Esta es la gran invitación que la Virgen nos hace a cada uno de nosotros en la clausura de esta misión: “Haced lo que Jesús os diga”.
Las apariciones de Nuestra Señora en Fátima en 1917, como todas las demás apariciones suyas a lo largo de los siglos, son una manifestación de su solicitud maternal para con nosotros. Son un signo de la cercanía de la Santísima Virgen María en nuestros problemas, nuestras dificultades, nuestras angustias, y también son una expresión de su deseo de venir en nuestro auxilio.
Aspectos de la ceremonia de clausura de la Misión Mariana en la parroquia de San José al Trionfale: entrada y coronación de la imagen peregrina del Inmaculado Corazón de María
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El mensaje de Fátima se puede resumir en tres invitaciones: invitación a la oración; invitación a la conversión, al cambio de vida, a salir del lodo y a coger el camino correcto y andar por él; e invitación también a la penitencia, en reparación por los pecados.
Fátima y el siglo XX
El Papa Juan Pablo II ha visto siempre el mensaje de Fátima en el centro de los dramas y de las tragedias que han caracterizado al siglo pasado. Un siglo marcado por dos ideologías que han sembrado tanta maldad, tanto dolor, tanto sufrimiento: el nazismo, durante doce años, y el marxismo soviético, el comunismo soviético, prolongado durante setenta años.
Y luego dos guerras, dos guerras mundiales, con tanta destrucción y tanto dolor. La Virgen, cuando se aparece, hace alusión a la Primera Guerra Mundial, diciendo que terminaría pronto, pero también mencionó otra que no tardaría en llegar: la Segunda Guerra Mundial.
Aspectos de la ceremonia de clausura de la Misión Mariana en la parroquia de San José al Trionfale: entrada y coronación de la imagen peregrina del Inmaculado Corazón de María
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Y ahora, después que se ha hecho público la tercera parte del secreto de Fátima, sabemos que la lucha contra Dios, la lucha del mal contra el bien, ha llegado incluso a planear y a intentar asesinar al mismo Santo Padre. Es, pues, un mensaje, ése, que nos llega de Fátima, que nos toca de cerca.
Cercana a Dios y a nosotros
Por un lado, ese mensaje nos hace comprender la cercanía de la Virgen a nuestros problemas. Una cercanía materna, porque Ella nos ha sido dada como madre. Allí, en el Calvario, en los dolores atroces, terribles, de la crucifixión, el modo más bárbaro de ejecutar a una persona, Jesús ha querido ofrecernos el don tan grande de la Eucaristía, realizado la noche anterior, y el don de darnos a la Virgen como madre.
Y si pensamos en esa hermosa página del Evangelio, vemos que Jesús tenía la preocupación de no dejar sin protección a la Virgen María después de su muerte. Pero su primer pensamiento fue para nosotros, porque antes de encomendarla al apóstol Juan de modo que hubiera alguien que la asistiera durante la parte de la vida que aún le quedaba, le confió Juan a Ella. De hecho le dijo: “ahí tienes a tu hijo”. Le entregó Juan, allí presente en el Calvario, a su Madre, y después le entregó Ella a Juan.
Por lo tanto, la Virgen es madre. Es madre y a la vez ocupa un lugar importantísimo, porque es la criatura más cercana a Dios. Después de Cristo, Ella ocupa en el Cielo el sitio más alto; y al mismo tiempo es cercana a nosotros: a nuestros problemas, a nuestras dificultades. En nada es ajena a nuestras aflicciones.
Mientras se encontraba en la tierra, la Virgen sólo podía estar cerca de algunas personas. Ahora que se encuentra en el Cielo, puede estar igualmente cerca de todos. Así pues, al estar cerca de nosotros y cerca de Dios, tiene ese poder enorme de interceder a nuestro favor.
Recurramos siempre a María
el cardenal Giovanni Battista presidiendo la Misa
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¡Qué grande es su poder! Dante, el gran poeta italiano, usa una expresión muy incisiva cuando dirigiéndose a la Virgen dice: “Señora, eres tan grande y tanto vales, que quien quiere gracia y a ti no se acoge, su deseo quiere que sin alas vuele”.1 En efecto, es como querer volar sin alas, necesitar de gracias, necesitar de protección, y no recurrir a Ella. Y esta noche estamos aquí para pedir la protección de la Virgen. Aquí estamos para buscar refugio en Ella al concluir la Misión Mariana vivida hace poco.
Recurramos a Ella con gran confianza. Confianza en su capacidad de comprender. Y al final de esta Misión Mariana, la Virgen también nos repite las palabras que le dijo a los criados en las bodas de Caná, las últimas palabras pronunciadas por Ella, referidas en el Evangelio. Después de esto, la Santísima Virgen aparece de nuevo en los Evangelios, pero se mantiene silenciosa.
La hallamos a los pies de la cruz y en el cenáculo junto con los Apóstoles, pero siempre en silencio. Por lo tanto, sus últimas palabras son: “Haced todo lo que Él, Jesús, os diga” (cf. Jn 2, 5). Ésa es la gran invitación que la Virgen nos hace a cada uno de nosotros en la clausura de esta misión: “Haced lo que Jesús os diga”. De ahí la invitación a procurar la voluntad de Dios y el deseo de que en la voluntad de Dios cada uno de nosotros pueda encontrar también su paz, su alegría, su felicidad.
Homilía en la Misa de clausura de la Misión Mariana en la parroquia de San Giuseppe al Trionfale, Roma, 13/5/2014