La Asunción de María Catedral de Milán, Italia
|
La fiesta de todos los gozos y todas las alegrías, la fiesta del día en que Nuestra Señora, resucitada, fue llevada a los Cielos en cuerpo y alma, habrá sido la mayor celebración realizada en el Paraíso, después de los esplendores retumbantes de la Ascensión de Nuestro Señor Jesucristo. María Santísima, la obra maestra de la mera Creación ocupará su puesto junto al trono de su divino Hijo. Podemos imaginarnos que, en ese instante, todas las gloriosas perfecciones de la Madre de Dios brillaron de un modo sin igual: su bondad inmensurable, su suavidad, su soberanía, su dominio, su atractivo, su virginal firmeza, todo se manifestó de manera fulgurante, misteriosamente reluciendo y acentuándose, acentuándose y reluciendo, para maravilla de los ángeles y de los santos que entonces la contemplaban en la eternidad…
Plinio Corrêa de Oliveira