Si en el infierno los demonios adquieren formas horrorosas para atormentar a los condenados, en el cielo empíreo los ángeles toman figuras lindísimas para aumentar la felicidad de los bienaventurados. En el fin del mundo, los justos oirán armonías perfectas, sentirán perfumes celestiales, verán colores inimaginables, señales indicadoras de los ángeles que bajarán a la tierra como un ejército en orden de batalla.
Santo Tomás nos dice que Nuestro Señor, en su bondad infinita, a pesar de condenar a los malvados con las penas terribles del infierno, en algo se las disminuyó. Lo que ellos sufren no llega a ser lo que merecerían padecer. Pero si está en la bondad de Dios disminuir un poco las penas que los condenados merecían, está también de acuerdo a esa bondad, a fortiori, que recompense a los justos con más de lo que merecen.
Figuras lindísimas formadas por los ángeles
Pórtico del Juicio Final Catedral de Bourges, Francia
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De manera que si al Infierno, que es terrible, Dios le quitó algo, sobre todo le aumentó al cielo cosas completamente imprevistas, dándonos una idea del paraíso que nos deja verdaderamente asombrados. Quedé pasmado al leer un texto de Cornelio a Lápide1, a respecto de los bienaventurados. Me pareció lindísimo, nunca oí decir eso en mi vida.
Ese exegeta flamenco, con su gran autoridad, desdobla la idea de que, para alegría de los bienaventurados, los ángeles, utilizando el aire y otras materias del cielo empíreo, forman figuras lindísimas y las hacen sensibles a los hombres.
De manera que eternamente los hombres permanecen mirando esas figuras que los ángeles van desvelando para cada uno, según su propio modo de ser, su santidad, su “thau”2 o su luz primordial3, y se deleitan con ellas.
Eso se da en el cielo empíreo, considerado el lugar material donde estarán los cuerpos de los bienaventurados. Las razones presentadas por Cornelio a Lápide para probar esto son tan bonitas, nobles y elevadas que me pareció oportuno comentarlas.
La primera razón es que los ángeles, de vez en cuando, deben tomar esas formas o hacer cuerpos en los cuales ellos entren, no para vivir como el hombre dentro de su propio cuerpo, sino como hizo San Rafael al animar un muñeco que acompañó a Tobías. Así también ellos deben animar cuerpos para comunicarse con los hombres, pudiendo de esta manera hablarles de viva voz y así estar accesibles a todos los sentidos humanos.
El hombre sabrá que en aquello no hay un embuste, una mentira; al contrario, hay la expresión de un estado de espíritu.
Para explicar lo que debemos pensar de esto, cito una comparación sacada del proprio Cornelio a Lápide:
Los ángeles aman, adoran a Dios Nuestro Señor con todo su ser. Ahora, si adoran con todo su ser, ellos deben usar todos sus medios para darle gloria a Dios. Entonces, si un medio es formar esas figuras ellos las deben hacer.
Así, aunque no proporcione un deleite a los hombres, los ángeles deberían tomar esas figuras para dar gloria a Dios. Y Cornelio hace una comparación: Así como un hombre, cuando toca un instrumento, no miente dando a entender que aquella es su voz, o que aquel es el efecto de sus dedos, pues quien oye ya sabe que es un instrumento que se usa para hacer más expresivo algo que se tiene en sí, así también los hombres, viendo esas figuras hechas por los ángeles, sabrán que el ángel no pretende que nosotros tomemos aquello como una realidad total, sino como un instrumento que le sirve para expresarse.
Entonces, hay en el cielo una especie de concierto permanente y eterno de los ángeles, para nuestros sentidos. Para darle gloria a Dios, antes que nada, y para deleitarnos.
Un convite para la santificación
Vemos así como todo lo que se pueda imaginar de bellezas materiales del cielo empíreo es nada en comparación con la aparición de los ángeles. Porque los ángeles son mucho más nobles que la materia. Por tanto, el regalo, la alegría que ellos deben dar es mucho mayor que el gozo material. Luego, la mejor alegría de los hombres en el cielo empíreo va a ser ese contacto con los ángeles:
La amistad y la íntima unión y comunicación que habrá entre los ángeles y los hombres.
Es decir que habrá una gran intimidad en el cielo entre nosotros y los ángeles, tan superiores por naturaleza, pero que aceptan en sus filas a los hombres y tienen con ellos una intimidad como tuvieron con los ángeles que cayeron en el Infierno. Y ellos, por tanto, se vinculan y se alegran con los hombres. Ellos quieren que los hombres los conozcan enteramente, pero no apenas ser entendidos de alma a alma. Como el hombre es hecho de alma y cuerpo, ellos desean que también el cuerpo conozca al ángel. Entonces toman cuerpo para contarle al cuerpo cómo ellos son.
¡Me parece simplemente deslumbrante imaginar el cielo así! Continúa el resumen del texto de Cornelio a Lápide:
Como los hombres que se salvan deberán llevar en la tierra una vida angelical, por lo menos en el período determinante de su salvación, por eso los ángeles los amarán especialmente. Y la alegría que sus sentidos tendrán al contacto con esas figuras animadas por los ángeles, estará en la proporción del dominio que el hombre en la tierra haya tenido sobre sus propios sentidos. De manera que el hombre que dominó mucho su vista, no sólo no miró cosas inmorales y lúbricas, sino que nunca dio un vistazo por mera curiosidad a nada, nunca anduvo con los ojos tontamente de un lado para otro y les dio un uso enteramente racional y virtuoso. Gracias a esto el hombre contemplará a los ángeles mucho mejor que si no hubiera utilizado bien ese sentido.
Y así con los cinco sentidos. ¡El hombre que haya dado a todos los sentidos un uso perfectamente santo, ordenado, racional, verá en esas figuras todo lo que está en su naturaleza ver!
Tobías y San Rafael – Museo Nacional Machado de Castro, Coimbra, Portugal
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Tenemos aquí un convite para la santificación. Cada vez que uno de nosotros sienta una tendencia para darle un uso tonto a los propios sentidos, debe pensar: “Yo comprometo la visión o el conocimiento que tendré de un ángel, o de mis ángeles.”
Por ejemplo, la persona que haya hecho buen uso del oído, discernirá mejor las melodías. La que aceptó las limitaciones de sus sentidos, de buena voluntad, con humildad, será premiada por eso. La que haya sufrido por la fe en alguno de sus sentidos será premiada por eso, con una particular agudeza en percibir la alegría de los ángeles.
Dios estará continuamente premiando a cada uno, a través de los ángeles – además de otras cosas –, por todo el bien que hizo en la tierra al gobernar su propio cuerpo.
Se comprende la justicia de Dios en el cielo y lo que perdemos cuando locamente intentamos hacer lo que no debemos. No sólo nos exponemos a un riesgo incalculable, sino que comprometemos o perjudicamos un gozo eterno e insondable destinado para nosotros, los hombres.
Entrelazamiento de toda la creación
El texto continúa y trae otra confirmación basada en la Escritura:
El Profeta Isaías, en su capítulo VI, cuando habla de los ángeles, dice que vio ángeles en el cielo con forma humana. Si ellos, para hacerse ver por Isaías, tomaran forma humana, ¿por qué no tomarían forma humana para hacerse ver por los bienaventurados?
Lo veo muy razonable. Cornelio a Lápide presenta esas reflexiones como una opinión personal, no como enseñanza oficial de la Iglesia, pero yo considero esa opinión muy atrayente y muy convincente. Él dice también que:
San Juan, en el Apocalipsis, habla varias veces de los ángeles y que siempre los vio con forma humana. Los ángeles tomaron figuras de hombres para hacerse ver por San Juan. Luego, tomarán figuras de hombres para hacerse ver por los bienaventurados.
Escenas del Apocalipsis – Basílica de Santa Catalina de Alejandría, Galatina, Itália
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Se me ocurre ahora una idea, para ver cómo son estas cosas: todo nos hace creer que Cornelio a Lápide está en el cielo, y que desde allá él conoce estos comentarios que hacemos sobre su trabajo. Probablemente, los ángeles y él – no bajo la forma corpórea, sino espiritualmente, puesto que Cornelio aún no resucitó – están sonriendo y alegrándose con lo que está pasando aquí. Y seguramente están pidiendo, por medio de Nuestra Señora, a Nuestro Señor Jesucristo que nosotros ocupemos aque llos lugares vacíos, que nos esperan, y que ellos tienen en vista allá.
Es un entrelazamiento de toda la creación. La Iglesia gloriosa en el cielo y la Iglesia militante en la tierra que entran en contacto, en una convivencia indescriptible, insensible, pero cuán real. A propósito de la obra escrita por Cornelio a Lápide, ¿cuáles serán las delicias que él en este momento siente por haber sido el autor de esa gran obra?
Vemos, así, como las buenas acciones se reflejan en la eternidad celeste, y que las malas tendrán sus consecuencias en el infierno. No perdamos de vista cómo Dios es infinitamente serio, todo es serio, grave y trae consecuencias terribles o admirables.
Cornelio a Lápide menciona varios autores y teólogos célebres. Uno de ellos es un santo canonizado, causa especial de nuestra admiración y de nuestra veneración, San Anselmo, de quien cita un argumento, inesperado para mí. San Anselmo dice que los ángeles tendrán cuerpo en el cielo para hacerse temer por los demonios y por los impíos. Se entiende, porque si en el infierno los seres diabólicos estarán continuamente tomando figuras horrendas para atormentar a los condenados, no es admisible que en el cielo los ángeles no hagan eso también, hasta mucho más perfectamente, para premiar a los buenos. Ellos pueden, complementariamente, afligir a los impíos con la manifestación de su esplendor.
Al tratar sobre esos impíos, San Anselmo habla de la resurrección de los muertos. Entonces, en el Valle de Josafat, donde todos los resucitados se deberán reunir para esperar el Juicio Final, los ángeles en esa ocasión también deberán tomar cuerpo y allí amedrentarían a los impíos, así como alegrarán a los justos.