotum, ubi scribᴂ et pharisᴂi convenerant.

 

Judas causa horror a la propia impiedad

 

En [español] eso quiere decir:

“El impío entregó a Jesús a los príncipes de los sacerdotes y ancianos del pueblo. Y Pedro lo seguía a lo lejos, para ver el fin. Lo llevaron pues a Caifás, príncipe de los sacerdotes, donde se juntaron los escribas y fariseos.”

 

Aquí está cantada la traición de la cual fue objeto Nuestro Señor Jesucristo de parte de un hombre calificado merecidamente apenas con esta palabra: “el impío”; es decir, el impío por excelencia, de todas las formas, grados y modos posibles de impiedad. En todas las abominaciones de la impiedad ya perpetradas no se llegó a la impiedad de Judas. Ese es el impío, de tal forma que los impíos están en relación a él como los píos están en relación a los impíos. Él causa horror a la propia impiedad. Ese es Judas.

 

Para comprender esta música, es muy bonito considerar aquello que el canto gregoriano o el canto polifónico tienen en vista. Ambos tienen como objetivo expresar una meditación del fiel y de la Iglesia con respecto al sentido del texto cantado; es decir, esas músicas son profundamente meditadas, vividas y sentidas.

 

Un principio subyacente a eso es el siguiente: cuando un hombre narra algo, en su timbre de voz él musica de algún modo aquello que cuenta. Es decir, comunica una modulación, una inflexión de acuerdo con lo que siente respecto a lo que está narrando y, por lo tanto, hace acompañar la narración de cierta musicalización.

 

La peor infamia fue hecha contra Aquél que es perfecto

 

Este tipo de música tiene eso como finalidad: hacer sentir, por medio de inflexiones de voz, lo que la Iglesia piensa respecto de esa infamia, el horror que ella tiene de esa miseria, y su adoración transida de veneración y de ternura a Nuestro Señor Jesucristo, el Sacrosanto por excelencia, Divino, inefablemente perfecto, objeto de ese crimen nefando. He ahí el contraste.

 

De esa forma, alguien trata de modelar de tal manera su voz que narra cantando, en vez de narrar hablando, todo lo que sintió con respecto a cada palabra. Cada tono de música es, por lo tanto, la manifestación de una actitud de alma delante del sentido contenido en dicha palabra. Es bonito acompañar de esa forma el canto gregoriano y, sobretodo, el polifónico, que es mucho más modulado.

 

En este responsorio, cada palabra tiene su sentido. En primer lugar, habla del impío; es un impío horroroso. En latín empieza: Jesum tradidit impius, que podría ser traducido como: “el impío traicionó a Jesús”. En ese “a Jesús” el autor pone una inflexión como quien exclama: “¿A quién? Increíble: ¡a Jesús!” ¡Por lo tanto el objeto de la traición fue Jesús! ¿Qué hizo ese impío? Traicionó. O sea, contra Aquél que es perfecto fue hecha la acción infame por excelencia, porque la traición es la substancia de la infamia.

 

¿Quién hizo eso? El impío. ¿De qué manera? Entregando a Jesús a los príncipes de los sacerdotes y a los ancianos del pueblo, es decir, a sus peores enemigos.

 

La actitud de Pedro…

 

Al Santísimo fue hecho lo peor, por el peor de los hombres, entregándolo a sus peores enemigos. Es una acción que consterna y por esa razón la música tiene una especie de consternación en la cual no se nota tanto el odio de Judas, cuanto una especie de ternura por lo que Jesús sufrió. ¡Él, nuestro Señor y nuestro Dios, tuvo que pasar por eso! Por eso es cantado con ternura.

 

Continúa después con otro horror: ¿qué estaba haciendo el príncipe de sus discípulos, el príncipe del nuevo sacerdocio? Lo acompañaba a lo lejos, medroso, incapaz de tener la resolución verdadera de asociarse a su Maestro.

 

El cántico dice: “Y Pedro lo seguía a lo lejos, para ver el fin.” Se nota que ni siquiera era un movimiento de pura adoración. Tenía algo de amor, aunque el amor del medroso, pero con una gran curiosidad de ver cómo iba a terminar todo.

 

¿Nuestra Señora y las santas mujeres siguieron a Nuestro Señor para ver cómo terminaría? Mucho más que eso, para estar a su lado, sufrir con Él, participar del oprobio que Él tuvo.

 

Eh ahí, por lo tanto, otra aflicción para Nuestro Señor. Mientras era traicionado por un apóstol, el Príncipe de los Apóstoles tomaba esa actitud… Era la desintegración de la obra de Él. Vean cuánta razón hay para la consternación y el tono triste de esa melodía.

 

Jesús fue tratado por los facinerosos como un facineroso

 

La letra continúa: “Lo llevaron pues a Caifás, príncipe de los sacerdotes, donde se juntaron los escribas y fariseos.”

 

Jesús tuvo que pasar por esa humillación horrorosa: comparecer como un reo delante de sus peores y más vigorosos adversarios, y ahí oír infamias y recibir malos tratos, como si fuese un facineroso. Él, la propia Perfección, fue tratado como un facineroso por los facinerosos. Y lo peor: facinerosos revestidos del poder sagrado, pues el poder de la Sinagoga venía del propio Dios, que se dejaba juzgar por la Sinagoga.

 

A seguir, como impresionado por la más triste de las ideas, el cántico vuelve a la afirmación: “Y Pedro lo seguía a lo lejos, para ver el fin.” Como diciendo: ¡Véanlo… es Pedro!” Después de hablar de la Sinagoga, de la traición, del impío, este es el único dolor que se epite: “Pedro lo seguía a lo lejos para ver el fin…” Y así termina la canción, enternecida.

 

Es muy bonito acompañar el texto latino y oír el tono, la inflexión de voz con la cual es cantado, para comprender el modo por el cual cada frase y, a veces, cada palabra musicada expresa un dolor, un pensamiento anexo o conexo con el hecho narrado.

 

Eso corresponde a un verdadero revivir de las disposiciones que deberíamos tener. ¿Mi alma revive todo eso? ¿Tengo en mí todos los dolores que gimen en ese canto? ¿Todas las tristezas que se lamentan en esa música, las revivo en cada palabra?

 

Que Nuestra Señora acepte mi dolor, que lo presente a Nuestro Señor – purificado por Ella, sin cuyo intermedio nada es digno de ser presentado a Él – como una expresión de mi tristeza por lo que sucedió en aquel tiempo.

 

Debemos, pues, leer eso como quien lee un hecho análogo a un acontecimiento contemporáneo, pensar en esta inmensa prevaricación a la cual asistimos, para que no seamos como cualquier “Pedro”, que anda a lo lejos para ver qué pasa, sino que seamos como un apóstol fiel junto a Nuestra Señora a los pies de la cruz, llorando, participando de toda la tormenta, a fin de que caiga sobre nosotros la sangre redentora que de hecho salva a los inocentes, salva a los que no pactaron con el deicidio ni con la Revolución, ni con la traición. Este es el pensamiento con el cual necesitamos acompañar ese cántico.

 

— — — — — — — — — — — — –

 

1) Tomás Luis de Victoria, compositor sacro español. (*1548 – †1611).

(Revista Dr. Plinio, No. 192, marzo de 2014, p. 34-35, Editora Retornarei Ltda., São Paulo – Extraído de una conferencia del 21.4.1967).

Deje sus comentarios

Los Caballeros de la Virgen

“Caballeros de la Virgen” es una Fundación de inspiración católica que tiene como objetivo promover y difundir la devoción a la Santísima Virgen María y colaborar con la “La Nueva Evangelización” , la cual consiste en atraer los numerosos católicos no practicantes a una mayor comunión eclesial, la frecuencia de los sacramentos, la vida de piedad y a vivir la caridad cristiana en todos sus aspectos. Como la Iglesia Católica siempre lo ha enseñado, el principal medio utilizado es la vida de oración y la piedad, en particular la Devoción a Jesús en la Eucaristía y a su madre, la Santísima Virgen María, mediadora de las gracias divinas. Sus miembros llevan una intensa vida de oración individual y comunitaria y en ella se forman sus jóvenes aspirantes.

version mobile ->