La Virgen, Sansón y el panal de miel

Publicado el 12/09/2015

Cuando cantamos el Pequeño Oficio de la Inmaculada Concepción, nos deparamos con un bello título de Nuestra Señora: el panal del fuerte Sansón. ¿Qué significa ello? Un episodio ocurrido con Sansón nos da la clave del enigma.

 


 

 

En sus constantes caídas en la idolatría, el pueblo israelí sufría castigos impuestos por Dios, a fin de traerlo de vuelta al buen camino. Entregado a las manos de sus enemigos, el pueblo elegido quedaba reducido a la esclavitud, y recordaba, entonces, clamar al Señor pidiendo misericordia. Como respuesta a esos clamores, Dios suscitaba entre los hebreos héroes extraordinarios, llamados jueces, que los liberaban y guiaban a la conversión, llevándolos a invocar ardientemente a su único y verdadero Señor.

 

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En cierta época, habiéndose alejado los israelíes de Dios, fueron sometidos a los filisteos, por cuarenta años. Para librarlos del cautiverio, Dios suscitó como juez al fuerte Sansón.

 

Así cuentan las Escrituras: "Sansón descendió con su padre y su madre a la ciudad de Tamna. Cuando llegaron a las viñas de la ciudad, apareció de repente un león rugiendo que arremetió contra él. El espíritu del Señor se apoderó de Sansón, y él despedazó al león como si fuese un cabrito, sin tener nada en la mano" (Jz 14, 5-6).

 

Algunos días después, retornando a la ciudad, "Sansón se alejó del camino para ver el cadáver del león. Pero he allí en la boca del animal estaba un enjambre de abejas y un panal de miel. (…) Tomó la miel en las manos e iba comiéndola por el camino; y, habiendo alcanzado a sus padres, les dio, también, la miel" (Jz 14, 8-9).

 

De la pluma de autores católicos nacieron espléndidos comentarios relacionando el panal de miel con la Santísima Virgen. Veamos algunos: "Como el panal trae la miel, María, aunque poseedora de una naturaleza mortal, trajo dentro de sí a Jesús, autor de la vida. No podía, pues, la celestial miel querer otro panal que no fuese el purísimo y blanquísimo ‘panal' del inmaculado seno de María." 1

 

Además, habiendo el panal de miel sido extraído del cadáver de un león, nos es resaltada la imagen de la vida que se encuentra en el propio seno de la muerte: de María vino el Salvador del mundo, que sacó a toda la humanidad de la muerte producida por el pecado, dándonos la vida y la salvación.

 

En el panal de miel cogido por Sansón podemos percibir, también, un símbolo de la extrema e incomparable dulzura de Nuestra Señora.

Con efecto, en María jamás hubo dureza, frialdad ni inconstancia de ánimo, sino solamente amenidad, belleza y constante cordialidad perfecta, movidas por la gracia. ¡Cuán dulce y amable era Ella en la casa de San Joaquín y de Santa Ana, en el templo de Jerusalén, en el exilio, en Nazaret, durante la Pasión y durante su permanencia en la tierra después de la Ascensión! ¡Acercarse a Ella, verla, oírla, era indecible felicidad!

 

Ahora, desde lo más alto de los Cielos, continúa emanando de María toda suerte de benevolencia y bondad, atrayendo a todos sus hijos e hijas. Ella es la Virgen meliflua, cuya suavidad atrae toda alma que a Ella se abre: "Si la dulzura está en proporción con la pureza y la caridad, ¿qué auge de perfección no alcanzó la dulzura de María, la más pura, humilde y amable de las criaturas?" 2.

 

La Santa Iglesia, en su liturgia, no deja de resaltar esa amabilidad de María, en estos breves, pero expresivos términos: "Vuestros labios son como un panal de miel que destila la suavidad; la leche y la miel están sobre vuestra lengua, tanto vuestras palabras son deliciosas." 3

 

Como verdaderos hijos de María Santísima, dejémonos envolver por tan excelsa e inefable dulzura y pidamos a Ella que despierte nuestra entusiasmada admiración, nuestra confianza sin límites en Ella y, sobre todo, que busquemos imitarla en cada momento de nuestra existencia.

 

Por la Hermana María Alice Pinheiro Lisboa Miranda, EP

 

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1) Pequeno Ofício da Imaculada Conceição – em latim y portugués com comentários, Edições Paulinas, São Paulo, 1956, p. 114.

2) Pe. Ch. Rolland, La Reine du Paradis, L Ami du Clergé, ' Langres, 1910, t.1, pp 581-582.

3) Apud Pe. Ch. Rolland, op. Cit.

 

 

 

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