MEDITACIÓN PARA EL PRIMER SÁBADO – Enero 2020

Publicado el 01/03/2020

MEDITACIÓN PARA EL PRIMER SÁBADO

2º. Misterio Gozoso

La visitación de Nuestra Señora a su prima santa Isabel

 


 

Introducción:

Al iniciar un nuevo año con la práctica piadosa de las meditaciones para la Comunión Reparadora de los primeros sábados de mes, atendiendo al pedido de la Virgen Santísima en Fátima, vamos a considerar el segundo Misterio Gozoso del Santo Rosario: la visitación de Nuestra Señora a su prima Santa Isabel. María, apenas recibió el anuncio de que sería la Madre del Salvador se apresuró a ir a visitar a su prima Santa Isabel que, según la palabra del Ángel, estaba en el sexto mes de la gestación de San Juan Bautista, el Precursor. En esta visita relucirán los ejemplos marianos de la caridad y de la humildad, los cuales estamos llamados a imitar.

 

Composición de lugar:

Coloquemos nuestra imaginación en el camino recorrido a pie por María desde Nazaret hasta los montes de Hebrón, donde vivían Santa Isabel y San Zacarías. Veamos a la Santísima Virgen acompañada por San José, venciendo las distancias con ánimo resoluto y con el corazón inundado de alegría, por saber que lleva consigo al Verbo Encarnado y Redentor del mundo. Imaginemos también el momento en que las dos primas se encuentran y se abrazan. El rostro de Santa Isabel se ilumina de admiración, porque le fue revelado que delante de ella está la Madre del Dios hecho hombre.

 

Oración preparatoria:

¡Oh! Virgen de Fátima, Madre nuestra, Vos que en este Misterio del Rosario demostrasteis extraordinaria caridad e inusual deseo de hacer bien al prójimo, así como insondable humildad al visitar sin demora a vuestra prima Santa Isabel, concedednos por esta meditación que alcancemos disposiciones de alma semejantes y las gracias necesarias para imitar vuestro luminoso ejemplo. Infundid en nuestros corazones una gran piedad, una intensa devoción a Vos, y haced que podamos recoger de este ejercicio espiritual todas las lecciones y frutos que él nos ofrece. Amén..

 

San Lucas (1, 39-46)

“39En aquellos mismos días, María se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá; 40 entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. 41 Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel de Espíritu Santo 42 y, levantando la voz, exclamó: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! 43 ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? 44 Pues, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. 45 Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá».

46 María dijo: «Proclama mi alma la grandeza del Señor»”.

 

I- Luminosa manifestación de la Caridad

La bendita casa de Isabel fue el teatro de muchas y extraordinarias gracias.

La Santísima Virgen, instruida por el Espíritu Santo, sin demora hace una visita a su virtuosa prima Isabel. No se queja de la obligación de dejar el hogar tan querido y de tener que atravesar casi toda Judea, para ir desde Nazaret hasta Hebrón, ni alega como disculpa su estado, amenazado por tan larga y peligrosa jornada. Al conocer la voluntad de Dios, enseguida parte y camina apresuradamente al encuentro de su pariente.;

 

1- Sin demora, María sigue la inspiración divina

Leyendo el texto sagrado, claramente se deduce que Nuestra Señora partió prontamente a visitar a su prima Isabel movida por la inspiración divina. Tan pronto el Ángel de la Anunciación se retiró de su presencia, María comprendió que era la voluntad del Señor que Ella se dirigiese al encuentro de su prima, que también estaba grávida. Nuestra Señora recibió un impulso de la gracia en su interior y a este impulso obedeció sin demoras. 

Al partir sin demora a visitar a Santa Isabel, Nuestra Señora nos da ejemplo de cuánto debemos ser sensibles a las inspiraciones divinas en nuestras almas, y diligentes en obedecerlas. A lo largo de nuestra existencia, muchas veces oímos la voz de la gracia resonar en nuestro íntimo y comprendemos que debemos tomar cierto camino, abandonar algo que nos perjudica, dejar aquel defecto que ofende a Dios, tomar las vías del bien y de la virtud, sin demora.

Pensemos entonces: si no he seguido este gran ejemplo de María, debo hacerlo de ahora en adelante y, cuando fuere tocado por una gracia para tomar una buena actitud, o para abandonar una situación de comodidad o, más aún, una circunstancia que me lleva al pecado, que yo tenga prisa en hacerlo.

 

2- Caridad sobrenatural

“Decidnos oh Virgen Santa, ¿por qué emprendéis un viaje tan largo y penoso y apresáis tanto los pasos?” – coloca san Alfonso esta pregunta en los labios de María y le hace responder–: “Voy a cumplir mi oficio de caridad; voy a llevar consuelo a una familia.”

La Madre de Dios excede en todo a Santa Isabel. Poco importa, Ella la visita y, atenta, obsequiosa y servicial para con todos, se queda tres meses en su compañía, sirviéndola. Su caridad es sobrenatural, no es tanto por urbanidad ni solo por afecto humano que procede así, sino para corresponder a la voluntad divina. La caridad de María es benéfica: al sonido de su voz saludando a su prima, San Juan Bautista es purificado de la mancha original y se alegra en el seno de su madre, en cuanto esta reconoce que el Mesías ya vive, encarnado en las inmaculadas entrañas de María.

Otro extraordinario ejemplo que Nuestra Señora nos da a todos nosotros, hijos y devotos de Ella, llamados a ejercer la caridad cristiana para con nuestro prójimo, con solicitud y atención. ¿Hemos cumplido, de hecho, este deber tan fundamental en nuestra vida de católicos, inclinándonos sobre las necesidades de nuestros semejantes, en toda la medida que Dios nos solicita?

 

3 – Desprendida de sí misma

Consideremos también el carácter enteramente abnegado y desinteresado de la caridad demostrada por Nuestra Señora al visitar a su prima Santa Isabel. Ella no demoró haciendo un plan de viaje: “Cuando me sienta un poco mejor, en un día más propicio, tal vez vaya”. No. Ella tuvo prisa en ir. Es tanto más admirable esta presteza en practicar la caridad, cuanto más se debe notar que María vivía inmersa en la contemplación de las cosas divinas, que se encontraban en lo más íntimo de su corazón.

Nuestro Señor Jesucristo estaba siendo formado en cuanto hombre en su claustro virginal. Por eso, ¡cuánta razón tendría para quedarse en casa contemplando a este Dios que estaba siendo generado en su interior! Sin embargo, recibida la noticia sobre Isabel, Ella no titubeó y se puso a camino para un viaje penoso, que duraría cerca de cuatro días. Y la Madre del Salvador lo emprendió, satisfecha y alegre, sin atarse a cualquier comodidad. Ella no pensó en sí misma, sino apenas en la prima que estaba grávida y que necesitaba de alguien para asistirla en los días venideros.

Así es como también nosotros debemos actuar, cuando la caridad y las obligaciones para con nuestro prójimo nos solicitan y esperan que hagamos el bien con la misma celeridad con que María socorrió la necesidad de Isabel.

¿Y yo me muevo con igual solicitud y disposición para atender la carencia de los que recurren a mí?

 

II – Presencia y devoción que nos santifican

Tan pronto María Santísima saluda a Isabel, ¿qué sucede? El niño Juan exulta de alegría al recibir la gracia divina ya antes de nacer; Isabel fue llena del Espíritu Santo, y poco después Zacarías, el padre de Juan, es consolado por la restitución del habla.

 

1- Aquella que propicia nuestra santificación

El Divino Espíritu Santo podría, sin duda, favorecer a Isabel con la plenitud de sus dones sin el concurso de Nuestra Señora, como también podría santificar a San Juan Bautista en el vientre materno, sin la intervención de María. Sin embargo, quiso Dios en este paso del Evangelio que la presencia de su Madre fuese determinante para que Él actuase sobre Isabel y su hijo. De este modo, la Providencia Divina demostraba allí el precioso papel de la mediación de Nuestra Señora como dispensadora de la gracia del Cielo a cada uno de nosotros.

María es Aquella que nos alcanza todos los favores de Dios, y que jamás deja de oír nuestras súplicas. Es aquella que propicia nuestra santificación, con su presencia junto a nosotros, sirviendo de canal e intercesora entre nosotros y su Divino Hijo. Por eso, como afirman los santos y los teólogos, es señal de salvación eterna tener verdadera devoción a la Santísima Virgen María.

 

2- ¡Ven, oh Madre y santificad mi alma!

Es muy conveniente entonces, avivar en nosotros esta devoción a María Santísima e invocar su socorro y su protección para que seamos santos. Aprovechemos este momento de nuestra meditación para decirle a Ella, con San Alfonso María de Ligorio:

“Es verdad, oh mi Reina y Madre, que por vuestro intermedio son dispensadas las gracias divinas, y santificadas las almas. No os olvidéis de mí, vuestro pobre siervo que os ama y puso en Vos todas sus esperanzas. Ah, mi amadíssima Señora, Vos que tanto os aprestasteis en ir a santificar por vuestra visita la casa de Isabel, dignaos apresurar la visita a la pobre casa de mi alma. Apresúrate, pues mejor que yo mismo, sabes cuánto ella es miserable y enferma, llena de afectos desordenados, malos hábitos y pecados cometidos que la pueden llevar a la muerte eterna. Vos la podéis hacer rica, oh tesorera de Dios, vos la podéis curar de todas sus enfermedades. Visitadme pues durante mi vida, mas sobre todo visitadme en la hora de mi muerte, porque entonces vuestra asistencia me será más necesaria”.

 

III –Humilde Tabernáculo vivo de Dios

En este Misterio de la Visitación, Nuestra Señora nos concede otro ejemplo luminoso: el de su insondable humildad.

 

1 – Exaltada, se humilla

En efecto, he ahí que la Santa Virgen llega a la casa de Isabel. Ella ya es la Madre de Dios, pero a pesar de esto, es la primera en saludar a su parienta, como dice el Evangelio: “Ella entró y saludó a Isabel”. Isabel, iluminada por el Señor, sabe que el Verbo se había hecho carne e Hijo de María, por lo que la llama bendita entre las mujeres y bendice el fruto de sus entrañas. Llena de confusión, así como de alegría, exclama Isabel: “¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?”

Pero la divina Madre se humilla profundamente, atribuyendo a Dios las alabanzas que le son dirigidas. Y responde: “Magnificat anima mea Dominum et exsultávit spíritus meus in Deo salutari meo, quia respéxit humilitátem ancíllae suae. —Proclama mi alma la grandeza del Señor porque ha mirado la humillación de su esclava”. Como si dijese: Isabel, tú me alabas, pero yo alabo a mi Dios que quiso exaltar su humilde esclava a la dignidad de su Madre.

 

2 – Sagrario vivo de Dios

La humildad de María Santísima es tanto más admirable y digna de ser imitada en este Misterio, cuanto más debemos considerar nuevamente que Ella, al visitar a su prima, ya traía en su seno a Jesús recién concebido. Es una joven, pero no tiene miedo, porque Dios está con Ella, dentro de Ella. En cierto modo, afirma el Papa Benedicto XVI, se puede decir que su viaje fue la primera “procesión eucarística” de la Historia.

 

De hecho, María es el Tabernáculo vivo de Dios que se hizo carne, es el Arca de la Alianza, en que el Señor visitó y redimió a su pueblo. La presencia de Jesús la llena del Espíritu Santo, y esa manifestación divina se hace sentir en el momento en que María entra en la casa de Isabel: la prima se regocija, Juan se estremece en el seno de su madre, toda la familia del Bautista fue santificada por su presencia. Aquel cuyo nombre es Santo, hace maravillas en María, porque era una Virgen humilde.

 

CONCLUSIÓN

Al concluir esta meditación, nos volvemos hacia la Virgen de Fátima, a cuyo Inmaculado Corazón nos propusimos reparar en este piadoso ejercicio de la devoción del Primer Sábado, y elevemos a Ella filiales súplicas para que nuestras almas sean alimentadas por la gracia de la caridad apostólica, del amor al prójimo y del deseo de siempre hacer el bien. Que Ella nos ayude a abandonar nuestras comodidades y a recorrer sin demora el camino de la virtud y de la santidad, atendiendo a las inspiraciones divinas en nuestros corazones.

Que María nos dé fuerzas y coraje para desprendernos de nuestros defectos y de las cosas malas que nos apartan de Ella. Que nos inculque las mejores disposiciones para imitarla, especialmente en su caridad y en su humildad, creciendo cada día en el amor a Ella y a su Divino Hijo.

Queremos, oh Madre, así como hicisteis en la Visitación, caminar con prisa en la vía de la perfección que nos conduce al Cielo. Por eso os rogamos con todo fervor:

Dios te salve, Reina y Madre…

 

 

Referencia bibliográfica:

Basado en:

San Alfonso María de Ligorio, Meditações para todos os dias e festas do ano, Friburgo, Herder & Cia., 1921.

Papa Benedicto XVI, Rosário meditado, Vaticano, 31 de mayo de 2005.

Mons. João S. Clá Dias, Meditação na Catedral da Sé, São Paulo, Enero de 2005.

Frei Pedro Sinzig, Breves meditações para os dias do ano, Editora Vozes, 1944.

Deje sus comentarios

Los Caballeros de la Virgen

“Caballeros de la Virgen” es una Fundación de inspiración católica que tiene como objetivo promover y difundir la devoción a la Santísima Virgen María y colaborar con la “La Nueva Evangelización” , la cual consiste en atraer los numerosos católicos no practicantes a una mayor comunión eclesial, la frecuencia de los sacramentos, la vida de piedad y a vivir la caridad cristiana en todos sus aspectos. Como la Iglesia Católica siempre lo ha enseñado, el principal medio utilizado es la vida de oración y la piedad, en particular la Devoción a Jesús en la Eucaristía y a su madre, la Santísima Virgen María, mediadora de las gracias divinas. Sus miembros llevan una intensa vida de oración individual y comunitaria y en ella se forman sus jóvenes aspirantes.

version mobile ->