MEDITACIÓN PARA EL PRIMER SÁBADO
2º Misterio Luminoso
La Revelación de Jesús en las Bodas de Caná
“Haced lo que Él os diga”
Introducción:
Meditaremos hoy el 2º Misterio Luminoso del Rosario: La revelación de Jesús en las Bodas de Caná, en cumplimiento de la devoción de la Comunión Reparadora del Primer Sábado, pedida por María Santísima en Fátima. Contemplaremos este Misterio teniendo en vista de modo particular la Fiesta de Nuestra Señora del Carmen.
Al faltar el vino en la fiesta de bodas en Caná, la Madre de Dios intervino en favor de los novios, y por sus ruegos, Jesús realiza su primer milagro público. Era el inicio de la incansable intercesión con que María Santísima protege a sus hijos y devotos a lo largo de los tiempos.
Composición de lugar:
Imaginemos un salón en la época de Jesús, donde se realiza una fiesta de bodas. Vemos una gran mesa en la cual los invitados están sentados, teniendo en el centro a los recién casados, manifestando todos gran alegría por la ocasión. En otro recinto contiguo vemos a Nuestra Señora, a Nuestro Señor y a algunos sirvientes, junto a seis grandes tinajas de piedra. Nuestra Señora gesticula cariñosamente a su Hijo, y Él la mira con ternura y respeto. Nuestro Señor se dirige hacia los sirvientes y les pide que llenen las tinajas con agua. Enseguida las bendice y de ellas es servido un vino precioso.
Oración preparatoria:
¡Oh, Madre de Dios y nuestra!, que aparecisteis en Fátima vistiendo el hábito del Carmen, sabemos que vuestra maternal misericordia os llevó a interceder delante de tu divino Hijo por los esposos de Caná. Protegednos también a nosotros con vuestra solicitud y alcanzadnos de Dios las gracias necesarias para recoger los mejores frutos espirituales de esta meditación, donde contemplaremos vuestro glorioso papel de patrona y abogada nuestra en todas las circunstancias de nuestra vida. Así sea.
Evangelio de San Juan (2,1 y ss.)
“1 A los tres días, había una boda en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. 2 Jesús y sus discípulos también estaban invitados a la boda. 3 Faltó el vino, y la madre de Jesús le dice: «No tienen vino». 4 Jesús le dice: «Mujer, ¿qué tengo yo que ver contigo? Todavía no ha llegado mi hora»[1]. 5 Su madre dice a los sirvientes: «Haced lo que Él os diga». 6 Había allí colocadas seis tinajas de piedra, para las purificaciones de los judíos, de unos cien litros cada una. 7 Jesús les dice: «Llenad las tinajas de agua». Y las llenaron hasta arriba. 8 Entonces les dice: «Sacad ahora y llevadlo al mayordomo».
I- Jesús santifica el matrimonio
Las Bodas de Caná celebraban un típico matrimonio judío de aquella época.
Las festividades se extendían por siete días, con banquetes y conmemoraciones donde el vino tenía un papel importante, significando la alegría y el afecto con que los novios recibían a sus invitados. Esta celebración, no obstante, adquirió mayor relevancia por la presencia de Jesús y de su Madre, convirtiéndose en el escenario donde el Maestro realizó su primer milagro.
1- El matrimonio elevado a Sacramento
Jesús llega a Caná con María y los apóstoles, como invitado especial. Sin embargo, había una razón superior para que el Hijo de Dios se presentase en aquel ambiente donde realizaría su primer milagro: su presencia en las bodas de Caná es un preludio de la elevación del casamiento, institución humana, a la dignidad de sacramento. Nuestro Señor quiso así santificar el matrimonio, sabiendo que este es la base de la sociedad humana.
2- Vino de la gracia divina y del amor de Dios
La importancia de este sacramento fue confirmada no apenas por la presencia de Cristo en las Bodas de Caná, sino también por su primer milagro realizado allí para beneficio de los dueños de la fiesta. Las seis tinajas de la purificación estaban vacías, para simbolizar la vieja humanidad todavía presa del pecado original y carente de la gracia divina. Nuestro Señor las manda a llenar de agua nueva, y la transforma en vino: el vino de la gracia santificante que Nuestro Señor trajo al mundo con la Redención, el vino del amor de Dios renovado en las almas purificadas en su preciosísima Sangre.
Esta misma gracia santificante y ese mismo amor a Dios renovado, deben ser los pilares del matrimonio católico, la fortaleza del vínculo que une a los cónyuges, el alimento constante que mantiene unida a la familia y la hace base fecunda de la sociedad humana.
¿Estarán las “tinajas de nuestra vida doméstica” llenas de este precioso vino de la gracia santificante y del creciente amor a Dios, con los cuales correspondemos a nuestra vocación cristiana como individuos y como familia? ¡Quiera Dios que sí!
II – La intercesión de Nuestra Señora
Las bodas de Caná nos revelan también otra rica e importante verdad: el papel de Nuestra Señora como intercesora y abogada nuestra, especialmente cuando más necesitamos de la ayuda del Cielo. La escena es conocida: en determinado momento de la fiesta, se acaba el vino. La falta de bebida sería un trastorno, y probablemente determinaría el fin de las celebraciones, transformando la alegría de los esposos en vergüenza y disgusto.
1- La Virgen María interviene y “anticipa” la hora de Jesús
Percibiendo la situación crítica, Nuestra Señora, con una solicitud extraordinaria, resuelve ayudar. Ella hace suyo el problema y lo asume con sensibilidad materna, con un interés impregnado de bondad. No duda en hablar confiadamente a Jesús: “Ellos no tienen más vino”. El cumplimiento de Jesús al pedido de su Madre no demora. Bajo la mirada sonriente de María, Cristo manda a los servidores que llenen de agua seis grandes recipientes de piedra. Después les ordena que saquen el agua, ya convertida en vino, y la presenten al mayordomo, que se asombra al constatar que los esposos habían guardado el mejor vino hasta ese momento.
Claro es el mensaje del texto sagrado, que nos muestra cómo Jesús, por intercesión de Nuestra Señora, “anticipó” el inicio de sus milagros públicos, signos de su divinidad y de la veracidad de su doctrina, que hicieron que los discípulos creyesen en Él.
2- Madre atenta a las necesidades de sus hijos
Al comentar esta escena, San Juan Pablo II observa que Nuestra Señora se coloca entre su Hijo y los hombres en la realidad de sus privaciones, de sus indigencias y de sus sufrimientos. O sea, Ella se hace mediadora, no como una extraña, sino en su posición de madre, consciente de que, como tal, puede – o mejor, “tiene el derecho de” – presentar a su Hijo las necesidades de los hombres.
Aún más: como Madre, desea también que se manifieste el poder salvador de su Hijo, que se destina a socorrer las desventuras humanas, a liberar al hombre del mal que, bajo diversas formas y diversas proporciones, le hace sentir el peso en su vida.
En el gesto de María en Caná, vemos cuánto Ella se preocupa por sus hijos y cuánto su atención está vuelta hacia cada uno de nosotros. Ella viene a nuestro encuentro para socorrernos, ampararnos, protegernos y auxiliarnos, manifestando de esta forma cuánto Ella es verdaderamente Madre de bondad, siempre atenta a las necesidades espirituales y materiales de los hombres.
3- Una intercesión querida por Dios
El milagro de las bodas de Caná también deja patente la disposición de Jesús de acoger todos nuestros pedidos que le llegan por intermedio de la solicitud materna de María. Nuevamente según San Juan Pablo II, en este pasaje del Evangelio, Jesús nos manifiesta con sus actos – más elocuentes que sus palabras – que en la realización de su obra salvadora a favor de los hombres, desea que ocupe un lugar de destaque la mediación maternal de su Madre. No era necesario que fuese así, pero Dios quiso que así fuese.
Tal es la verdad de la mediación universal de María Santísima enseñada por todos los santos y teólogos a lo largo de los siglos, como San Bernardo de Claraval, para quien María es el acueducto que, recibiendo la plenitud de las gracias en la propia fuente del corazón de Dios, la distribuye y la hace accesible a todos los hombres.
¿Cómo, entonces, no ser filiales y entrañados devotos de esta Madre indeciblemente bondadosa, de esta Intercesora omnipotente que nos fue dada por el propio Jesús, a la cual debemos siempre recurrir en todas nuestras necesidades? ¿Cómo ha sido nuestro comportamiento con relación a esta disposición filial respecto a Nuestra Señora? ¿Su nombre está continuamente en nuestros labios para alabarla, para agradecerle, para clamarle cuando precisamos del socorro del Cielo?
III –María siempre nos conduce a su Hijo
Con razón observan algunos autores que, en el pasaje de las Bodas de Caná, se encuentran las únicas palabras dirigidas por María a los hombres que el Evangelio registra: “Haced lo que Él os diga”. Es decir, se dirige a nosotros y nos manda a mirar a Jesucristo, a oírlo y a obedecerlo en todo lo que nos diga y mande hacer.
1 – El eje de la verdadera devoción a María
He aquí, por lo tanto, el sentido de la mediación de María: llevar las almas a Cristo, mover los corazones de los hombres a adherir a la voluntad de Cristo y a “hacerla” de hecho: “Haced lo que Él os diga”. Al mismo tiempo se comprende cuál es el eje de la verdadera devoción a Nuestra Señora y la prueba de su autenticidad, pues la genuina devoción a María siempre conduce a Jesucristo. Es la función del amor maternal de María “engendrar” constantemente “hermanos” de su Hijo, que se dispongan a vivir hasta las últimas consecuencias la Verdad y la Vida que Él nos ofrece.
2 – Nuestra alma sólo encontrará a Dios en María
Por eso la devoción a María Santísima no solo no aleja ni desvía a las almas de la unión con Cristo Jesús, sino que la facilita de un modo único y superior, haciéndola más accesible y más suave, y también más eficaz. Como afirma San Luis María Grignion de Montfort, nuestra alma solo encontrará a Dios en María. Solo Dios habita en Ella y, lejos de retener a un alma para sí, por el contrario, Ella la impele hacia Dios y la une a Él.
Y nuevamente San Bernardo nos asevera que, así como solo por medio de Jesucristo tenemos acceso al Padre Eterno, igualmente solo por María tenemos acceso a Jesucristo. Él nos atiende, nos oye y nos recibe por medio de María, porque por medio de María, Él nos fue dado en Belén.
CONCLUSIÓN
“Haced lo que Él os diga”. Esta pequeña frase —comenta San Juan Pablo II—contiene todo el programa de vida que María realizó junto a su Hijo, y que Ella nos enseña en la contemplación de este Misterio. Es el programa de una vida que se apoya en el fundamento sólido que se llama Jesús.
El mundo en que vivimos atraviesa momentos de crisis. Una de las más peligrosas, afirma el Pontífice, es la pérdida del sentido de la vida, que lleva a muchos de nuestros contemporáneos a preguntarse qué hacer para que su existencia no se hunda en el vacío, en la tristeza y en el desespero. Al final, ¿cómo debemos comportarnos en las situaciones complejas y difíciles que se presentan diariamente en nuestra vida personal, en el matrimonio, en la familia, en el trabajo, en el estudio, en nuestros dilemas espirituales y morales? ¿Qué debemos hacer para dar sentido a nuestra vida?
Si queremos tener una vida —responde el Papa— fundada sobre un cimiento sólido, capaz de resistir a las adversidades, la Virgen Santísima, humilde sierva del Señor, la solícita Madre de las Bodas de Caná, nos indica a su Hijo diciendo: “Haced lo que Él os diga”. Escuchar a Jesús, obedecer a Jesús, sus mandamientos, confiar en Él por los ruegos y súplicas de María; este es el único programa de vida que nos lleva a la realización y a la felicidad plenas. Esta es la única fuente que da un sentido profundo a nuestra vida.
Por lo tanto, dejémonos conducir por las misericordiosas manos de la Madre hasta su Divino Hijo; seamos amorosos y fieles devotos de Aquella que solo desea nuestro bien, y nos quiere dar en abundancia, como en las bodas de Caná, el precioso vino de la gracia santificante de Dios.
Pidamos a María Santísima su poderosa intercesión, suplicándole con fervor:
Dios te salve, Reina y Madre…
Referencia bibliográfica:
San Juan Pablo II, Mensagem para a III Jornada Mundial da Juventude, diciembre de 1987.
Mons. João S. Clá Dias, Meditação do Segundo Mistério Luminoso, www.joaocladias.org.br, 2008.