El matrimonio con María

Publicado el 03/04/2014

José, hijo de David, no temas recibir contigo a María, tu esposa, pues los que en ella se ha engendrado en su vientre es obra del Espíritu Santo.

 


 

2. “José, hijo de David, no temas recibir contigo a María, tu esposa, pues los que en ella se ha engendrado en su vientre es obra del Espíritu Santo. Ella dará a luz un hijo a quien le pondrá por nombre Jesús, porque El Salvará a su pueblo de su pecados”(Mt 1,20-21). En estas palabras está contenido el núcleo central de la verdad bíblica sobre san José; es el momento de su existencia al cual se refieren en particular los Padres de la Iglesia.

 

   El Evangelista San Mateo explica el significado de este momento, esbozando también la manera como José vivió. Incluso, para comprenderse plenamente su contenido y contexto, es importante tener presente el pasaje correspondiente del Evangelio de San Lucas. En efecto, el origen de la gravidez de María, por “obra del Espíritu Santo” –puesto en relación con el versículo que dice “ahora, el nacimiento de Jesucristo fue así: Estando María su madre desposada con José, antes de habitar juntos, sucedió que había concebido por virtud del Espíritu Santo”(Mt 1,18) encuentra una descripción más amplia y más explícita en aquello que leemos en San Lucas sobre la Anunciación del nacimiento de Jesús: “El ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazareth, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la Casa de David. Y el nombre de la virgen era María”(Lc 1,26-27). Las palabras del ángel: “Salve oh llena de gracia, el Señor es contigo”(Lc 1, 28) provocaron en María una perturbación íntima y simultáneamente la estimularon a reflexionar. Entonces el mensajero tranquilizó a la Virgen y, al mismo tiempo, le reveló el designio especial de Dios al respecto suyo: “No temas, porque has hallado gracia delante de Dios. He aquí que concebirás y darás a luz un hijo al que pondrás el nombre de Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de su padre David”(Lc 1,30-32)

 

El Evangelista había afirmado. Poco antes, que, en el momento de la Anunciación, María estaba desposada con un hombre llamado José, de la Casa de David. La naturaleza de estos esponsales es explicitada, indirectamente, cuando María, después de haber oído aquello que el mensajero dijera del nacimiento del hijo, pregunta: “¿Cómo se realizará eso, pues no conozco varón?”(Lc 1,34). Y entonces le es dada la respuesta: “El Espíritu Santo descenderá sobre ti y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por ello, aquel que va a nacer será santo y habrá de llamarse Hijo de Dios” (Lc 1,35). María, aunque ya estuviese desposada con José, permanecerá virgen, pues el niño en Ella concebido desde el momento de la Anunciación, era concebido por el Divino Espíritu Santo.

 

   En este punto el texto de San Lucas coincide con el texto de San Mateo (1,18) y nos sirve para explicar lo que leemos en este último capítulo. Si, tras el desposorio con José, se verificó que “María había concebido por obra del Espíritu Santo”, este hecho corresponde a todo el contenido de la Anunciación y, en particular, a las últimas palabras pronunciadas por María: “Hágase en mí según tu palabra”(Lc 1,38). Correspondiendo al claro designio de Dios, María con el paso de los días y de las semanas, se manifiesta delante de las personas y delante de José en estado grávido, como mujer que debe dar a luz y que trae en sí el misterio de la maternidad.

 

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3. En estas circunstancias, “José, su esposo, siendo justo y no queriendo exponerla a infamia, deliberó dejarla secretamente”(Mt 1, 19) Él no sabía cómo comportarse ante la “sorprendente” maternidad de María. Ciertamente buscaba una respuesta para esa inquietante interrogación; pero sobre todo procuraba una manera de salir airoso de aquella difícil situación. En cuanto andaba “pensando en esto se le apareció en un sueño un ángel del Señor que le dijo: José hijo de David, no temas recibir contigo a María, tu esposa, pues lo que en ella se ha engendrado es obra del Espíritu santo. Dará a luz un hijo a quien pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mt 1, 20-21).

 

   Existe una estrecha analogía entre la “Anunciación” del texto de San Mateo y la del texto de San Lucas.  El mensajero divino introdujo a José en el misterio de la maternidad de María. Aquella que, según la Ley, es su “esposa”, permaneciendo virgen, se hizo madre por virtud del Espíritu Santo. Y cuando el Hijo que María trae en su seno viniere al mundo habrá de recibir el nombre de Jesús. Este nombre era bien conocido entre los Israelitas; y, frecuentemente, era puesto por ellos sus hijos. En este caso se trata de un Hijo que –según la Divina promesa- realizará plenamente lo que este nombre significa: Jesús – Yehosua, que quiere decir “Dios salva”.

 

El mensajero se dirige a José como “esposo de María”; se dirige a quien, al tiempo, deberá poner tal nombre al Hijo que va a nacer de la Virgen de Nazareth, desposada con él. Se dirige a José por tanto, confiándole los encargos de un padre terreno en relación al Hijo de María.

 

“Despertando del sueño, José hizo como le había ordenado el ángel del Señor y recibió a su esposa”(Mt 1, 24) La recibió con todo el misterio de su maternidad; la recibió con el Hijo que habría  de venir al mundo por obra del Espíritu Santo: demostró de este modo una disponibilidad de voluntad semejante a la disponibilidad de María, en orden a aquello que Dios le pedía por medio de su mensajero.

 

 Exhortación Apostólica Redemptoris Custos del Sumo Pontífice Juan Pablo II sobre la figura y misión de San José en la vida de Cristo y de la Iglesia

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