Los fulgores de la Resurrección

Publicado el 04/15/2017

En las ceremonias litúrgicas del triduo pascual, la Iglesia siempre supo impregnar la atmósfera de tristeza cuando se trataba de estar triste; y también marcar con alegría los momentos en los que se debería estar alegre.

 

La primera visita al Santo Sepulcro

 

El Evangelio sobre la resurrección narra cómo Santa María Magdalena y la otra María encontraron el sepulcro abierto y a un ángel sobre la lápida que antes vedaba la entrada al túmulo. El ángel giró la piedra y se sentó en ella. Por ser su rostro como el rayo y su vestimenta como la nieve, infundió un gran terror en los guardias que vigilaban el sepulcro y que huyeron por esa razón. Dos simples mujeres no tuvieron miedo, y él habló con ellas familiarmente.

 

Da la impresión de que ellas estaban muy intimidadas, aunque no estaban medrosas, lo cual es algo muy diferente.

 

Otra manifestación de su intimidación es el hecho de haber sido necesario que el ángel les dijese que entrasen en el sepulcro. Sería normal que ellas penetrasen ahí, digamos, con la debida reverencia a un lugar sacrosanto, ¡haciendo de esa forma la primera visita al Santo Sepulcro! ¡A propósito, esa era una honra enorme! Todas las generaciones de los siglos posteriores visitaron el Santo Sepulcro, y ellas fueron las dos primeras en hacerlo. ¡Es algo formidable! ¡Como honra, es algo extraordinario!

 

Ellas entraron y vieron que Nuestro Señor no se encontraba allí. Todo estaba explicado.

 

Un acontecimiento lleno de simbolismos

 

Ahora bien, a mí me gustaría saber cuál es el sentido simbólico del rostro refulgente y de las ropas como nieve.

 

Evidentemente, el fulgor indica el poder de Dios. ¿Pero de qué forma lo indicará? ¿Será un fulgor de victoria, de fiesta triunfal en la cual no se piensa más en el enemigo, o un tipo de celebración del triunfo en la cual se tiene la sensación de estar pisoteando al enemigo? Se puede hacer esa pregunta. ¿Cuál sería la forma de ese fulgor?

 

Si supiésemos cómo consideran ese fulgor los exégetas, tal vez ahí pudiésemos tener un elemento para formar un juicio a ese respecto.

 

Las ropas como la nieve. Se percibe que la nieve refulgía a la luz de ese fulgor. La nieve es la pureza del espíritu. Puro espíritu porque no es carne y, además, ¡es un espíritu puro, o sea, santo! Bien se comprende por qué la túnica – probablemente era una túnica – era como la nieve. ¿Pero, qué otros significados tiene esa nieve? ¿Por qué no estaba flotando en el aire o no estaba de pie sobre la piedra, sino sentado?

 

Cada una de esas cosas tiene un significado. Naturalmente, nos gustaría conocerlo, pues aumentaría nuestra alegría por la Pascua de Resurrección.

 

¿Por qué un ángel anunció la Resurrección?

 

Si el objetivo de la manifestación angélica era dar una prueba apologética de la Resurrección, bajo cierto punto de vista esa prueba podría no ser muy concluyente. Sobre todo para los hombres del siglo XX, cuya mentalidad los llevaría a decir:

 

“Las dos fueron caminando a la sepultura cada más absortas. Cuando llegaron, estaban en el auge de la excitación. Entonces les pareció ver a un ángel. Y los guardas estaban afuera por que habían salido – en nuestro lenguaje – a tomar café. ¿La sepultura estaría abierta? ¿Quién puede garantizarlo? ¿Qué prueba se tiene de eso? ¿No sería más interesante que hubiese un grupo de diez hombres importantes, como por ejemplo, Lázaro, José de Arimatea, Nicodemo, que dijesen que habían visto [la Resurrección]? ¿Por qué un ángel?”

 

A mí me parece una objeción completamente inválida, pero es una pregunta que se podría hacer. A esa pregunta le debemos dar la siguiente respuesta:

 

Dios, en sus manifestaciones, no tiene en vista principalmente a los que no creen, sino a los que creen. Un episodio como ese – la primera manifestación de la Resurrección, después hubo muchas otras – sería calculado según la conveniencia de la piedad y del aumento de fervor del puñado de fieles reunidos en torno a Nuestra Señora. Se trataba de enfervorizarlos a ellos, de alimentarlos, de prepararlos para Pentecostés, que sería el próximo gran lance.

 

Siendo así, se comprende que fuese un ángel y no un hombre. Porque no existe ninguna proporción entre diez hombres y un ángel. Además, entre ellos podría haber pequeños desacuerdos a propósito de uno u otro punto, e incluso alguno que se envaneciese al contar el hecho…

 

Inclusive, se podría levantar una objeción: nosotros no creemos mucho en esos hombres que sirven de testigos, porque ningún hombre estaría a la altura de testificar un tal acontecimiento; sólo un puro espíritu. Por lo tanto, me parece enteramente concluyente y apropiado el aparecimiento de un ángel para anunciar la Resurrección.

 

(Extraído de conferencias del 18.4.1981 y 21.4.1984)

 

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1 Pasado el sábado, al alborear el día siguiente, marcharon María Magdalena y la otra María a ver el sepulcro. 2 Y de pronto se produjo un gran terremoto, porque un ángel del Señor descendió del cielo, se acercó, removió la piedra y se sentó sobre ella. 3 Su aspecto era como de un relámpago, y su vestidura blanca como la nieve. 4 Los guardias temblaron de miedo ante él y se quedaron como muertos. 5 El ángel tomó la palabra y les dijo a las mujeres: “No tengáis miedo; ya sé que buscáis a Jesús, el crucificado. 6 No está aquí, porque ha resucitado como había dicho. Venid a ver el sitio donde estaba puesto. 7 Marchad enseguida y decid a sus discípulos que ha resucitado de entre los muertos; irá delante de vosotros a Galilea: allí le veréis. Mirad que os lo he dicho.” 8 Ellas partieron al instante del sepulcro con temor y una gran alegría, y corrieron a dar la noticia a los discípulos. 9 De pronto Jesús les salió al encuentro y les dijo: “¡Alegraos!” Ellas se acercaron, abrazaron sus pies y le adoraron. 10 Entonces Jesús les dijo: “No tengáis miedo; id a anunciar a mis hermanos que vayan a Galilea: allí me verán.” (Mt 28, 1-10).

 

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(Revista Dr. Plinio, No. 180, marzo de 2013, p. 20-23, Editora Retornarei Ltda., São Paulo).

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