Lucilia Corrêa de Oliveira, fotografiada por Mons. João Scognamiglio Clá Dias, unos días antes de su muerte
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En sus magníficas cartas dice con frecuencia Dña. Lucilia cosas tan sublimes y de una espiritualidad tan elevada que al lector le embarga una emoción parecida a la que produce la lectura del inimitable epistolario de Santa Teresa de Jesús.
Precisamente por esto, me atrevo a formular, muy concretamente, una pregunta que se desprende, clara y espontánea, de la lectura de esta maravillosa vida de Dña. Lucilia [escrita por Mons. João Scognamiglio Clá Dias].
La pregunta concreta es esta: ¿Fue doña Lucilia una verdadera santa en toda la extensión de la palabra? O en otra forma: ¿Sus virtudes cristianas alcanzaron el grado heroico que se requieren indispensablemente para ser reconocido por la Iglesia con una beatificación y canonización? A la vista de los datos rigurosamente históricos que nos ofrece con gran abundancia la biografía que estamos presentando me atrevo a responder con un sí rotundo y sin la menor vacilación.
La última palabra pertenece a la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana que es la maestra infalible de la verdad. Pero a nosotros nos incumbe el dulce deber y el sagrado derecho de pedir humildemente a la Divina Providencia que lleve a feliz término nuestra entrañable petición, para gloria de Dios y gran aprovechamiento de las almas.
Fr. Antonio Royo Marín, OP