MEDITACIÓN PARA EL PRIMER SÁBADO
2o Misterio Luminoso
TRASNFORMACIÓN DEL AGUA EN VINO EN LAS BODAS DE CANÁ EL MEJOR VINO PARA EL FINAL: EL “VINO” DE MARÍA
Introducción:
Realizaremos nuestra devoción de la comunión reparadora del Primer Sábado, contemplando el 2o Misterio Luminoso: El milagro de las Bodas de Caná, la transformación del agua en vino. En una fiesta de casamiento, Jesús opera su primer milagro público a pedido de Nuestra Señora, que también, por la primera vez, manifiesta públicamente su poderosa intercesión junto a su Hijo en nuestro favor.
Composición de lugar:
Imaginemos una linda fiesta de casamiento de los tiempos evangélicos, una casa espaciosa, con amplios salones y muchos invitados. Entre estos, se destacan Nuestra Señora, Jesús y sus primeros discípulos. Todos están contentos, disfrutando la buena comida y el buen vino servido por los anfitriones. De repente, vemos a Nuestra Señora acercarse a Jesús y los dos se dirigen a la cocina, donde algunos servidores, desconcertados, les presentan las tinajas de bebida vacías…
Oración preparatoria:
Oh Virgen Santísima de Fátima, Madre de Dios y nuestra, a quien ofrecemos esta meditación en reparación a Vuestro Inmaculado Corazón, interceded hoy por nosotros del mismo modo como otrora lo hiciste en las Bodas de Caná, y rogad a vuestro adorable Hijo que nos conceda las gracias que nos faltan y de las cuales tanto necesitamos para aceptar los milagros de la misericordia divina en nuestra vida y en nuestra peregrinación rumbo al Cielo. Amén.
Evangelio de San Lucas 2, 3-10
“3 Faltó el vino, y la madre de Jesús le dice: «No tienen vino». 4 Jesús le dice: «Mujer, ¿qué tengo yo que ver contigo? Todavía no ha llegado mi hora». 5 Su madre dice a los sirvientes: «Haced lo que Él os diga». 6 Había allí colocadas seis tinajas de piedra, para las purificaciones de los judíos, de unos cien litros cada una. 7 Jesús les dice: «Llenad las tinajas de agua». Y las llenaron hasta arriba. 8 Entonces les dice: «Sacad ahora y llevadlo al mayordomo». Ellos se lo llevaron. 9 El mayordomo probó el agua convertida en vino sin saber de dónde venía (los sirvientes sí lo sabían, pues habían sacado el agua), y entonces llama al esposo 10 y le dijo: «Todo el mundo pone primero el vino bueno, y cuando ya están bebidos, el peor; tú, en cambio, has guardado el vino bueno hasta ahora».”
I- COOPERAR CON DIOS EN LOS MILAGROS DE LA FE
Caná, estaba a diez kilómetros de Nazaret y era una ciudad más importante. Podemos pensar que María tenía parentescos próximos con las familias del joven matrimonio y al ser invitada haya tenido un sentimiento de obligación comparecer. Nuestro Señor La acompañó llevando consigo sus primeros discípulos Juan, Tiago, Pedro, Andrés, Felipe y Natanael.
Conforme enseñan los doctores de la Iglesia, la presencia de Nuestro Señor honró el matrimonio y lo elevó a la dignidad de Sacramento, aparte de mostrar a la Iglesia y al mundo que sin la presencia del Hijo de Dios y de su Madre Santísima, no hay nupcias santas y agradables a Dios.
1- Nuestra Señora atenta a los necesitados
Como siempre, despreocupada consigo misma, María Santísima prestaba atención en todo, deseosa de hacer el bien a los otros. Percibió entonces, tal vez sin que nadie se lo haya comunicado, la situación embarazosa por haberse acabado el vino. ¡Qué vergüenza para los anfitriones! ¡Qué decepción tan grande cuándo esto se supiese! Sin embargo, esto no sucedió, pues el Corazón de María no podría ver una necesidad, una aflicción y sin siquiera ser rogada, intervenir pidiendo un milagro para sacar del apuro a esos humildes esposos. Nuestra Señora todo interpretaba con sabiduría y por cierto, consideró que la Providencia permitiría la falta de vino para dar a Jesús la ocasión de manifestar su Divinidad. Jesús todavía no había operado ningún prodigio, pero María no dudaba de su poder sobrenatural. Su propia comunicación implica una súplica en que haga lo posible, mismo que fuese un milagro.
2- Jesús se alegra con el pedido de María
Como no podría dejar de ser, Nuestro Señor también debería estar apenado con la situación de aquellas familias y se aprovechó de ello pues deseaba instruir a sus discípulos y también asociar a Nuestra Señora a su obra, mostrando el papel decisivo de mediación de su Madre. Por eso, con certeza se alegró al oír el pedido de María y respondió como quien dice: “Dejad por mi cuenta, que todo saldrá bien”, con mucha dignidad en el tono y sin duda con mayor afecto en la modulación de la voz
3- Obedezcamos a la voz de la gracia
Recomendando a los servidores hacer todo cuanto Jesús les mandase, Nuestra Señora los instruía a no colocar ningún obstáculo a la voluntad de Jesús. Y es esto lo que Ella repite constantemente en nuestras almas: “Haced lo que Él os diga”, o sea, “seguid la voz interior de la gracia, sin oponerle cualquier obstáculo”. Infelizmente, con frecuencia no sabemos interpretar bien la voz de Dios y oponemos resistencia a la gracia al contrario de la ejemplar actitud de los servidores. Sin duda a los servidores debería parecerles extraña la idea de ofrecer agua en un banquete pero obedecieron con prontitud, sin hacer el menor reparo.
Una lección importante para nuestra vida espiritual debemos sacar de este pasaje bíblico: importa obedecer fielmente a Dios y a quien ocupa su lugar junto a nosotros, sin indagar con demasiada curiosidad el motivo por el cual nos manda una u otra cosa. Dios quiere nuestra cooperación en los milagros, por la fe, por la obediencia a la voz de la gracia en nuestro interior. Sería como si Jesús dijese: Si hiciereis lo que podéis, Yo haré lo que no podéis”.
II –EFICAZ Y PODEROSA INTERCESIÓN DE MARÍA
Nuestra Señora conocía muy bien el Sagrado Corazón de Jesús y sabe que será atendida y recomienda a los sirvientes hacer todo cuanto Nuestro Señor les mandar. Y así, el pedido de María se anticipa excepcionalmente a lo hora de los milagros de Cristo. Es la eficacia de la Omnipotencia suplicante de la Virgen María.
1- Debemos siempre confiar en Nuestra Señora
Todo esto nos muestra como debemos confiar sin restricciones en Nuestra Señora, aún cuando parezcamos ser merecedores del rechazo de Nuestro Señor. Será Ella quien nos socorrerá cuando también nos llegue a “faltar el vino”. Pues, por voluntad de Dios, el poder de impetración de la Medianera de todas las gracias es inconmensurable. En su infinita bondad, el Redentor prometió: “Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré” (Jn 14,12). Ora, si esto es válido para nosotros concebidos en el pecado original y con tantas miserias personales, ¿Cómo no lo será en altísimo grado para su incomparable Madre? Si en la Tierra Jesús nada le negó, ¿Procedería de otro modo en el Cielo? Si Él hace este estupendo milagro, aún que no fuese todavía la hora, podemos tener certeza que, ahora sí, llego su hora, pues está en el Cielo como Sacerdote Eterno junto al Padre, para interceder por nosotros (Hb 4,14). De este modo, estemos seguros que, recurriendo a María, seremos atendidos en cualquier circunstancia.
2- Nueva era espiritual humana
Según la interpretación de famosos teólogos y exégetas, al lado de incontables hipótesis plausibles, una es enteramente cierta: Jesús operó ese milagro por la intercesión de María, para inculcarnos la convicción de que, a pesar de no haber llegado la hora, por una palabra de los labios de su Madre, Él nos atendería.
He aquí, que en Caná, se abrió una nueva era en la espiritualidad del género humano, es la inauguración de un régimen especial de la gracia. También en Caná, María nos enseña algo muy importante, pues en un análisis superficial parece inexplicable la actitud de Nuestra Señora, ya que a pesar de la negación de Jesús, Ella ordena a los criados que hagan todo cuanto les dijese. ¿No había dicho Jesús que no había llegado su hora? Quien lee el Evangelio puede quedar con la impresión que María no hace caso de la respuesta negativa. La teología, sin embargo, nos esclarece sobre esta actitud de la Virgen – a primera vista una tanto obscura- y es una excelente lección para nosotros. No todas las determinaciones de Dios son absolutas. Hay algunas que son condicionadas a los deseos y reacciones nuestras. O sea, ellas se cumplirán o no, dependiendo de la manifestación de nuestras disposiciones. Si María no hubiese recomendado a los sirvientes que actuasen de acuerdo con las orientaciones de Jesús, los cónyugues y sus invitados no habrían tomado el mejor de los vinos de la Historia, ni los Apóstoles habrían asistido a tan grandioso milagro. De aquí se concluye cuan importante es rezar a Dios con fervor y constancia, manifestando nuestras necesidades, pues es posible que Él esté a la espera de nuestras actitudes para seguir una u otra vía.
En Caná aprendemos con María cuánto Dios quiere nuestra colaboración en su obra. Debido a ese sublime papel de medianera y de omnipotencia suplicante de la Santísima Virgen –que se inicia públicamente en las Bodas de Caná–, tal vez pudiésemos dividir la Historia de la espiritualidad en dos grandes eras: antes de María y después de María.
III –INVITACIÓN A LA ESPERANZA
El vino, fruto de este milagro, fue sin duda el más delicioso que jamás se haya producido en la Historia –el vino de los vinos- porque fue hecho por el propio Dios. Y de la circunstancia que se haya servido al final de la fiesta, podemos sacar otra aplicación para nuestra vida espiritual.
1- Después de las probaciones viene el “vino” de la consolación
Cuando cedemos a la seducción del pecado, primero sorbemos el “buen vino” que es la fruición de los placeres y la ilusión de una felicidad perfecta. Mas enseguida, embriagados por el vicio, se suceden la tristeza y la frustración.
Por el contrario, cuando empezamos el camino de la santificación, tal vez encontremos en el comienzo dificultades o probaciones. Despues seguirá, sin embargo, el delicioso “vino” de las consolaciones espirituales. He aquí una palabra de esperanza y de consuelo para aquellos que sufren, les está siendo preparado el buen vino transformado por Nuestro Señor.
2- El mejor vino reservado para el final: el Triunfo del Inmaculado Corazón de María!
Delante de las perplejidades y aprehensiones que el mundo de hoy pueda causarnos, el milagro de las Bodas de Caná nos invita a la esperanza. Sabemos que cuando la Humanidad llegue a un nivel de decadencia moral donde todo parezca perdido, la intercesión omnipotente de María obtendrá de su Divino Hijo la transformación del agua –en este caso, una agua contaminada por el pecado- en el mejor vino. La miseria espiritual del mundo se transformará, por intercesión de la Madre de Dios, en algo extraordinario, que ni podemos imaginar, el Reino de María, es decir, el triunfo de su Sapiencial e Inmaculado Corazón anunciado por Ella en Fátima.
La frase del Evangelio “tú, en cambio, has guardado el vino bueno hasta ahora” bien puede significar “Oh Señor, dejasteis vuestras mejores gracias para los tiempos futuros”. Las gracias más excelentes, los más insignes beneficios, los mayores santos, la civilización más perfecta, todo cuanto puede haber de mejor fue reservado para esa era marial.
De un modo suave, pero rápido y directo –tal como el agua transformada en vino en las Bodas de Caná–, Nuestra Señora obtendrá de su Divino Hijo la santificación de nuestras almas. Para obtener esa feliz renovación, es suficiente presentar a Ella nuestras necesidades, nuestras miserias, nuestra tibieza y suplicarle: “Virgen Santísima, me falta el vino del amor y de la devoción, tengo apenas un poco de agua fría e insípida, pedid a vuestro Hijo que la convierta en vino”.
Así, por amoroso designo de su Divino Hijo, el mejor “vino” de la Historia vendrá al final y será el “vino de María!
CONCLUSIÓN
Al concluir esta meditación, pidamos a la gloriosa Virgen de Fátima que nos conceda una confianza perfecta en su poderosa intercesión ante Jesús y nos confirme en el propósito de siempre recurrir a Ella en todas nuestras necesidades, seguros que la Madre de Dios nos alcanzará del divino Redentor la gracia de tener el agua insípida de nuestras miserias transformada en el precioso vino de la santidad a la que somos llamados. Dios te Salve, Reina y Madre…
Referencia bibliográfica:
Basado en
Monsenhor João S. Clá Dias, O Inédito sobre os Evangelhos, Libreria Editrice Vaticana/Instituto Lumen Sapientiae, Città del Vaticano/São Paulo, 2013, vol. VI, pp. 21 e ss. / vol. VII, pp. 217 e ss.