La contrición perfecta – Una gracia siempre a nuestro alcance

Publicado el 11/13/2019

Quien tenga la desgracia de cometer un pecado, y no pueda confesarse a la mayor brevedad, siempre tendrá este valioso recurso para reconciliarse con Dios.

 


 

En su infinita misericordia, Dios pone a disposición de sus hijos, para su santificación, una inconmensurable cantidad de dones y gracias. Algunos de estos divinos favores, Él los dispensa a todo y cualquier fiel. Otros, sin embargo, en su sabiduría, el Creador los reserva para algunas almas elegidas.

 

Por ejemplo, el don de la profecía, el de hacer milagros y tantos otros sólo se conceden en determinadas circunstancias, de acuerdo a las necesidades de la Santa Iglesia.

 

Algunos creen que a esta categoría especial de dones pertenece la gracia de la contrición perfecta. Esto no es real. Por el contrario, esta gracia está siempre al alcance de todos los fieles, sin excepción alguna. Por otra parte, es de fundamental importancia en la vida espiritual de cada bautizado.

 

Un magnífico ejemplo de contrición perfecta: la

pecadora que se prosterna a los pies de Jesús y

los baña con sus lágrimas

 

“María Magdalena enjuga los pies de Jesús”,

por Jaime Serra, Museo del Prado

Entre los libros que tratan el tema, hay uno muy valioso del padre Johann von den Driesche titulado La Contrición Perfecta – una llave de oro para el cielo. En él, este fervoroso sacerdote de la archidiócesis de Colonia explica la doctrina católica sobre el tema, con la claridad del buen pedagogo y el ardor del apóstol comprometido con la salvación de las almas.1

 

Elementos de la verdadera contrición

 

La contrición —o arrepentimiento— es el dolor del alma que la persona siente por haber pecado; ese dolor es sólo verdadero cuando el pecador detesta la mala acción practicada y tiene el propósito de no pecar más. Por ejemplo, si un ladrón dice estar arrepentido por un robo cometido, pero no aborrece el delito en sí mismo, ni hace el propósito de corregirse, no podemos decir que está arrepentido.

 

Para ser auténtica la contrición, debe ser interior, que proceda del alma, no puede reducirse a meras palabras pronunciadas sin pensar. También debe ser general, es decir, abarcar todos los pecados, por lo menos todos los pecados mortales. Debe, por último, ser sobrenatural, o sea, que tenga por base alguna verdad de la Fe: el temor de Dios que tiene el derecho a ser obedecido, el amor de Dios que nos ama, el deseo del Cielo, el miedo al infierno, etc.

 

Si alguien asalta un banco y luego se arrepiente porque está en peligro de ser detenido, eso no es una verdadera contrición, porque se basa en razones puramente naturales.

 

Su esencia: el deseo de apartarse del pecado

 

La gracia del arrepentimiento está al alcance de todos. Para conseguirla, basta expresar a Dios con sinceridad de alma el pesar por haberle ofendido. Y para eso, quien quiera, puede recurrir a la fórmula de los actos de contrición como los que se encuentra en cualquier buen libro de oraciones.

 

“La esencia de la contrición es en el alma, el deseo de apartarse de verdad del pecado y de convertirse a Dios”, dice el Padre Johann von den Driesche.

 

Contrición perfecta e imperfecta La contrición de un pecador puede ser perfecta o imperfecta, según los motivos que le lleven a tenerla.

 

La contrición perfecta procede del amor: el pecador se arrepiente por el hecho de haber ofendido a Dios, infinitamente bueno y digno de ser amado sobre todas las cosas.

 

Imperfecta es la contrición que resulta del temor: la persona aborrece el pecado por miedo a perder el Cielo y ser lanzado en el infierno. ¿Por qué se llama imperfecta? Porque en ella el pecador se toma en cuenta principalmente a sí mismo, y no a Dios.

 

Ejemplos de una verdadera contrición

 

Vamos a tener un hermoso ejemplo de contrición perfecta, tomado del Evangelio.

 

En el patio de la casa del sumo sacerdote Caifás, San Pedro negó a Jesús tres veces. En seguida salió y “lloró amargamente” (Mt 26, 75).

 

¿Por qué lloró San Pedro? Si fuese por el hecho de pasar vergüenza delante de los demás Apóstoles, sería un dolor puramente natural, no hay una verdadera contrición. Si fuese por miedo a ser excluido del Reino de Cristo, habría una verdadera contrición, pero imperfecta.

 

Él lloró, pero, por una razón muy alta, como dice el Padre von den Driesche: “Pedro se arrepiente y llora, en primer lugar, porque ofendió a su amado Maestro, tan bueno, tan santo, tan digno de ser amado […]. Tiene, por tanto, verdadera y perfecta contrición”.

 

Los Evangelios nos narran otro excelente ejemplo de perfecta contrición: el de la pecadora que se postra a los pies de Jesús, bañándolos con sus lágrimas, los enjuga con sus cabellos, besándolos y, por último, los unge con perfumes. Y el Divino Maestro dice que “sus numerosos pecados han sido perdonados, porque ella amó mucho” (Lc 7, 47).

 

Perfecta contrición y la confesión

 

Es doctrina afirmada por el Concilio de Trento (14 ª sesión, cap. 4), que con la contrición perfecta el pecador obtiene el perdón de sus pecados, mismo antes de confesarse.

 

Sin embargo, advierte el mismo Concilio, ella no lo eximirá de la necesidad de reconocer todos sus pecados mortales en el Sacramento de la Confesión y recibir la absolución del ministro de Dios. Por lo tanto, en el propio acto de contrición perfecta debe estar incluido el propósito de confesarse después.2

 

¿Cuánto tiempo después? Por lo menos es muy aconsejable confesarse tan pronto como sea posible.

 

“¡Pero es tan difícil tener una perfecta contrición!” —alguien puede pensar.

 

¡Puro engaño! Para darnos esa gracia, Dios exige de nosotros una cosa que está a nuestro alcance: desearla realmente y pedirla con insistencia. El Padre Johann von den Driesche sugiere, entre otras, esta breve oración para pedirla: “Señor, dame la gracia del arrepentimiento perfecto, de la perfecta contrición de mis pecados”. A quien así pide, con buena voluntad y de corazón sincero, Dios no dejará de atender.

 

Efectos de la contrición perfecta

 

Son maravillosos los efectos y beneficios que la contrición perfecta nos obtiene.

 

A quien es pecador, perdona inmediatamente los pecados cometidos, devolviéndole la gracia santificante por la cual vuelve a ser hijo de Dios, librándolo de los castigos del infierno y restituyéndole los méritos perdidos.

 

Diríase, entonces, que la contrición perfecta beneficia sólo a aquellos que cometen pecado mortal. No es cierto, porque ella robustece el estado de gracia en los que no lo perdieron. Cada acto de contrición perfecta, aumenta el grado de la gracia santificante en nuestra alma, ¡volviéndola más hermosa a los ojos de Dios!

 

* * *

 

He aquí, lector, un inmenso don que Dios ha dejado a nuestro alcance. Sepamos aprovechar esta dádiva celestial y, procuremos hacer diariamente muchos actos de contrición perfecta, pues, además de los beneficios enumerados anteriormente, quien se habitúe a hacerlos con frecuencia los repetirá, por así decirlo, instintivamente en el momento de la muerte.

 

¡Sepamos aprovechar la inmensa bondad del Creador que nos da esa misericordiosa oportunidad de presentarnos ante Él completamente limpios de pecado!

 

1 DRIESCHE, Johann von den. La Contrición Perfecta – una llave de oro para el cielo, Tip. San Francisco, Bahia, 1913.

2 Véase DENZINGER – HÜNERMANN, n. 1677.

 

 

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