Los vitrales de la Sainte- Chapelle son lindos y famosísimos por su colorido delicado. Impresiona la suavidad de las nervaduras y de las columnas que, aunque pequeñas, sostienen bóvedas enormes. Se nota una suprema distinción, buen gusto, armonía, nobleza y una cierta bondad que se ciernen sobre todo eso.
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Esta es la incomparable y maravillosa Sainte-Chapelle. La forma peculiar de la construcción viene del hecho de que tiene poco espacio para expandirse. Ella fue construida para ser la capilla del Palacio Real cuyos antiguos edificios, que la comprimían muy de cerca, fueron sustituidos por el actual Palacio de Justicia de Francia.
La capilla de los pobres
San Luis IX la construyó para albergar espinas de la corona de Nuestro Señor Jesucristo. Su elevación está realzada por esta aguja que sube a la manera de flecha que, habiendo sido destruida en la época de la Revolución Francesa, fue reconstruida en el siglo XIX. Es una imitación de la flecha auténtica y verdadera.
Esa parte interior es deslumbrante! Es de piedra policromada, y el techo da la impresión de un cielo estrellado. Todas las ojivas y las columnas también son pintadas.
Impresiona la delicadeza de las nervaduras y de las columnas que, aunque pequeñas, sostienen bóvedas enormes. De esas columnas parten largas astas, recordando la elegancia de las ramas de una palmera. Reciben, por eso, el nombre de columnas en forma de palmera. En los puntos donde esas astas se encuentran se constituyen colgantes bellamente trabajados. Esta parte corresponde, naturalmente, al lugar destinado al altar y forma una especie de capilla mayor que se separa del resto.
La capilla se compone de tres naves, según el plano típico de las iglesias medievales.
La parte baja de la Sainte-Chapelle es una maravilla, y estaba destinada para que los empleados del Palacio asistieran a Misa. Este dato contradice la famosa versión de que en la Edad Media no se pensaba en los pobres. Ahora, ¡esa era la capilla de los pobres! Ojalá los ricos tuvieran, hoy en día, capillas así…
Los medievales gustaban mucho de la policromía
La policromía es muy bonita; vemos bellos mosaicos y, en las columnas, sobre un fondo azul oscuro, la flor de lis de oro. En ciertos puntos encontramos aplicados alternativamente, sobre un fondo rojo, un castillo y un león.
Se nota el gusto del hombre medieval por la policromía: columnas rojas, azules, de las cuales parten las “ramas de palmera” rumbo al punto de encuentro bellamente adornado. ¡Es una verdadera armonía!
El azul de ese “cielo” es profundísimo, como el cielo atmosférico no acostumbra presentarse. Pero parece indicar más el Paraíso eterno que el cielo visible de la Tierra. En determinado punto de la capilla, ese azul profundo y noble contrasta con lo que hay de blanco, de cándido en las escenas representadas en las pinturas o en los mosaicos.
Los vitrales de la Sainte-Chapelle son lindos y famosísimos por su colorido delicado. Entre ellos, se ve uno representando a Nuestra Señora con el Niño Jesús y, al lado, otro con un rey vestido a la oriental, como, por cierto, la Santísima Virgen también.
Llama la atención la belleza de los colores con sus variados tonos, todos muy bonitos y armónicos. En la figura del rey, por ejemplo, impresiona la belleza del color de la capa, del verde en ciertas partes del vitral y del relicario que él lleva. La expresión de su fisonomía es también muy bonita.
En otro lugar, en un rosetón, se ve un personaje tocando laúd. Todo de una suprema distinción, buen gusto, armonía, nobleza y un cierto afecto, una cierta bondad que se ciernen sobre todo eso.
(Extraído de conferencia de 1/7/1972)