La “punición” de Santo Tomás
Hay ciertas ocasiones en las que la Virgen decide castigar una falta cometida por un hijo predilecto. Pero cuando lo hace, enseguida le brinda una sonrisa bondadosa, un perdón completo y alguna gracia enorme.
uenta una tradición venerable que Santo Tomás, como castigo por haber dudado de la Resurrección del Señor, no estuvo presente junto con los demás discípulos en la hora de la muerte de la Santísima Virgen. Sin embargo, cuando ya se encontraba subiendo a los Cielos, a cierta distancia del suelo, los ángeles lo trasportaron para que pudiera contemplarla en la tierra por última vez. En ese momento sucedió un episodio que hizo que refulgiera el carácter propio de María, para cuya calificación la palabra materno no basta; sería preciso usar otro término, como súper maternal, archimaterno, incomparable…
Consciente de haber merecido la lacerante punición de no estar presente en el instante de su muerte ni en el inicio de la Asunción, Santo Tomás miró a Nuestra Señora y Ella, sonriéndole, le concedió una gracia muy especial: se desprendió de su cinturón y se lo lanzó desde lo alto. El Mellizo recibió así, no diré el perdón por su falta, pues ya estaba perdonada, sino la suprema gracia de ganar una reliquia suya caída del cielo.
La Virgen Santísima actúa de este modo cuando tiene algo que perdonarle a un hijo predilecto. A veces lo castiga, a veces ni siquiera lo hace. Pero cuando decide hacerlo, le brinda a continuación una sonrisa, un perdón completo y alguna gracia enorme.
Podríamos imaginar a Santo Tomás, de regreso a casa con los Apóstoles, enseñándoles ufano el cinturón recibido como regalo y diciéndoles. “O felix culpa – ¡Oh feliz culpa! Por desgracia, dudé de mi Salvador, pero como compensación tuve la felicidad de ganar esta reliquia celestial de mi Madre Santísima”.
La última sonrisa de Nuestra Señora, el último favor suyo antes de subir al Cielo, la más extrema muestra de amenidad, la bondad más suave fue dada precisamente a Santo Tomás, y esto nos debe animar y llenar de esperanza.
Extraído, con adaptaciones, de la revista “Dr. Plinio”. São Paulo. Año XXI.N.º 245 (Agosto, 2018); pp. 12-
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